El pasado 27 de enero falleció Miguel Romero, el “Moro”, referencia fundamental en la lucha anticapitalista y el internacionalismo solidario. Editor de la revista Viento Sur, Miguel luchaba desde hacía años contra el cáncer, a pesar de lo cual, no dejó de tener un intenso trabajo político y solidario. Desde hace 25 años hemos compartido trabajos, luchas y compromisos intensos en el campo de la cooperación al desarrollo y la solidaridad. Desde el dolor y el pesar, quiero sumarme a su recuerdo, sabiendo que su legado es tan valioso como fructífero.
Sabíamos que llevabas tiempo luchando con la enfermedad, como nos explicabas a tus amigos, pero nos resistíamos a pensar que ésta podría con alguien como tú. En realidad, nos habíamos hecho a la idea de que librabas una batalla más en tu vida entre las muchas que has mantenido. Pero te confieso que cuando conocí tu fallecimiento a muchos nos recorrió un latigazo, como si fuéramos conscientes de que desde ese momento una parte de nosotros dejara de existir. Y es que para tantos te habías convertido en alguien imprescindible, aún en la distancia, seguros de que siempre estabas ahí, en las luchas y compartiendo nuestras preocupaciones.
Me ha costado escribirte estas líneas porque estoy seguro de que no seré capaz de hacer justicia a tu trayectoria. De hecho, los muchos testimonios de tantos queridos amigos y amigas que se están publicando dejan constancia de ese valor que algunas personas son capaces de dejar y que les hacen grandes, más allá de la vida. Y tú, Miguel, eres de esos.
Durante un cuarto de siglo hemos compartido luchas y esperanzas en el camino de las políticas de solidaridad, porque los dos compartíamos la necesidad de generar transformaciones mediante la acción política y los cambios políticos, algo de lo que no gusta mucho hablar en algunos sectores de la cooperación al desarrollo, que han jugado a vaciar la política de su capacidad y significado. Pero tú, allí donde estabas, colocabas las cosas en sus justos términos. De hecho, tu lucha por el internacionalismo solidario era una dimensión más de tu compromiso político, y lo hacías con todo ese recorrido que acumulabas, con la fuerza de tu sedimento intelectual, con la vehemencia de tus luchas, con la razón inasequible que dedicabas siempre, incluso a aquellos con los que no compartías camino. Pero tenías un particular compromiso para apoyar luchas, campañas y reivindicaciones por duras, solitarias e incomprendidas que fueran. De hecho, nuestra amistad se forjó en muchas de esas luchas, recibiendo de ti tanta generosidad que siempre nos desbordabas y de las que nunca te supimos agradecer suficientemente. Para muchos compañeros y amigos, saber que Miguel Romero, el “Moro”, apoyaba una acción era garantía de rigor y justicia, por minoritaria que ésta fuera.
No hay tantas personas que hayan trabajado en el mundo de las ONG con la dignidad, el respeto y la profesionalidad con que lo has hecho tú. Nunca te dejaste llevar por los oropeles, los cargos ni la cercanía al poder, hasta el punto que para muchos de nosotros, eras siempre la referencia de la decencia y la honestidad personal en el oenegeísmo, tan escaso en tantas ocasiones. Además, vivimos y compartimos varias crisis en organizaciones de las que formábamos parte y tu capacidad para empatizar y comprender nos hizo fortalecer, si cabe aún más, nuestra amistad, sobre la base de ese intento permanente por comprender a los otros. Guardo todavía numerosos correos intercambiados contigo a propósito de muchas de estas cuestiones porque cada uno de ellos era un ejercicio de tolerancia, de respeto y comprensión. Y agradecías tanto la sinceridad como el esfuerzo por explicarte las cosas, aunque no fueran como tú las veías, sin que te costara después reconocer que habías estado pensandolas y comprendías que, posiblemente, eran diferentes a como las veías. Han sido tantas las batallas que hemos compartido en estos años en materia de solidaridad y cooperación que puedo afirmar de primera mano la importancia de tu trabajo y tus aportaciones, prácticamente hasta el momento de dejarnos.
Además, Miguel, en todo momento te preocupó generar y apoyar el pensamiento crítico, y lo hiciste desde muchos lugares y de muchas maneras, algunas de las cuales no son bien conocidas. Pero Viento Sur era ese espacio de referencia en el mundo editorial del que te sentías orgulloso, como un padre de su hijo, sobre todo porque sabías de su capacidad para facilitar territorios, alimentar debates y acoger ideas desde ese pensamiento de izquierdas que tiene tantas dificultades por hacerse oír en estos tiempos. Quienes hemos publicado en tu revista lo hacíamos con la satisfacción de preocuparte por nuestros trabajos, por saber que los leías con cariño y nos mandabas tus comentarios, con el orgullo de contribuir a un hermoso proyecto. En un mundo universitario corrompido por los JCR y los índices de impacto, escribir en Viento Sur era para mi una forma de compartir energías con tantas personas de izquierdas como las que eras capaz de galvanizar a tu alrededor y garantía de ese cuidado y atención personal que mostrabas hacia todo lo que te llegaba. Nunca dejaste de alimentar debates, reflexiones y pensamiento con muchos artículos y publicaciones, como tu “Pobreza 2.0”, que escribiste con Pedro Ramiro, un legado magnifico que muy pocas personas se atreverían a escribir en este mundo tan dócil de la solidaridad.
No pretendía alimentar un relato de anécdotas cuando otras muchas reseñas de amigos han sido capaces de mostrar perfiles cristalinos sobre tu trayectoria. Pero me parecía importante destacar algunos aspectos relevantes desde la perspectiva de esa solidaridad internacional por la que tanto luchaste. Si como decía Hanna Arendt, todo proceso político debe tener un objetivo, un fin y un sentido, tu vida dió respuesta a todo ello. Desde el convencimiento de que te debemos tantas cosas, seguiremos luchando en muchas de tus preocupaciones, y el mundo del internacionalismo solidario, la justicia social y la lucha contra la pobreza, están entre ellos.