Mucho más que cifras en Gaza

Se cumplen dos años del inicio de la barbarie que arrasa Gaza y extermina a la población palestina por parte del Estado de Israel. Un territorio que fue encrucijada de culturas y convivencia de confesiones, sostenido por el comercio y la agricultura, quedó reducido en 1948 a una franja con una de las mayores densidades de población del planeta, sometida a un bloqueo total impuesto por Israel. Gaza era uno de los lugares con las peores condiciones de vida y ahora está siendo reducida, en tiempo real y ante los ojos del mundo, a un paisaje de escombros, sangre y horror.

No caben metáforas ante esta atrocidad contemporánea. El nivel de destrucción en Gaza supera al sufrido por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, estimándose que hasta un 30% de la población gazatí habría sido eliminada. La devastación causada por el ejército israelí es de tal magnitud que, en muchos casos, resulta imposible recuperar los cuerpos, pulverizados o atrapados bajo los escombros, calculándose en más de 150.000 los cadáveres que permanecen aún sepultados. A ello se suma la destrucción sistemática de hospitales, almacenes de alimentos, escuelas y depósitos de agua, que, junto con la hambruna y la privación, condenan a los supervivientes a condiciones de vida extremas y a un futuro fatídico.

Ante la inacción —cuando no complicidad— de los gobiernos occidentales y su falta de firmeza moral, son los ciudadanos quienes muestran compasión y expresan un rechazo rotundo al sufrimiento en Gaza, al dolor por los miles de muertos y por la devastación que presenciamos, pese a los intentos del gobierno israelí de ocultar al mundo este holocausto contemporáneo, silenciando a las víctimas y actuando con absoluta impunidad.

La manipulación y los intentos de minimizar la magnitud de la barbarie llevan a gobiernos y políticos a jugar con las palabras para ocultar una verdad incómoda. Para Naciones Unidas, su relatora especial para los territorios palestinos ocupados, una comisión independiente de expertos del Consejo de Derechos Humanos, la Corte Penal Internacional, la Corte Internacional de Justicia, el Instituto Lemkin para la Prevención del Genocidio y numerosas instituciones especializadas no hay duda: en Gaza se está cometiendo un genocidio por parte de los responsables políticos y militares de Israel. Aun así, el Partido Popular se atreve a negarlo, repitiendo el infame precedente de la Guerra de Irak. Aunque se trate de blanquear la barbarie con eufemismos o utilizando otros términos como crimen de exterminio, limpieza étnica, crímenes de lesa humanidad o guerra de aniquilación, las decenas de miles de asesinados, la devastación y el sufrimiento hablan por sí solos.

Según el Ministerio de Salud de Gaza, entidad que trata de contabilizar nominalmente con enormes dificultades a las víctimas del genocidio en Gaza, el número de personas asesinadas se acercaría a las 65.000, mientras que los heridos superarían las 165.000, en gran medida con heridas mortales y sin posibilidad de tratamiento. De hecho, entre octubre de 2023 y mayo de 2025 se documentaron 720 ataques contra objetivos sanitarios, incluyendo 125 centros de salud, 34 hospitales señalizados como tales y 186 ambulancias trasladando heridos perfectamente identificadas. A ello hay que sumar más de 1.400 asesinatos de personal sanitario y de la ONU, además de otros 252 periodistas, superando a la suma de todos los registrados durante las dos guerras mundiales, los registrados en Vietnam, la ex Yugoslavia, Afganistán y Ucrania juntos, según ha reconocido la relatora de Naciones Unidas para la libertad de expresión, Irene Khan. Ni siquiera durante la sangrienta Segunda Guerra Mundial, con el avance del nazismo que causó en el mundo una cifra estimada de 80 millones de muertos, se registraron cifras de sanitarios y periodistas asesinados en la magnitud que está llevando a cabo Israel en Gaza.

Sin embargo, hay serias dudas de que estas cifras sean las reales, existiendo investigaciones muy rigurosas que elevan notablemente el número de víctimas. En enero de 2025, la revista científica The Lancet publicó un amplio informe estimando mediante rigurosos análisis que el número de muertos en Gaza podría elevarse a 553.000, incluyendo 393.000 niños menores de cinco años. Y estos días, la relatora de la ONU sobre los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, ha manifestado que la cifra real de personas muertas en Gaza podría ser diez veces mayor de lo difundido, llegando a 680.000, en línea con lo estimado por académicos e investigadores utilizando para ellos datos satelitales.

Pero no podemos olvidar que detrás de cada cifra hay una vida perdida, una familia destruida, un futuro aniquilado para generaciones enteras. Hasta el punto de que las cifras, los números, no permiten asimilar la dimensión de la catástrofe causada a un pueblo entero por el hecho de ser palestinos y vivir en situaciones de calamidad extrema en Gaza, además de pasar por alto que el resto de los supervivientes sobreviven en condiciones crueles, sin medicamentos ni atención médica, sin alimentos ni agua potable, sin electricidad ni lugares en los que resguardarse.

El coste humano de este genocidio no viene de sus cifras, sino de la magnitud de las muertes, la destrucción, el sufrimiento y la deshumanización al que Israel está llevando al pueblo palestino y que hay que cortar urgentemente, exigiendo sin descanso responsabilidades a sus causantes.

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