Respuestas a los tiempos sombríos

En pocos momentos de la historia reciente ha existido un desánimo generalizado ante un tiempo tan sombrío que vivimos. Y es que avanzamos sobre una gigantesca descomposición global que, como si camináramos sobre el hielo, vemos como el mundo se resquebraja bajo nuestros pies, proyectando tiempos de incertidumbre y malestar. Pero ni acertamos a comprender bien por qué hemos llegado a esta situación, ni mucho menos sabemos cuáles son las respuestas para salir de este período tan desalentador al que no vemos salida. Necesitamos perspectiva histórica y capacidad de reflexión serena para entender las causas del proceso de degradación social y política que atravesamos, pero también serenidad para articular soluciones, especialmente por quienes tienen esta responsabilidad.

Desde que el neoliberalismo avanzó sin freno en la década de los años setenta se ha pasado de un capitalismo industrial a un capitalismo financiero y ahora al capitalismo digital, transformando el mundo y generando importantes daños en la sociedad y el planeta. Desde entonces, las crisis económicas no han parado de sucederse, alcanzando su explosión en esta etapa reciente de policrisis. Algunas de ellas afectan a la seguridad y estabilidad mundial, como las amenazas militares, nucleares, climáticas, de desigualdad, digitales y políticas.

Cada crisis ha sido afrontada con más imposiciones del sistema económico sobre la sociedad y la política, junto a una absorción continua de recursos públicos que han dañado a los trabajadores y a los sectores más vulnerables, aumentando así el malestar y la precariedad.

El resultado es que solo una tercera parte de la población mundial vive en regímenes de libertad, las desigualdades sociales avanzan imparables y en los países occidentales los estados del bienestar se reducen, con una erosión significativa en las condiciones de vida de los trabajadores, duramente golpeados por las políticas neoliberales y de austeridad aplicadas desde hace años.

El avance de la hiperglobalización neoliberal en este escenario de crisis múltiples ha generado choques económicos y fracturas sociales, facilitado el ascenso de la extrema derecha autoritaria que ha aprovechado este malestar. El impulso de la ultraderecha transita con un profundo cuestionamiento de las democracias representativas, de la arquitectura internacional y de las instituciones, abriendo importantes brechas en la convivencia, con un aumento de las tensiones y la xenofobia al enfrentar a los inmigrantes, convertidos en chivos expiatorios, contra las castigadas clases trabajadoras.

La extensión de la Economía Digital y el impulso de la Inteligencia Artificial ha añadido complejidad a los daños causados sobre la sociedad y la economía, avanzando un dominio del capital sobre redes sociales, la economía e incluso la democracia misma, planteando gigantescos problemas que escapan de la regulación de los estados.

El corolario es haber conseguido que los sectores más dañados por estas políticas, clases trabajadoras que se desmoronan y que ven empeorar su vida, apoyen a quienes impulsan esta profunda degradación del estado, de la sociedad y de la democracia con políticas de miedo, acompañadas de odio y mentiras, junto a un autoritarismo sin freno, ofreciendo respuestas reaccionarias que van en contra de las necesidades de los trabajadores y de sus derechos.

Este es el escenario sobre el que avanza la derecha autoritaria en todo el mundo y que necesitamos comprender para articular bien las respuestas, que tienen que venir de la mano de la política, de la buena política. Aquí es donde entra la responsabilidad de las fuerzas que deben contrarrestar este huracán reaccionario.

Una de las claves de lo que está sucediendo es que las fuerzas progresivas han perdido su capacidad transformadora, desconectándose de los problemas importantes de la sociedad para centrarse en luchas internas y debates estériles. La izquierda necesita superar su división y volver a ser motor histórico de cambio, dando respuesta a los problemas reales de la gente, especialmente de los trabajadores, clases medias y sectores más precarios. Precisamente el vacío que desde hace años han dejado las fuerzas de izquierda ha permitido que la extrema derecha capitalice el malestar social y extienda su proyecto autoritario, ofreciendo respuestas falsas e imposibles a problemas extraordinariamente complejos.

Ante este paisaje tan inquietante, las alternativas no son sencillas, pero se podría empezar por recuperar la capacidad de análisis y comprensión ante las cuestiones fundamentales que afectan a la vida de la gente. Es importante construir alianzas colaborativas y actuar más desde la fraternidad, algo olvidado por la izquierda. También deberían abandonar las luchas de pureza ideológica estériles, evitando la fragmentación y atomización tan frecuentes que roban tantas energías. Al mismo tiempo, estaría bien que se comprendieran los cambios que está generando el avance del autoritarismo global, abandonando la política espectáculo y de redes sociales para trabajar más con la gente. Y, sobre todo, reconstruir la esperanza colectiva con ambición política, ilusión, confianza, alegría y optimismo, en sentido inverso y como contraposición a todo ese odio, ira, rechazo y miedo que alimentan las fuerzas reaccionarias.

En definitiva, no se trata de sobrevivir como podamos a los tiempos tan sombríos que atravesamos, sino de poder mirar al futuro con la esperanza que merece una vida, una sociedad y un planeta en los que creemos y a los que respetamos, para nosotros y para las generaciones futuras.

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