Las visiones tradicionales sobre los procesos migratorios están cambiando de manera acelerada, apareciendo nuevas perspectivas de comprensión que ayudan a entender mucho mejor fenómenos de una extraordinaria complejidad para los que no sirven explicaciones simplistas ni miradas meramente compasivas. Así, se abre paso con fuerza la necesidad de incorporar, como factor cada vez más relevante, el impacto que el cambio climático está teniendo ya sobre migraciones forzosas que están alimentando importantes desplazamientos humanos en todo el mundo. La gravedad que ha adquirido el fenómeno del cambio climático, junto al hecho de que todas las previsiones que se hicieron hace pocos años sobre su impacto en las migraciones humanas se hayan visto ampliamente superadas, han encendido las alarmas en instituciones y organismos internacionales.
En el año 2005, en el marco del Fórum Económico de Praga, el profesor NormanMyers, un reconocido especialista mundial en migraciones ambientales, consejero de las Naciones Unidas y para diferentes academias científicas, avisó de la gravedad de las futuras migraciones climáticas para numerosos países, pronosticando que para el año 2050 habría más de 200 millones de personas desplazadas directamente por los efectos del cambio climático. Sus previsiones fueron vistas con escepticismo, cuando no con desdén, a pesar de que desde entonces diferentes agencias de las Naciones Unidas han calculado que cada año, en todo el mundo, unos 25 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares por catástrofes ambientales o diferentes causas originadas por las transformaciones acusadas que vive nuestro clima. Hasta tal punto que otros investigadores han elevado notablemente las estimaciones realizadas por el profesor Myers. De esta forma, se ha abierto paso con fuerza en universidades y centros de investigación, en organismos internacionales y organizaciones medioambientales, el concepto de migraciones climáticas, que resulta primordial para comprender adecuadamente muchas de esas diásporas tan intensas que en estos momentos se producen en numerosas regiones.
Instituciones internacionales tan importantes como Refugee Research Network, la Organización Internacional para las Migraciones, Greenpeace o la Agencia Europea del Medio Ambiente están avanzando en la mejor comprensión de las causas que motivan esas migraciones climáticas, estableciendo una categorización inicial. Así, por un lado, estarían las producidas por catástrofes naturales causadas directamente por el clima (como inundaciones, grandes tormentas y ciclones, avalanchas, deslizamientos de tierra, heladas persistentes o incendios devastadores). Por otro, se encontrarían las causadas por alteraciones ambientales progresivas pero de consecuencias definitivas (subidas del nivel del mar, grandes sequías, calor extremo, desaparición de glaciares y degradacióndel suelo), sin olvidar las originadas por medidas de protección y adaptación al cambio climático (proyectos de infraestructura, deforestación a gran escala y creación de grandes áreas protegidas donde se genera desocupación forzosa).
De esta forma, el cambio climático, la degradación del medio ambiente y la destrucción de los recursos naturales se muestran como factores mucho más importantes en el origen de numerosas migraciones de lo que hasta ahora se tenía en cuenta. Hasta tal punto que según datos del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC), con sede en Suiza, el riesgo de desplazamientos de personas por desastres naturales motivados por el cambio climático es hoy un 60 por ciento mayor que hace cuarenta años, particularmente en África subsahariana, Asia meridional y América Latina, que en conjunto representan el 55 por ciento de la población de los países en desarrollo. Son en estas regiones más sensibles y en las zonas más pobres donde viven las personas más vulnerables al cambio climático y a sus efectos, teniendo como única respuesta el abandonar sus lugares de residencia, generalmente mediante migraciones transfronterizas.
Ahora bien, algunos hechos esperanzadores comienzan a abrirse paso, demostrando que ha empezado a tomarse conciencia de la gravedad de este problema. En la Declaración de Nueva York para Refugiados y Migrantes adoptada en septiembre de 2016 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reconoce por vez primera el cambio climático como causa de fuertes procesos migratorios en el mundo. También el “Pacto Mundial sobre la Migración Segura, Regular y Ordenada” en el que la comunidad internacional trabaja, incorpora el impacto de los cambios en el medio ambiente sobre la movilidad humana, así como las estrategias que están comenzando a plantearse. Al mismo tiempo, la iniciativa de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), denominada “Migrantes en Países en Crisis”, incluye también una vigilancia especial sobre estas cuestiones.
Incorporar los efectos sobre las migraciones causadas por las alteraciones del clima en el medio ambiente tiene que ser una línea de comprensión, de estudio y también de intervención social y política a la vista de su influencia determinante sobre los patrones migratorios en amplias regiones de los países empobrecidos. Nos encontramos ante fenómenos que los estudiosos del cambio climático tienen también que incorporar en sus líneas de investigación a la vista de sus impactos humanos. La clave está en que se vea, no tanto como una amenaza, sino como una vía para la necesaria transición hacia un nuevo modelo energético y para exigir la inaplazable reducción en la emisión de gases de efecto invernadero. A diferencia de otras migraciones forzosas tan dolorosas como las que hemos vivido recientemente, en este caso, estamos todavía a tiempo de poder actuar.