Mientras los ciudadanos vivimos sobrecogidos por este colapso económico, político e institucional en el que estamos instalados, nuestros responsables públicos se mantienen paralizados, en una situación cercana al rigor mortis, incapaces de anticipar una sola decisión que permita dinamizar nuestra musculatura social, al tiempo que seguimos funcionando como un país zombi, avanzando sin alma y sin cabeza, de espaldas a la realidad.
Así, acabamos de conocer un nuevo dato que profundiza aún más en este escenario tan preocupante que vivimos, de la mano del descenso, por vez primera en 17 años (desde que se toman estos registros), de la población empadronada en España y también en Alicante.
No estamos, ni mucho menos, ante un dato más, sino que estos indicadores oficializan la tormenta perfecta: una crisis demográfica que abre serios interrogantes sobre un presente incierto y proyecta graves problemas a nuestro futuro.
La renovación demográfica de un país es un elemento esencial para renovar la población y el mercado de trabajo, permitiendo mantener una sociedad joven y activa capaz de generar capital, impulsando el consumo y la demanda agregada, asegurando las cotizaciones sociales así como la inyección de impuestos y tributos al Estado; sin olvidar el pago de las pensiones futuras.
La caída de la fertilidad, los importantes volúmenes de jóvenes bien preparados que están saliendo fuera de España a buscar un trabajo que aquí se les niega, el aumento en la esperanza de vida, junto al descenso en la inmigración y el retorno de muchos extranjeros, proyectan un escenario demográfico muy negativo que, de mantenerse, va a aumentar algunos de los muchos problemas que ya tenemos.
El poder de España en Europa, la insuficiencia de recursos en medio de una economía en recesión, o la financiación del sistema de pensiones son tres cuestiones inmediatas afectadas por esta crisis demográfica, de la que, por cierto, nadie nos contará la verdad una vez más.
Pero nosotros mismos, en nuestras ciudades, vamos a sufrir estos efectos de forma inmediata y acusada. Por ejemplo, en Alicante. Un buen ejemplo de lo que digo lo tenemos en toda la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que está pendiente de aprobarse, estando basada en un escenario de crecimiento expansivo e ilimitado de la población y la inmigración que ya dijimos algunos que era incierto y ahora se ve completamente truncado.
Todo ello debería llevar a unas previsiones a la baja en la construcción de viviendas, en la demanda de servicios y en el uso de infraestructuras y equipamientos. Pero me temo que el Ayuntamiento va a ignorar este nuevo escenario, manteniéndose como un Ayuntamiento zombi, avanzando sin alma y sin sentido.
© Carlos Gómez Gil