Cuando discriminar a la mujer genera pobreza

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Discriminar a las mujeres, además de atentar contra sus derechos fundamentales, genera pobreza, incluso cuando se hace contra su intimidad. Uno de los ejemplos más espectaculares y menos conocidos lo tenemos en la cuarta ciudad más grande del mundo, Bombay, en la India, con cerca de 20 millones de habitantes. En esta megaurbe conviven personas con necesidades comunes, independientemente de su pobreza o riqueza, de que sean hombres o mujeres. Esta gran metrópolis empapada de humanidad tiene un rasgo muy llamativo: la existencia de muy pocos aseos para tantos millones de personas, lo que plantea importantes problemas higiénicos y de salubridad. Pero también genera algo menos llamativo y mucho más grave, como es una discriminación añadida sobre la mujer que empeora sus condiciones de pobreza, aumentando su marginalidad e incrementando la prevalencia de sus enfermedades, por el hecho de ser mujeres, pobres y discriminadas.

En Bombay, como en otras muchas ciudades Indias y de otros países empobrecidos, son escasas las viviendas que cuentan con agua corriente y aseos. Un censo reciente revelaba que más de la mitad de sus casas carecían de aseos, algo que se agrava en las ciudades superpobladas que en los últimos años han visto levantar tugurios insalubres en sus suburbios. Este dato, tan simple como espectacular, viene a echar por tierra todos esos discursos complacientes que con frecuencia se escuchan sobre la reducción de la pobreza en el mundo, basándose en indicadores económicos que en modo alguno reflejan las condiciones reales de la vida de las personas. India es uno de los estados del mundo que mayor crecimiento económico ha experimentado, pero donde millones de personas tienen que salir a la calle o al campo simplemente para hacer sus necesidades fisiológicas. Y lo que es más llamativo, durante la pasada década de aumento de la riqueza en este país, el número de hogares sin un simple retrete se ha multiplicado por tres.

Ahora bien, el acceso y el uso de estos aseos, tan escasos como necesarios, refleja bien a las claras la desigualdad de género y la discriminación que sufre la mujer. En Bombay, los aseos públicos están en edificios tétricos, mugrientos y malolientes, si bien, frente a los cerca de 6.000 aseos públicos para hombres, a los que hay que añadir otros 2.500 urinarios, las mujeres solo cuentan con 3.536 aseos, siendo además los que están en condiciones más deficientes. Pero es que estas cifras son todavía peores en otras ciudades como la capital del país, Nueva Delhi, con cerca de 15 millones de personas, que cuenta con poco más de 1.500 aseos públicos para hombres, frente a 130 para mujeres.
Y hay más; aunque hay que pagar por usar estos urinarios públicos, los hombres no suelen hacerlo con la excusa de que simplemente van a orinar contra una pared que desemboca en una zanja de drenaje, mientras que a las mujeres se les exige pagar siempre por utilizarlos. Pese a que las cantidades a pagar son ínfimas, para millones de mujeres extremadamente pobres es un freno que se añade a la insalubridad de los aseos y a su escasez, lo que transforma en muchas de ellas los hábitos y costumbres diarias, al intentar beber poca agua a lo largo del día, buscando monedas a veces mediante la mendicidad o tratando de hacer sus necesidades a primera hora de la mañana y por la noche, buscando para ello un lugar fuera de las miradas y a veces con el abrigo de otras mujeres.

Activistas de derechos humanos y de salud han emprendido campañas contra esta discriminación demostrando los problemas de salud que ello origina en las mujeres, como infecciones urinarias y graves problemas digestivos por la falta de ingesta de agua en ciudades que alcanzan con facilidad temperaturas de 40 grados. Sin mencionar la vulneración de los derechos y la seguridad de las mujeres en un país con un elevado índice de violaciones y abusos sexuales.
Pero nada de esto preocupa a las grandes agencias de desarrollo, ni al FMI o al Banco Mundial, que no paran de pregonar los éxitos de la economía india y de su acelerado crecimiento económico. Y tampoco se menciona en esos acuerdos mundiales grandilocuentes contra la pobreza repletos de verborrea. Sin embargo, las mujeres que nutren las fábricas y talleres que a su vez empujan ese desarrollo económico en la India, carecen en no pocas ocasiones hasta de aseos en sus propios centros de trabajo y con ello se les niega hasta un derecho fisiológico tan básico que afecta a su dignidad.

Creo que es un buen ejemplo para que comprendamos la necesidad de cambiar nuestra mirada sobre la gravedad de los procesos de discriminación tan profundos que viven las mujeres en todo el mundo.

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