El martes, 23 de diciembre, la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, difundió públicamente su dimisión en coincidencia con su cumpleaños utilizando para ello la red social Facebook, debido a sus imputaciones judiciales por corrupción en los casos Rabassa y Brugal. Tras realizar una intervención en directo en la Radio Alicante, Cadena Ser, sobre la valoración de esta dimisión, se me pidió un artículo para el periódico Información de Alicante, que se publicó en este diario el miércoles, 24 de diciembre, y que a continuación se reproduce.
Quienes crean que la dimisión de Sonia Castedo cierra la etapa convulsa que atravesaba Alicante desde su doble imputación judicial por los casos Rabassa y Brugal, se equivocan. Basta con ver cómo se ha producido para llegar a la conclusión de que, en el fondo y la forma, Sonia ha sido quien ha decidido los tiempos y el formato, al margen de otras consideraciones políticas o institucionales.
La alcaldesa Sonia Castedo ha decidido dimitir utilizando para ello la red social Facebook en coincidencia con su cumpleaños, remarcando así que es una decisión exclusivamente personal, un regalo que se hace a sí misma. Ciertamente la ciudad era un hervidero de rumores y posibles fechas para su dimisión, pero nadie dudaba de que la misma se produciría cuando Castedo quisiera, como así ha sido. Y lo ha hecho de la peor forma posible, mediante una red social ajena por completo a los procedimientos institucionales. La democracia es también respeto a las formas y en estos momentos de profunda devaluación de la política, la elección del formato elegido para comparecer ante la ciudadanía y presentar algo tan solemne como es su dimisión como alcaldesa, ni es casual ni accidental. Muy al contrario, evidencia que desde hace tiempo Sonia Castedo ha protagonizado una huída hacia adelante que le ha alejado de una percepción completa de una realidad que era incapaz de comprender. De la misma forma que no entendió que con sus imputaciones judiciales el tiempo jugaba en su contra, tampoco fue capaz de calibrar el desgaste y la erosión que para la ciudad tendría todo lo que se ha ido conociendo sobre dos sumarios que se han convertido en iconos mediáticos de la corrupción, y finalmente tampoco ha sido capaz de valorar que su particular manera de dimitir será una carga añadida a su ya polémica etapa de alcaldesa. Si la comparecencia plasmática de Rajoy ante los medios de comunicación se convirtió en símbolo de la falta de transparencia, la dimisión de Castedo en formato Facebook va a ser el colofón de una etapa de progresiva degradación institucional en el ayuntamiento y en la propia ciudad.
Posiblemente, en Castedo haya pesado más en su dimisión por Facebook dejar algunos mensajes claros a su propio partido, que dar por cerrada de la mejor manera posible su etapa como alcaldesa de Alicante. De hecho, ni una sola mención al PP o a su futuro sucesor en su comunicado, si bien, tampoco menciona el desgaste que para Alicante haya podido tener sus imputaciones judiciales. No dudo que para sus hijas y su familia su situación sea incómoda, pero trasladándolo a los alicantinos, hace tiempo que debía haber pensado también en todos nosotros y en la erosión que todo ello ha producido cuando precisamente necesitábamos de un mayor impulso político, económico y social para amortiguar los dolorosos efectos que la crisis está teniendo sobre la ciudad. Y aquí es donde se abre en canal una etapa volátil repleta de incertidumbres sobre el futuro político de la ciudad, que la dimisión de Castedo no ha hecho más que acentuar todavía más.
El Partido Popular, además de tener que luchar contra la desastrosa gestión en la Generalitat Valenciana, su responsabilidad en una corrupción que no cesa y la caída libre en el apoyo ciudadano que recogen las encuestas, tiene que afrontar unas elecciones a la vuelta de la esquina sin un candidato claro. Cualquiera de sus tres posibles alternativas cuenta con ventajas e inconvenientes notables, ya sea Asunción Sánchez Zaplana, Carlos Castillo o Carlos Mazón, si bien, todos ellos tienen en común que van a tener que promocionar su candidatura desde fuera del ayuntamiento y sin contar con el apoyo decidido de la alcaldesa dimitida. Pero la oposición tampoco lo tiene sencillo. Las propias dinámicas internas que viven todos los partidos en la oposición o las candidaturas que se están conformando, mantienen todavía numerosos interrogantes de un importante calado. Todos ellos llevan tiempo dedicando energías y esfuerzos a reclamar la dimisión de Castedo, pero ahora que se ha producido, pueden encontrarse ante un llamativo vacío si no son capaces de articular un relato y una estrategia de trabajo coherente y creíble sobre la ciudad y sus gentes. Algunos de los mensajes que desde el PSOE se publicaron ayer en las redes sociales afirmando que Sonia Castedo se rendía al no soportar “la presión de Gabriel Echavarri”, además de producir hilaridad, demuestran hasta qué punto desde el partido socialista son incapaces de comprender la ciudad y lo que sucede en ella desde hace tiempo.
Alicante se encuentra en un momento particularmente crucial en el que se superponen diferentes crisis de distinta naturaleza que van más allá de la política e institucional. También atravesamos una crisis de moralidad y de valores éticos colectivos, a los que se añade el profundo impacto que la crisis está teniendo sobre sus barrios y muchos de sus habitantes, aumentando con ello la brecha social, la pobreza y la desigualdad. Sonia Castedo ha dimitido y ya no hay excusas para crear la levadura social que impulse un cambio de rumbo en la ciudad