Hace pocos días, uno de los líderes de opinión de las fuerzas reaccionarias hispanas, Federico Jiménez Losantos, pedía públicamente ante los micrófonos de la emisora desde la que emite su pegajoso veneno, que las fuerzas armadas y la guardia civil dieran un golpe como el 23F en España para salvarla de las peligrosas garras proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas en las que había caído la sacrosanta nación española. Su llamamiento coincidía en el tiempo con otro manifiesto en el que conocidos (ultra)derechistas y tránsfugas se dirigían al PSOE en una carta abierta, solicitando que rompiera con sus proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas socios de gobierno y promoviera un gran acuerdo nacional de reconstrucción con el PP para salvar la sacrosanta nación española. Todo ello, mientras los neofascistas de Vox nos anuncian las llamas del infierno cada día, saliendo a pegarle a la cacerola, insistiendo en la necesidad de salvar la España de Teresa de Jesús y del toro de lidia de proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas, al tiempo que en la Guardia Civil sigue el movimiento de tricornios, en coincidencia con las interesadas filtraciones del sumario que una jueza de Madrid instruye contra el Gobierno y el responsable de alertas sanitarias, Fernando Simón, por las denuncias de grupos ultraderechistas por la autorización del 8M y la acusación de culpabilidad criminal al haber expandido el coronavirus de la mano del feminismo antipatriarcal, según sostienen. Cualquier malpensado podría suponer que el llamamiento al levantamiento contra el Gobierno legalmente constituido, realizado por Jiménez Losantos, forma parte de una estrategia de acoso y derribo a un gobierno al que consideran ilegítimo por el sencillo motivo de no estar presidido por ellos.
Y es que, sacar tanques y meter a guardias civiles uniformados en el Congreso de los Diputados da mala imagen. Ahora es más pulcro que jueces del Opus se encarguen de ello, esa congregación religiosa que, como el perejil, siempre ha estado en todas las conspiraciones económicas, políticas y financieras. Porque ya se han manchado suficientemente al tener que utilizar informes amputados, declaraciones fraudulentas, datos inexactos y hasta un vídeo off the récord de una ministra en la antesala de una entrevista en una televisión, para tratar de imputar, perdón, de desalojar a un gobierno en medio de la situación epidémica más grave que ha vivido la humanidad en el último siglo. Lo que los virus no puedan hacer, que lo hagan los jueces, sobre todo si cuentan con el apoyo divino del Opus.
Hace pocos días, la jueza que mantenía abierta la causa delirante por la manifestación del 8M en Madrid ha dado por cerrado el caso, días después de rechazar el archivo del caso solicitado por la fiscalía y la abogacía del Estado. Pensaría que ya ha tensado suficientemente la cuerda y que, al final, el objetivo está cumplido: el daño ya está hecho y se ha arrojado suficiente basura contra el gobierno y los responsables sanitarios como para que el olor no desaparezca. Quienes han planteado esta delirante causa podrán seguir en el futuro haciendo acusaciones sin fundamento, como ya hizo la derecha y el PP tantas otras ocasiones, como con el atentado del 11M. Tienen la lección perfectamente aprendida y ahora solo se trata de repetirla al dedillo.
Bombardeo
Y es que, cuando la derecha en España quiere algo, se convierten en niños pequeños enrabietados que no paran de armar follón para conseguirlo. Ya lo hicieron tras el 11M, sin complejo alguno por haber mentido y orquestado una gigantesca patraña para tratar de imputar a ETA y al mundo independentista vasco en el devastador atentado a las puertas de unas elecciones generales, algo que todavía sostienen destacados líderes del lado oscuro del PP, a pesar de que los hechos hayan sido enjuiciados y sentenciados por las máximas instituciones judiciales del Estado. Pero los jueces solo les interesan cuando están de parte y les dan la razón, pues de lo contrario, son correas de transmisión de los socialistas. En aquel momento contaban con una famosa casete de la orquesta Mondragón como una de las mayores pruebas de cargo de su delirante historia. Ahora la casete es una grabación de un vídeo de una conversación informal en la antesala de una entrevista. Nunca repararon en la inconsistencia de sus tesis porque para ello tienen a la Brunete mediática, o a lo que queda de ella, para utilizar su artillería de grueso calibre y bombardear con mentiras a sabiendas de su falsedad, acompañada ahora de esas bombas de destrucción masiva que lanzan un día tras otro desde las redes sociales, territorio gratuito que han conquistado con la ayuda de miles de falsos boots comprados con el dinero que Vox está espolvoreando para alimentar su peculiar golpe de estado digital.
A por el derribo
Sin embargo, no es el maléfico Coronavirus, ni su rastro de muerte, contagios o sufrimiento, ni la manifestación del 8M lo que está llevando a la extrema derecha a acelerar esta estrategia neogolpista, ni mucho menos, sino su voluntad de crear una situación política y socialmente insostenible que les facilite su entrada al gobierno antes de que la coalición PSOE y Podemos, con el apoyo nacionalista, emprenda cambios que afecten a sus intereses clientelares. Pero en este caso, cuentan con algunos de eso que se llaman poderes del Estado, con mando en plaza pero sin pasar por las urnas, que están colaborando activamente en esta estrategia, elaborando informes chapuceros, forzando dimisiones para tratar de crear situaciones de intranquilidad, repitiendo una y otra vez un discurso criminalmente acusatorio contra el gobierno con la esperanza de que, como ocurrió con ETA y el atentado del 11M, puedan insistir en el futuro que este Gobierno de proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas es culpable aunque los jueces digan lo contrario, porque ya lo han dicho ellos. Tricornios y togas para la colección primavera-verano, bendecidos con el hisopo del Opus y de sectores ultracatólicos, alimentados por el discurso de odio reaccionario de la extrema derecha de siempre. Pero ¿por qué tanto nerviosismo en estos sectores en estos precisos momentos?
Es cierto que la transición se basó, entre otras muchas cosas, en hacer borrón y cuenta nueva sobre poderes y aparatos del Estado. En España, no se pidieron cuentas ni a jueces, ni a fuerzas policiales, militares o de la guardia civil, permitiendo que algunos de los torturadores más crueles al servicio del franquismo murieran en su cama rodeados de las medallas y condecoraciones concedidaspor sus atrocidades. Para ello, el PSOE fue capaz de construir una sociedad nueva sin exigir responsabilidad alguna a los que trabajaron activamente con el franquismo, quienes continuaron en sus puestos y después, colocaron a sus hijos en esos puestos. A los socialistas se les puede acusar de muchas cosas, pero no de avanzar hacia una sociedad excluyente. Los socialistas se convirtieron así en la viga maestra del nuevo sistema democrático, pero manteniendo los cimientos del antiguo régimen sobre algunas de cuyas paredes de mampostería se apoyaba. Son tantos los cargos que el PSOE ha colocado en sus mandatos procedentes de los sectores más rancios, que la lista nos llevaría tiempo. Se trataba de que los poderes fácticos estuvieran tranquilos con los socialistas en todas las grandes instituciones y poderes del Estado. Todavía recordamos cuando Zapatero presumía de nombrar, como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, a un destacado miembro numerario del Opus, que se vio envuelto en escándalos de todo tipo, incluyendo viajes y hoteles para sus tórridos encuentros con amigos, como muestra de su pleitesía ante la Obra y ante el Partido Popular. Algo parecido ocurrió con los poderes económicos y financieros, capitaneados por una cuerda de neoliberalesdesde que Miguel Boyer fue primer ministro de economía con los socialistas, por no hablar de otros muchos altos cargos, presidencias en empresas públicas y diferentescargos.
De manera que las estructuras del Estado estaban tranquilas, el bipartidismo funcionaba a la perfección y el PSOE no ponía en riesgo sus intereses ni su poder. El pacto de no agresión con el PSOE funcionó a la perfección, aunque con el PP ese pacto nunca se llegó a firmar, porque con la familia, no se pacta. Pero la explosión del bipartidismo, la fragmentación política y el ascenso de Podemos, junto al problema catalán, removió a algunos de estos sectores, en coincidencia con el ascenso del neofascismo de Vox, alineado con otras fuerzas reaccionarias en todo el mundo que, en algunos países, llegaron a los gobiernos. El Juicio del proces y todo el malestar que se generó en amplios sectores sociales e institucionales, la llegada al poder de Vox y la deriva ultraderechista en la que el PP se ha instalado bajo el mandato de Casado, junto al gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos, con apoyo de los nacionalistas, han hecho el resto.
Esa amalgama reaccionaria formada por Vox y jaleada por los sectores más rancios del PP (tanto monta, monta tanto) no ha parado, desde el minuto uno de la llegada al poder del nuevo gobierno, de negar su legitimidad, acusándoles de todo tipo de maldades, adjetivándoles a diario con las descalificaciones e insultos más gruesos que se han escuchado en el Parlamento. Ya nos resulta cómico que se les llame un día tras otro proetarrasbolivarianosvenezolanosperroflautistascomunistasindependentistas. Y como los insultos no bastan, hasta se les llega a acusar de tener en sus venas sangre de terroristas, algo que dicho por quienes son los cachorrosde un dictador franquista asesino tiene hasta su poesía. Pero ya aprendimos que unos señalan y otros rematan, y ahora, delante de la casa de un vicepresidente del Gobierno y de una ministra tenemos concentradas a personas con pancartas que lo llaman terrorista. Y como hay barra libre, dirigentes del PP llaman a Pablo Iglesias por escrito “coletas”, y a continuación otro concejal de Vox publica un mensaje diciendo que al “coletas” le quedan pocos días de vida, y aquí no pasa nada. Nadie reprocha la actitud despreciable y nauseabunda a estos políticos y tampoco ninguna institución abre diligencias contra hechos tipificados en el código penal. Las instituciones del Estado, a lo suyo, buscando informes mutilados para ver si se puede mantener un sumario judicial delirante contra un Gobierno por la celebración del 8M solo en Madrid, en el mismo día en que se celebraron otros muchos mítines, manifestaciones, actos deportivos y concentraciones en toda España. El mismo día en que un alto dirigente de Vox, desde su mitin en Vista Alegre, publicaba en las redes sociales: “Ni coronavirus ni leches, la España viva es imparable”, antes de contagiarse junto con otros conmilitones.
Un proyecto reaccionario sin más de la mitad
Pero la operación de derribo sigue en marcha y parece que hay prisa en la extrema derecha por hacerse con los escombros. Para ello, están buscando el apoyo de instituciones del Estado, de la mano de altos funcionarios que en algunos puestos clave están echando toda la carne en el asador, con la gracia del Opus y jaleados desde ese vertedero de odio en el que han convertido las redes sociales y algunos medios conspiranoicos. Salvo los suyos, ya no hay sectores o grupos que no sean insultados un día tras otro, como el martillo pilón que se lanza contra un muro para derribarlo: inmigrantes, feministas, animalistas, homosexuales, gitanos, artistas, médicos, escritores, profesores, cineastas, personas de izquierda, activistas sociales, vascos, catalanes, además de toda esa caterva deproetarrasbolivarianosvenezolanosperroflautistascomunistasindependentistas. Es decir, mucho más de la mitad de los habitantes de este país llamado España y que con sus votos han permitido un gobierno de izquierdas, al que un día tras otro, la extrema derecha de Vox y sus hooligans del PP niegan cualquier legitimidad y quieren derribar mediante conspiraciones de todo tipo.
Y esta es la clave de todo, ¿qué proyecto de convivencia, de país y de gobierno pueden tener aquellos que están en minoría, negando legitimidad a quienes han alcanzado una mayoría política, desplegando una operación de conspiración para desalojarlos por vías no democráticas? Siguen sin comprender que su proyecto político reaccionario no es mayoritario y que nada se puede hacer tratando de dejar fuera a más de la mitad de los ciudadanos de este país, como sostienen un día tras otro.