Tendencias migratorias

A medida que las migraciones se han convertido en uno de los factores de enfrentamiento político, utilizado con demasiada frecuencia para generar división en la sociedad, son numerosas las instituciones, centros de investigación y académicos que dedican importantes esfuerzos a comprender mejor las causas, consecuencias e impactos de uno de los componentes fundamentales de la humanidad a lo largo de su historia.

Cuando todos los países trabajan para avanzar hacia una necesaria recuperación económica y social que permita superar las diferentes y profundas crisis que la pandemia ha arrojado sobre nuestras vidas, existe una importante preocupación por conocer cuáles van a ser los cambios que se han producido sobre los movimientos migratorios globales y restaurar la circulación de personas y trabajadores, fundamentales para un correcto funcionamiento de nuestras economías y sociedades. De hecho, comienzan a surgir voces que alertan en toda Europa sobre la necesidad urgente de contar con trabajadores extranjeros en países y sectores clave, en la medida en que el declive demográfico y los reajustes en la población laboral impedirán un normal funcionamiento de la economía de no contarse con estas personas.

Naciones Unidas, la Organización Internacional para las Migraciones, el Centro de Estudio sobre Refugiados de la Universidad de Oxford o el Instituto de Política Migratoria de Washington son algunos de los numerosos organismos que vienen analizando, con tanto detalle como rigor, la evolución sobre los procesos migratorios en el mundo, publicando periódicamente estudios que tratan de anticipar las tendencias futuras. En la medida en que las migraciones y los inmigrantes se han convertido en uno de los mayores elementos de polémica y enfrentamiento público, utilizados con frecuencia para hacer demagogia barata de corto recorrido, resulta importante poder disponer de información solvente que pueda anticipar la toma de decisiones y alimentar respuestas, algo que no forma parte, precisamente, de las costumbres en este país. Así las cosas, veamos algunas de las grandes tendencias y dinámicas mundiales sobre la migración, con una última reflexión referida a nuestro espacio cercano.

Existe unanimidad en destacar la disrupción histórica de la movilidad mundial que la pandemia de COVID-19 ha generado, con restricciones globales sin precedentes sobre los desplazamientos con consecuencias a largo plazo. A medida que avanzaba la pandemia y se sucedían las diferentes olas en todo el mundo, se limitaban los viajes, aumentaban los controles y cerraban fronteras. Esto ha llevado a que surgieran nuevas rutas migratorias informales, muchas de ellas más arriesgadas y de mayor sufrimiento, como ha sucedido en Canarias. Todo ello ha afectado de una manera especial a la acogida y asentamiento de refugiados, necesitados de protección internacional.

La pandemia ha impulsado una nueva era de control global sobre los movimientos internacionales, mezclándose las medidas sanitarias con los controles policiales. Las nuevas tecnologías digitales de reconocimiento y vigilancia van a extenderse en todo el mundo, afectando en algunos casos a espacios personales de privacidad altamente sensibles.

Estos años se han caracterizado por una interrupción muy profunda en la protección humanitaria, al cortarse de manera brusca las dinámicas de refugio y asilo, precisamente cuando la humanidad avanzaba sobre acuerdos recientes en esta materia, como el Pacto Mundial sobre Refugiados y el Global Compact de migraciones. En Europa, diferentes países se han negado a admitir incluso a solicitantes de asilo en frontera, en contra de repetidos y severos pronunciamientos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH); Estados Unidos ha limitado al máximo la acogida de refugiados; Argelia ha emprendido expulsiones masivas de migrantes y refugiados, al igual que otros países como Sudáfrica, Jordania y Bangladesh. Mientras las guerras y conflictos no se detenían, la pandemia aumentaba los rechazos contra migrantes y refugiados.

Sin embargo, por paradójico que parezca, durante la pandemia se ha producido una cierta revalorización del papel de los inmigrantes al demostrarse hasta qué punto la economía mundial depende de su aportación en sectores económicos clave. De hecho, un buen número de ellos fueron considerados “trabajadores esenciales”, al tiempo que desde la UE se aprobaban medidas urgentes para facilitar su movilidad. Profesionales sanitarios inmigrantes han sido esenciales en numerosos países para atender la pandemia o, incluso, en el avance de las vacunas contra la COVID-19. En algunos países ha calado la necesidad de un mayor reconocimiento hacia los inmigrantes que se traduzca en facilitar su tratamiento documental.

El cambio climático se ha convertido en un factor inequívoco que está impulsando la movilidad humana, alimentada por fenómenos naturales extremos y desastres naturales, las temporadas de huracanes devastadores, plagas, la sucesión de DANA, tormentas destructivas y las prolongadas sequías. Las alteraciones en el clima se han convertido así en un factor esencial para comprender las migraciones forzosas en el mundo, aumentando la vulnerabilidad de millones de personas y siendo un nuevo foco de conflictos.

Y, finalmente, se consolidan nuevas rutas migratorias, como la del corredor argelino por el Mediterráneo, que llega hasta nuestras costas alicantinas, a la vez que las dinámicas, grupos y comunidades de inmigrantes en nuestros países y ciudades son cada vez más complejas e incluso poliédricas, exigiendo de nuevos elementos de comprensión sobre trayectorias vitales novedosas. No podemos seguir interviniendo sobre las migraciones y los inmigrantes del siglo XXI con las herramientas, políticas e instrumentos del siglo pasado.

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