Una ayuda vital para millones de palestinos

El día después de que la Corte Internacional de Justicia de La Haya, tras analizar la acusación presentada por Sudáfrica, dictaminara que hay evidencias ciertas contra Israel de estar realizando un genocidio en Gaza contra la población palestina, existiendo un peligro real e inminente de causar un daño irreparable a los derechos que protege la “Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio”, los servicios secretos israelíes difundieron a diarios estadounidenses un informe en el que aseguraban que doce trabajadores de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA) habrían participado en los ataques de Hamás, del pasado 7 de octubre, en los que 1.200 israelíes murieron y otros 250 fueron capturados como rehenes.

A pesar de que la Corte de La Haya, en una sentencia histórica, obligara a Israel a tomar medidas urgentes e inmediatas para impedir actos genocidas contra los refugiados palestinos por su ejército, deteniendo y castigando cualquier incitación a cometerlos, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aclaró de inmediato la respuesta de su gobierno, afirmando: “ni La Haya ni nadie nos va a parar”. Y efectivamente, los bombardeos indiscriminados, los asesinatos contra la población palestina en Gaza, la destrucción y la barbarie han continuado sin miramientos, aumentando el salvajismo y la inhumanidad contra una población indefensa que vive encerrada en campos de refugiados en situaciones extremadamente penosas, al límite de la supervivencia.

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Giro migratorio

En el inicio del nuevo año, el debate migratorio está ocupando un papel muy importante, anunciando que se va a convertir en uno de los asuntos estrella en numerosos países y gobiernos del mundo en coincidencia con la convocatoria de numerosas citas electorales que este año se celebrarán, desde el Parlamento Europeo, hasta Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, por señalar algunos casos.

Por un lado, la multiplicación de guerras y conflictos sangrientos en diferentes lugares del mundo está elevando de manera significativa el número de refugiados, desplazados internos y solicitantes de asilo, superando por vez primera los 103 millones de personas en 2022, un 15% más que el año anterior. Contrariamente a la creencia extendida, el grueso de esos solicitantes son acogidos por países de renta baja o media, un 83% del total según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

Pero al mismo tiempo, la crisis climática está impulsando con fuerza un nuevo tipo de migraciones ambientales que está creciendo año a año de manera imparable, ascendiendo a más de 32 millones de personas también en 2022, atendiendo a las cifras recogidas por el Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento (IDMC).

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Tendencias migratorias

A medida que las migraciones se han convertido en uno de los factores de enfrentamiento político, utilizado con demasiada frecuencia para generar división en la sociedad, son numerosas las instituciones, centros de investigación y académicos que dedican importantes esfuerzos a comprender mejor las causas, consecuencias e impactos de uno de los componentes fundamentales de la humanidad a lo largo de su historia.

Cuando todos los países trabajan para avanzar hacia una necesaria recuperación económica y social que permita superar las diferentes y profundas crisis que la pandemia ha arrojado sobre nuestras vidas, existe una importante preocupación por conocer cuáles van a ser los cambios que se han producido sobre los movimientos migratorios globales y restaurar la circulación de personas y trabajadores, fundamentales para un correcto funcionamiento de nuestras economías y sociedades. De hecho, comienzan a surgir voces que alertan en toda Europa sobre la necesidad urgente de contar con trabajadores extranjeros en países y sectores clave, en la medida en que el declive demográfico y los reajustes en la población laboral impedirán un normal funcionamiento de la economía de no contarse con estas personas.

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El humo de los refugiados

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Por distintos motivos, en los últimos meses, distintas informaciones y decisiones sobre los refugiados en España han generado sorpresa y desconcierto. Es cierto que la política de asilo y refugio en España, por llamarla de alguna manera, lleva demasiados años abandonada a su suerte, de espaldas a los compromisos jurídicos internacionales que nuestro país tiene en este campo y ajena a los conflictos, guerras y tragedias que vienen asolando el mundo y que obligan a millones de personas a abandonar sus hogares. La solución, nada sencilla, requiere del principio de solidaridad compartida que impulsa las Naciones Unidas, afrontando de manera conjunta los nuevos desafíos que plantean los desplazamientos forzosos hoy en día.

El sistema de protección internacional en nuestro país ha sufrido históricamente de una deliberada desidia, tanto en la lamentable situación de las Oficinas de Asilo y Refugio (OAR), como en la falta de medios y personal imprescindible para atender con humanidad a las personas solicitantes de asilo en España, lo que ha supuesto la vulneración de directivas europeas y compromisos internacionales, al tiempo que se añadía sufrimiento a personas y familias que ya acumulan demasiado dolor. Los enormes desajustes en un sistema de asilo que solo admite a trámite y acepta una de cada cuatro solicitudes de asilo, una de las más bajas tasas de Europa, con tardanzas en la tramitación de solicitudes que llegan con frecuencia a cerca de dos años, la progresiva acumulación de expedientes sin resolver, junto a los criterios frecuentemente políticos y no humanitarios a la hora de conceder los reconocimientos de asilo y protección internacional, añaden intranquilidad a los afectados, quienes al acceder al sistema de refugio en España se sumergen en un limbo intemporal de consecuencias desconocidas.

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Refugiados abandonados

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Desde hace años, diferentes gobiernos en España han desatendido de manera premeditada sus obligaciones en materia de asilo y refugio, sometiendo a todo el sistema de protección internacional, que nos obliga como país y amparado por el Derecho Internacional, a un deliberado abandono. La lamentable situación de las oficinas de asilo y refugio (OAR), la clamorosa falta de personal y recursos, junto a la ausencia de medios y dispositivos adecuados para gestionar las demandas recibidas y atender con humanidad a las personas solicitantes de asilo en España suponía, en muchos casos, una vulneración de las directivas europeas y de nuestros compromisos internacionales en la materia, además de un sufrimiento añadido a personas que acumulan demasiado dolor.

Todo ello es algo conocido por las ONG especializadas, investigadores y los propios Defensores del Pueblo (estatal y autonómicos), que han insistido en ello con énfasis en los últimos años, siendo también recogido por diferentes medios de comunicación. A su vez, la mal llamada “crisis de los refugiados” que ha vivido Europa con especial intensidad en los años recientes, en coincidencia con la llegada masiva de solicitantes de asilo y migrantes forzosos hasta las costas europeas, muchos de ellos personas y familias que trataron de escapar de la guerra en Siria, sacudió las conciencias de un buen número personas, deseosas de poder colaborar para resolver la grave situación creada, sin que ello fuera atendido por el Gobierno del PP, que incluso incumplió las obligaciones del Consejo Europeo sobre Migración de septiembre de 2015 para acoger en España en régimen de reubicación y reasentamiento a 17.337 refugiados en dos años.

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Comprender las migraciones

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Desde hace demasiado tiempo, Europa no comprende adecuadamente el significado de las migraciones que se viven a sus puertas y sus dirigentes mantienen una visión postcolonial sobre los países de donde proceden los inmigrantes. La misma visión que tuvieron los países europeos en la Conferencia de Berlín de 1885, cuando se repartieron África para detener la expansión de los salvajes paganos que allí vivían, proponiéndose “instruir a los nativos y llevarles las bendiciones de la civilización occidental”, como rezaba el artículo IV del acuerdo suscrito por los estados que se apropiaron del continente por aquel entonces. Y no estoy defendiendo, en absoluto, que un buenismo ilimitado y tontorrón sirva para abordar adecuadamente desafíos tan complejos, ni mucho menos. Muy al contrario; necesitamos rigor histórico, conocimiento científico y un análisis empírico de una realidad que, con demasiada frecuencia, se nos hurta, se desdibuja o se ignora deliberadamente cuando hablamos de procesos migratorios.

Empecemos por asumir que estamos ante un fenómeno tan ambivalente como complejo, que no se puede plantear en términos lineales, siendo históricamente consustancial a todos los pueblos en todos los tiempos. La capacidad de emigrar con éxito es una de nuestras señas de identidad y una de las razones que explican nuestro fantástico avance evolutivo. Por si fuera poco, el proceso de globalización, la mejora y el abaratamiento de los medios de transporte y el avance de las telecomunicaciones han llevado a que las migraciones se hayan convertido en una dimensión central de nuestros tiempos, como han señalado las Naciones Unidas, estimuladas por las enormes desigualdades existentes a nivel mundial, no solo en términos de recursos y salarios, sino también de derechos, de futuro, de seguridad y de condiciones de vida.

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Ahmad y Houda

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Vivían felizmente, como tantos otros matrimonios en el mundo, hasta que la guerra estalló con toda su crueldad y convirtió su ciudad en un infierno del que tuvieron que escapar para salvar su vida y la de sus dos hijos. Ahmad, el padre, había conseguido una plaza como profesor de Física en la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Alepo, en Siria, manteniendo relaciones muy cordiales con académicos de otros países. Su mujer, Houda, cuidaba de la casa y de los pequeños Fátima, de siete años, y Mazen, de tres, a los que les gustaba ir a la escuela y hacer los deberes con el padre por la tarde, cuando regresaba de la universidad.

Pero la vida es caprichosa y cambia los destinos de las personas de un día para otro. De manera que en julio de 2012 los combates que sabían se estaban produciendo en algunos lugares del país llegaron hasta su localidad, Alepo, y en pocos días la ciudad más importante de Siria, con un hermoso casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se convirtió en un campo de batalla, con bombardeos, escombros y los temidos barriles bomba lanzados desde helicópteros, con su carga de muerte indiscriminada.

Durante los primeros meses resistieron temerosos, viendo el avance de las tropas rebeldes del frente islámico, pero a medida que los combates se intensificaban y los milicianos de Al-Nusra tomaban la ciudad e imponían la Sharia más rigorista, empezaron a asustarse porque sabían de detenciones y fusilamientos. Ahmad y Houda eran buenos musulmanes, pero con una mentalidad tolerante y con buenos amigos entre profesores europeos, lo que les convertía en sospechosos. De manera que en 2014, cuando la guerra se recrudecía y los asesinatos de conocidos se multiplicaban, escaparon de Alepo por Turquía, pagando a un conocido traficante de personas con todos sus ahorros.

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Refugiados: propuestas tras el fracaso

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A dieciséis días de que finalice el plazo que Europa se dio para dar respuesta a la mal llamada crisis de los refugiados, que alcanzó su máxima intensidad hace dos años y que desembocó en el solemne acuerdo del Consejo Europeo sobre Migración suscrito en septiembre de 2015 por todos los presidentes de países europeos, para acoger la exigua cifra de 160.000 personas en dos años, en régimen de reubicación y reasentamiento, podemos ya hablar de deliberado incumplimiento de este compromiso. Y con ello, un descalabro que ha certificado la indolencia sobre refugiados y migrantes forzosos como consecuencia del incumplimiento de las obligaciones jurídicas derivadas del derecho internacional en materia de asilo y refugio. Y al Gobierno español le corresponde una parte de ese incumplimiento, en la medida en que de los 17.337 asignados, únicamente ha acogido a un 11% de ellos, 1.887 refugiados en los dos años en los que el acuerdo ha estado en vigor.

Más allá de insistir en el significado de este grave fracaso político que contribuye a debilitar la credibilidad del proyecto europeo ante sus ciudadanos y ante el mundo en unos momentos particularmente críticos, dañando los principios y valores fundamentales que alimentaron la creación de la Unión Europea y erosionando las obligaciones jurídicas y éticas de Europa en materia de solidaridad y derecho internacional, es importante que tratemos de reflexionar para reforzar nuestra capacidad de respuesta ante tragedias humanitarias como las que seguimos viviendo y sin duda se repetirán.

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Europa y la tragedia migratoria que no cesa

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A medida que los meses avanzan y la parálisis en la Comisión Europea aumenta, las cumbres que se celebran sobre inmigración irregular y refugiados solo sirven para certificar la descomposición política y moral que atraviesan sus dirigentes, empeñados en incumplir y vulnerar todos los acuerdos adoptados con anterioridad, que son sustituidos por otros nuevos que ya han demostrado sobradamente su fracaso. Así, las conclusiones que la Comisión hizo públicas tras su reunión del 2 de marzo demuestran que los dirigentes europeos han decidido hacer concesiones a un nacionalismo xenófobo, aturdidos por la llegada de un Donald Trump que no oculta sus deseos de fracturar y debilitar a la UE y sometidos a la negociación del Brexit con Reino Unido. Solo esta decidida voluntad por incumplir todos los acuerdos firmados con anterioridad por los gobernantes europeos en materia migratoria y de asilo, junto a ese nuevo rumbo que están adoptando, en sintonía con el populismo xenófobo más rancio, puede explicar la situación de parálisis y fracaso deliberado en la gestión de la política migratoria y de refugio.

Tras cuatro años de cruenta guerra en Siria, asistiendo con pasividad al éxodo de millones de refugiados, la Comisión Europea que hasta entonces había visto con pasividad esta tragedia, se inventa en mayo de 2015 lo que llama la “Agenda Europea de Migración”, que presenta como respuesta y solución a las migraciones en Europa y a las necesidades de protección de los refugiados que llegan. En esta Agenda, que se presentó por los gobernantes europeos como la respuesta política y humanitaria más eficaz, se establecía el compromiso de Europa de “ofrecer una respuesta rápida para salvar vidas humanas” de los refugiados que llegaban por mar hasta Europa, mediante una “bienvenida manifestación de solidaridad que se mantendrá mientras persista la presión migratoria”.

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De crisis de refugiados a crisis europea

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La cumbre de alto nivel celebrada esta semana en Naciones Unidas sobre refugiados e inmigrantes ha servido de bien poco, repitiendo esa retórica hueca y esas frases vacías que se manosean una y otra vez hasta acabar por perder el alma y el sentido. Que hay que regular las migraciones y respetar a los refugiados estableciendo canales legales que respeten el derecho internacional; que las migraciones han sido siempre positivas desde el punto de vista social, cultural, económico y laboral, apoyando el desarrollo tanto en los países que los reciben como en los países de origen que se benefician de las remesas que mejoran el bienestar de sus familiares; que hay que garantizar migraciones seguras, ordenadas, regulares y responsables. Todo esto es algo sabido y estudiado, que se repitió prácticamente con las mismas palabras en la cumbre celebrada el año anterior también en Naciones Unidas y en otros muchos foros, cumbres y reuniones internacionales.

Mientras gobiernos y líderes mundiales pronuncian una y otra vez las mismas frases vacías de contenido, miles de inmigrantes y refugiados mueren ahogados en el Mediterráneo y en el mar de Andamán, o fallecen abandonados en manos de grupos criminales o por el hambre en el corredor centroamericano, el Sahel o el Cuerno de África. Otros muchos, con mejor suerte, se hacinan en campos de refugiados en países como Grecia, viviendo en condiciones que nos recuerdan a los campos de concentración. No es de extrañar que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, haya dicho esta misma semana que “el mundo es un lugar horrible en manos de gobiernos que cometen atrocidades”.

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