Migraciones africanas: mitos y certezas

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Sin duda, la inmigración es uno de los grandes elementos de debate en la sociedad, que se intensifica ante acontecimientos como el rescate de migrantes y refugiados en aguas del Mediterráneo, como sucede en los últimos tiempos. Es entonces cuando se multiplican opiniones y declaraciones de distinta naturaleza, algunas llevadas por el miedo y el desconocimiento, otras tratando de difundir mensajes falsos y alarmistas, junto a un buen número de comentarios que, impulsados por los buenos sentimientos, se hacen eco de algunos mitos que, de forma interesada, se repiten desde sectores reaccionarios. El resultado de todo ello es que cada vez ocupan más espacio los exabruptos, el griterío y las falacias que, como la lluvia fina, acaban por calar en la gente, frente al conocimiento preciso, derivado del estudio, la investigación y el análisis empírico de un fenómeno tan complejo como multidimensional.

Lo paradójico es que cuantos más esfuerzos se hacen para conocer, estudiar, investigar e intervenir sobre las migraciones, cuantas más personas, instituciones, investigadores, universidades y centros se dedican a su estudio, más parecen avanzar entre la población ideas preconcebidas, sentimientos de rechazo y afirmaciones carentes de rigor que en nada ayudan a comprender mejor los procesos migratorios. Y es posible que una parte de responsabilidad la tengamos quienes nos dedicamos a su análisis e investigación académica, recluidos en nuestros círculos universitarios, en nuestras revistas científicas de impacto y en tantos congresos de consumo interno. Siempre he creído que el conocimiento científico y riguroso debe acercarse a la sociedad a través de diferentes caminos, desbordando los diques en los que habitualmente está confinado. Con mayor motivo cuando hablamos de asuntos con tanto impacto entre la ciudadanía y los responsables políticos como la inmigración.

De manera que tenemos por delante un enorme trabajo para mejorar el conocimiento real sobre los fenómenos migratorios, sus orígenes, impactos y consecuencias, en origen y destino, sin dejarnos llevar ni por buenismos desenfocados ni tampoco por discursos complacientes. Y este desafío resulta particularmente importante en estos tiempos en los que el grito, el insulto y la ocurrencia fácil intoxican con demasiada frecuencia a la opinión pública. Intentemos así aportar algunas certezas sobre las migraciones africanas, origen de buena parte de las migraciones que cruzan el Mediterráneo.

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Comprender las migraciones

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Desde hace demasiado tiempo, Europa no comprende adecuadamente el significado de las migraciones que se viven a sus puertas y sus dirigentes mantienen una visión postcolonial sobre los países de donde proceden los inmigrantes. La misma visión que tuvieron los países europeos en la Conferencia de Berlín de 1885, cuando se repartieron África para detener la expansión de los salvajes paganos que allí vivían, proponiéndose “instruir a los nativos y llevarles las bendiciones de la civilización occidental”, como rezaba el artículo IV del acuerdo suscrito por los estados que se apropiaron del continente por aquel entonces. Y no estoy defendiendo, en absoluto, que un buenismo ilimitado y tontorrón sirva para abordar adecuadamente desafíos tan complejos, ni mucho menos. Muy al contrario; necesitamos rigor histórico, conocimiento científico y un análisis empírico de una realidad que, con demasiada frecuencia, se nos hurta, se desdibuja o se ignora deliberadamente cuando hablamos de procesos migratorios.

Empecemos por asumir que estamos ante un fenómeno tan ambivalente como complejo, que no se puede plantear en términos lineales, siendo históricamente consustancial a todos los pueblos en todos los tiempos. La capacidad de emigrar con éxito es una de nuestras señas de identidad y una de las razones que explican nuestro fantástico avance evolutivo. Por si fuera poco, el proceso de globalización, la mejora y el abaratamiento de los medios de transporte y el avance de las telecomunicaciones han llevado a que las migraciones se hayan convertido en una dimensión central de nuestros tiempos, como han señalado las Naciones Unidas, estimuladas por las enormes desigualdades existentes a nivel mundial, no solo en términos de recursos y salarios, sino también de derechos, de futuro, de seguridad y de condiciones de vida.

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Esclavos a las puertas de Europa

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El dolor cumple una función trascendental para todos nosotros en la medida en que la sensación que produce emite una señal de alerta ante una lesión, un peligro o una disfunción, avisándonos de esta forma para corregir o evitar el motivo causante de la dolencia, evitando así el riesgo que nos puede generar. Es así que la insensibilidad ante el dolor es una disfunción grave que puede provocar importantes riesgos para nuestra salud al no identificar lesiones, enfermedades o peligros para nuestro organismo. Sin embargo, de manera llamativa, nuestra sociedad se ha acostumbrado a no reaccionar ante cada vez más sucesos dolorosos que se producen, que por el contrario deberían de sacudir nuestra conciencia por su extrema gravedad. El último de ellos ha sido la emisión reciente de un documental por la cadena estadounidense CNN en el que se certifica algo que desde hace tiempo se ha venido denunciando, sin mucho éxito por cierto, como es la subasta de inmigrantes en Libia, vendidos como esclavos por poco más de 400 dólares.

La gravedad de los hechos recogidos por las imágenes no representa, ni siquiera, una mínima parte de la extrema crueldad e inhumanidad que desde hace años sufren los inmigrantes de toda África que llegan hasta este país para emprender un incierto viaje hacia Europa y que, en demasiadas ocasiones, se ha visto truncado de las formas más espantosas. Se calcula que unos 20.000 inmigrantes pueden haber sido capturados por las múltiples tribus, milicias y bandas criminales que campan a sus anchas en un país sumido en el caos absoluto, convertido en un Estado fallido seis años después de la desastrosa intervención militar europea que concluyó matando a Muamar el Gadafi. Los vídeos estremecedores de asesinatos masivos de inmigrantes capturados por algunos de esos grupos criminales que se han hecho con pequeñas zonas del país llevan tiempo en las redes sociales, sin que ningún gobierno occidental u organismo de las Naciones Unidas haya movido un solo dedo para evitar tanto espanto.
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