Debates y controversias en la cooperación al desarrollo

Mi último libro, «Debates y controversias en la cooperación al desarrollo. Fondos privados de ayuda, acuerdos neocoloniales y ayuda a refugiados», (Alicante, 2020) sale a la luz publicado por la Universidad de Alicante, en su colección de materiales docentes.

Si algo demuestra este libro es que, la ayuda al desarrollo, lejos de construir, fortalecer o impulsar estructuras o procesos que den respuesta a las necesidades de las personas más necesitadas, con demasiada frecuencia las anula o desmantela bajo la lógica del libre mercado, del impulso a las empresas privadas y del avance de acuerdos comerciales asimétricos que reproducen dinámicas neocoloniales. Salvo en su versátil cooperación descentralizada, la débil cooperación estatal promovida por España ha ido incorporando con el tiempo un buen número de las prácticas internacionales más neoliberales y posibilistas, debilitando y dañando valiosas intervenciones con organizaciones y movimientos en países empobrecidos, al tiempo que erosionaba cualquier atisbo de razón crítica. Por ello es tan necesario repensar la teoría y la práctica de la ayuda al desarrollo, en lugar de seguir impulsando por inercias prácticas dañinas, como se exponen en este trabajo.

En este libro su autor reivindica la necesidad de análisis rigurosos del conjunto de procesos políticos, económicos, ecológicos y comerciales que están presentes en las políticas e intervenciones de la ayuda al desarrollo, reformulando en profundidad el significado de la solidaridad global para superar viejos paradigmas y muchas de las interesadas políticas fracasadas que la modelan. Para ello, hoy más que nunca, es importante insistir en la importancia de conceptos como justicia, libertad, emancipación, derechos y dignidad, que orienten unas políticas de ayuda al desarrollo que, con demasiada frecuencia, han olvidado estos principios, para tratar de ponerse al servicio del capital y dar más poder a las élites económicas. Sin esperanza, no hay futuro, y la ayuda al desarrollo tiene que ser constructor de un futuro esperanzador.

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Los saharauis esperan

En los últimos meses, se vienen sucediendo noticias llamativas en torno al norte de África que tienen a Marruecos como protagonista. Este país, que siempre ha llevado a cabo una política exterior extraordinariamente agresiva y provocadora, no está dudando en ampliar las tensiones en su área de influencia, tratando de utilizar todos los medios que tiene a su alcance.

​A la continua llegada de pateras hasta las Islas Canarias procedentes de las costas marroquíes, se suman varios incidentes protagonizados por aviones de su Real Fuerza Aérea que han hecho incursiones deliberadas en el espacio aéreo de España, junto a la anexión unilateral de aguas cercanas al archipiélago canario en litigio, que han pasado a ser consideradas de su propiedad como adscritas a su Zona Económica Exclusiva (ZEE), para lo cual ha ampliado el alcance de las 200 millas que reconocen los tratados internacionales a las 350 actuales, publicando tal anexión en su Boletín Oficial del Reino en plena pandemia, en el mes de abril. Al mismo tiempo, Marruecos mantiene cerradas sus fronteras con España, con la excusa del coronavirus, habiéndose negado a admitir la entrada de trabajadores marroquíes desde nuestro país, mientras no ha parado de reclamar millonarias ayudas de la UE para el control de sus fronteras, a la vez que ha anunciado la compra de armamento ultramoderno por cantidades muy elevadas a los Estados Unidos, como avanzados drones y aviones de combate F-35, emprendiendo diferentes incidentes militares al violar la zona de exclusión de Guerguerat, que conecta el Sáhara Occidental con Mauritania, declarada como desmilitarizada mediante acuerdo firmado con las Naciones Unidas por el Reino de Marruecos y el Frente Polisario.

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Uno de 26 millones

Escribir desde el convencimiento de que eres uno de los 26 millones de hijos de puta a los que, según altos militares retirados, hay que fusilar, no es muy estimulante. Pero también es cierto que solo soy uno más de todos esos millones de ciudadanos de este país a los que estos mandos del Ejército jubilados sueñan con quitarse de en medio en sus conversaciones golpistas.

​Resulta llamativa la cifra, ya que al representar a más de la mitad de la población dan por hecho que están en minoría, como les sucede en el Parlamento. Lo que no está tan claro es que este país tenga suficientes cunetas para enterrar a tanto fusilado, como ya pasó tras la Guerra Civil. Claro que estoy seguro de que entre los muchos amigos de estos militares ultraderechistas siempre habrá algún avispado promotor inmobiliario -emprendedores los llaman- que pueda comenzar a vender promociones de sepulturas con vistas al mar.

​Es desalentador saber que tanto dinero pagado para formar a estos altos cargos del Ejército ya retirados, con lo mejorcito de nuestras academias militares y de las escuelas de Altos Estudios de la Defensa y de Estado Mayor, no les ha servido, siquiera, para saber lo que es un Estado democrático y de derecho con un sistema parlamentario representativo, algo básico en los estudios de educación secundaria. Porque empeñarse en defender la necesidad de cambiar un gobierno que tiene la mayoría parlamentaria, por la fuerza de las armas, demuestra la nula cultura democrática y política que tienen generales y coroneles que juraron defender a su país y a sus habitantes.

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75 aniversario de las Naciones Unidas

En un año dominado por la pandemia del covid 19, en medio de una crisis social y económica de dimensiones épicas y cuando tensiones mundiales causadas por problemas como el cambio climático, las migraciones forzosas y una desigualdad creciente no dejan de agigantarse, hablar del 75 aniversario de las Naciones Unidas, cumplido hace unas pocas semanas, puede parecer inoportuno al ser tantos los malestares y desafíos. Sin embargo, muy al contrario, estamos ante una de esas conmemoraciones que tenemos que rememorar con una cierta satisfacción, a pesar del balance insatisfactorio de su andadura a lo largo de estos tres cuartos de siglo.

​El 25 de octubre de 1945 fueron ratificados los estatutos de una novedosa Organización de las Naciones Unidas (ONU), aprobados tres meses antes en la llamada Carta de San Francisco, celebrándose la primera Asamblea General de los países miembros en enero de 1946. Esta inédita institución formaba parte de la nueva arquitectura internacional impulsada por Estados Unidos tras la devastadora Segunda Guerra Mundial, sumándose a las organizaciones surgidas con anterioridad en la conferencia de Bretton Woods, de julio de 1944, en la que vieron la luz el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Fomento (BIRF), embrión del Banco Mundial.

​En un mundo asolado por un conflicto global nunca antes visto en la humanidad, las Naciones Unidas trataban de ser una organización novedosa, capaz de promover la paz al limitar el uso de la fuerza entre países mediante instrumentos jurídicos y políticosque garantizaran el respeto al derecho internacional, promoviendo unos derechos humanos básicos inherentes a la dignidad humana. El reconocimiento a la soberanía de los Estados, junto al impulso a los procesos de descolonización que por aquel entonces se extendían en países del Sur, eran piezas fundamentales para crear espacios de colaboración entre los diferentes países que permitieran impulsar la estabilidad, la prosperidad y la cooperación global para la solución de los problemas en el mundo. Uno de sus éxitos se demuestra al comprobar cómo esta institución ha pasado de contar con los 50 países que pertenecían en sus inicios, a los 193 que forman parte en la actualidad, la totalidad de la humanidad.

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