Más pateras y más inmigrantes

Nuevamente, comprobamos que la llegada de pateras hasta las costas del Mediterráneo procedentes del litoral argelino, como vemos en Alicante, se sucede a lo largo de todos los meses. Efectivamente, las pateras que llegan hasta nuestras costas han pasado de ser estacionales y concentrarse en la temporada de verano, como sucedía hace unos años, a ser permanentes y recibirse en un goteo continuado. Y es que la ruta migratoria desde Argelia hacia el litoral Mediterráneo, y particularmente hasta Alicante, ha pasado a convertirse en uno de los itinerarios clandestinos utilizados por los traficantes de personas desde el norte de África hasta Europa, algo que no se acaba de comprender bien por parte de instituciones y responsables públicos.

No hay duda de que, con los años, han mejorado extraordinariamente las capacidades y dispositivos de detección, salvamento y acogida de migrantes que vienen en patera hasta nuestras costas por parte de diferentes áreas, servicios y profesionales. Es algo muy importante, no solo desde el punto de vista policial y de la seguridad, sino especialmente para salvar vidas y dar la adecuada acogida inicial a quienes realizan una travesía clandestina dura y peligrosa, en la que arriesgan sus vidas, como con demasiada frecuencia comprobamos en numerosos naufragios con víctimas. De hecho, en el proyecto “Missing Migrants”, de seguimiento de inmigrantes muertos a lo largo de sus desplazamientos por el mundo, desplegado por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), se contabilizan 81 personas fallecidas en la ruta desde Argelia hasta las costas españolas del Mediterráneo.

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Extractivismo eléctrico castizo

Cuando en el año 2012 se formuló la famosa “teoría de las élites extractivas”, que se convirtió rápidamente en una de las hipótesis académicas de moda para explicar el fracaso de los países, nunca imaginarían sus autores que diez años después sus tesis tomarían cuerpo en la España democrática del siglo XXI, de la mano de una oligarquía económica que lucha, con uñas y dientes, por mantener sus privilegios franquistas en las compañías eléctricas. Aunque bien es cierto que aquí, esa definición sobre este sector debería llamarse “extractivismo eléctrico castizo”, para darle mayor precisión conceptual y también para definir algunos rasgos de la chulería macarra con los que actúa.

            Daron Acemoglu, profesor de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y James A. Robinson, profesor también de Economía en la Universidad de Harvard, trataron de conocer las razones por las que unos países prosperan y otros no lo hacen, a pesar de tener condiciones similares. Para ello, analizaron a conciencia variables de distinta naturaleza que iban más allá de las habituales, llegando a la conclusión de que son el buen funcionamiento de las instituciones y la naturaleza de sus élites las que hacen prosperar las naciones. Según estos investigadores, cuando las élites de un estado se dedican a la pura acumulación de capital, por encima del bien común, mediante la extracción de recursos a los ciudadanos, los países fracasan sometidos por instituciones modeladas al servicio de grupos minoritarios que buscan mantener sus privilegios.

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Otra nueva crisis de refugiados en el peor momento

En las últimas semanas, un buen número de los 705 diputados y sus asistentes que recorren el edificio del Parlamento europeo en la rue Wiertz, en Bruselas, comparten en los corrillos su preocupación por la situación en Afganistán y el temor a que estalle otra nueva crisis de refugiados en el peor momento posible para la UE. Sería mucho peor que cuando en 2015 se desató el mayor éxodo de refugiados hacia Europa desde la Segunda Guerra Mundial a través del Mediterráneo, en coincidencia con la guerra en Siria.

La pésima gestión que la UE y los países europeos han hecho a lo largo de estos años en su política migratoria y de asilo, el ascenso de las ideas de rechazo a los inmigrantes en el conjunto de Europa, los continuos desafíos autoritarios y contra las políticas de la Unión que especialmente desde Hungría y Polonia se vienen protagonizando, junto a la mala experiencia aportada por el carísimo acuerdo con Turquía para la gestión de los flujos de refugiados en sus fronteras han abierto importantes brechas en la política comunitaria que hacen imposible llegar a acuerdos básicos en estas materias.

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Luces y sombras del Ingreso Mínimo Vital

La emergencia sanitaria causada por la pandemia global de Covid-19 desencadenó, desde sus inicios, una gigantesca crisis económica, cuyo efecto más inmediato fue una profunda interrupción de la actividad laboral para numerosos trabajadores. Así, mientras los países occidentales se volcaban en atender a la población afectada, salvar vidas y contener la epidemia, numerosas familias veían desaparecer sus ingresos esenciales de un día para otro, generándose situaciones de pobreza y necesidad sobrevenidas en un marco de incertidumbre y miedo al futuro.

El “parón” en la actividad económica afectó de manera inmediata a un buen número de sectores, llevando a otros muchos a un estado de “hibernación”, incidiendo especialmente sobre colectivos de rentas bajas, en condiciones laborales precarias y situación vulnerable, vinculados a actividades particularmente sensibles a la crisis, como el turismo, la hostelería, el ocio, el comercio, el transporte y los trabajadores autónomos, entre otros muchos.

A diferencia de lo sucedido en la anterior crisis vivida durante la Gran Recesión, de inmediato se desplegaron desde el Gobierno medidas de contención que trataban de paliar los daños sobre los trabajadores, como los ERTE y las ayudas por cese de actividad para autónomos, que han sido acompañadas de otras muchas para diferentes sectores y colectivos, contribuyendo también las comunidades autónomas junto a los ayuntamientos. En la medida en que la pandemia y sus efectos siguen entre nosotros, es pronto para valorar adecuadamente el alcance de todos estos dispositivos, en muchos casos novedosos, aunque los datos demuestran que han servido para mitigar de manera significativa el impacto de la crisis entre numerosos colectivos, conteniendo el aumento de la emergencia social.

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