Bajar impuestos

Una y otra vez, año tras año, al margen de cualquier racionalidad económica, con independencia de si atravesamos una crisis o salimos de ella, de si tenemos un mayor déficit fiscal o si necesitamos reforzar servicios públicos esenciales, la derecha plantea la rebaja de impuestos como receta universalmente válida, a pesar de que sus efectos no sean, ni mucho menos, los que predican. Efectivamente, la bajada de impuestos se ha convertido en el amuleto electoral que una y otra vez el Partido Popular agita cuando quiere llegar al Gobierno, aunque luego, cuando lo hace, olvida esa especie de barra libre fiscal que exigen de manera machacona.

¿Que entramos en una gigantesca recesión económica, como la que vivimos durante la pasada crisis financiera? Pues la derecha no para de pedir rebaja de impuestos. ¿Que conseguimos iniciar la recuperación económica? Pues a bajar impuestos también. ¿Que se desencadena una pandemia histórica, de consecuencias nunca vistas, que exige del Estado redoblar su sistema de protección y atención a los más afectados? Pues también hay que bajar impuestos, y con rapidez, aunque no paren de pedir más y más ayudas para sectores económicos y profesionales. ¿Que erupciona un volcán, sube la luz o hay huelga de camioneros? Pues nada mejor que bajar impuestos. Y por supuesto, si entramos en un escenario incierto de crisis energética, guerra a las puertas de Europa, encarecimiento de materias primas e interrupción en las cadenas globales de suministros, pues también se pide, si cabe con mayor insistencia, reducir y reducir más impuestos, como única respuesta a problemas globales de una extraordinaria complejidad.

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Carolinas resiste

Quedo para charlar en uno de los lugares emblemáticos de Carolinas Bajas, la librería y cafetería Fahrenheit 451, convertida en símbolo de los cambios que está viviendo este barrio, con tres de los vecinos que impulsan desde hace años su hermoso dinamismo hasta convertirse en símbolo del nuevo movimiento vecinal de Alicante. Pero del movimiento vecinal real, comprometido, el que está con la gente y no se pliega a convertirse en simples comparsas de los gobernantes municipales, luchando contra las adversidades y la falta de apoyo para dinamizar uno de los barrios más importantes de la ciudad, construyendo alternativas ante años de abandono.

Quedar una tarde de lluvia en Alicante, ante una mesa camilla y con un café, para charlar sobre un barrio combativo de la ciudad, rodeados de buenos libros, hace que las horas te envuelvan sin tener conciencia del tiempo, escuchando, aprendiendo y conociendo cómo hay muchas personas que no se resignan a que esta ciudad se consuma por la desidia, trabajando a pie de calle para impulsar dinámicas sociales y vecinales innovadoras que apuestan por la revitalización ciudadana a pie de calle.

Con pasión y entusiasmo, Sento Oncina, Anne Ponsart y Fernando Patón me explican toda la trama de actividades que se llevan a cabo en este barrio, las muchas iniciativas singulares que reivindican espacios olvidados, que tratan de regenerar lugares abandonados, que construyen convivencia, que apoyan a la gente más desprotegida, que impulsan propuestas de cultura, deporte, ocio, encuentro, convivencia y fiesta ante el desierto que sufren desde las concejalías del Ayuntamiento y sus responsables políticos. Son tantas las actividades que me van explicando que me cuesta anotarlas en mi cuaderno con orden, porque no dan importancia a esta vitalidad ciudadana, sin darse cuenta de la energía que todo ello representa en unos momentos en los que el asociacionismo vecinal está bajo mínimos.

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En manos de un chantajista

No ha podido elegir peor momento el presidente Pedro Sánchez y su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, para anunciar su apoyo a la propuesta del rey de Marruecos sobre la autonomía en el Sáhara occidental, basada en aceptar la soberanía marroquí sobre unos territorios ocupados militarmente. Mientras la comunidad internacional mostraba su rechazo unánime a la invasión militar de Rusia sobre Ucrania, el Gobierno español se vio obligado a confirmar lo que el presidente Sánchez había comunicado mediante una carta personal al propio rey de Marruecos. España aceptaba por la fuerza de la ocupación armada, la soberanía sobre unos territorios que, como han reconocido de manera repetida las Naciones Unidas y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, no son parte de Marruecos al tener la consideración de territorio no autónomo pendiente de descolonización.

Mientras el rey de Marruecos, Mohamed VI, disfrutaba en uno de sus lujosos palacios en el estuario del rio Komo, en Gabón, recibía la carta que le remitió el presidente del Gobierno de España, sintiéndola como una victoria personal histórica. Y sin dudarlo un momento, el propio rey ordenó filtrar a la prensa este documento diplomático, violando (una vez más) las normas básicas que rigen las relaciones entre Estados y obligando al Ejecutivo español a dar explicaciones atropelladas de una decisión incomprensible.

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