
Una y otra vez, año tras año, al margen de cualquier racionalidad económica, con independencia de si atravesamos una crisis o salimos de ella, de si tenemos un mayor déficit fiscal o si necesitamos reforzar servicios públicos esenciales, la derecha plantea la rebaja de impuestos como receta universalmente válida, a pesar de que sus efectos no sean, ni mucho menos, los que predican. Efectivamente, la bajada de impuestos se ha convertido en el amuleto electoral que una y otra vez el Partido Popular agita cuando quiere llegar al Gobierno, aunque luego, cuando lo hace, olvida esa especie de barra libre fiscal que exigen de manera machacona.
¿Que entramos en una gigantesca recesión económica, como la que vivimos durante la pasada crisis financiera? Pues la derecha no para de pedir rebaja de impuestos. ¿Que conseguimos iniciar la recuperación económica? Pues a bajar impuestos también. ¿Que se desencadena una pandemia histórica, de consecuencias nunca vistas, que exige del Estado redoblar su sistema de protección y atención a los más afectados? Pues también hay que bajar impuestos, y con rapidez, aunque no paren de pedir más y más ayudas para sectores económicos y profesionales. ¿Que erupciona un volcán, sube la luz o hay huelga de camioneros? Pues nada mejor que bajar impuestos. Y por supuesto, si entramos en un escenario incierto de crisis energética, guerra a las puertas de Europa, encarecimiento de materias primas e interrupción en las cadenas globales de suministros, pues también se pide, si cabe con mayor insistencia, reducir y reducir más impuestos, como única respuesta a problemas globales de una extraordinaria complejidad.
Sigue leyendo