La voladura de la cooperación española

Indicadores para confirmar el deliberado colapso de la política de AOD

voladura

La política de cooperación española no atraviesa buenos momentos. Tampoco el conjunto de políticas sociales y de solidaridad, si bien, el recorte que se ha efectuado sobre la ayuda al desarrollo en España solo puede considerarse  histórico, descomunal, el mayor en toda la comunidad de países donantes y muy superior al que se ha llevado a cabo sobre otras áreas sociales, educativas o sanitarias. Es así que se ha insistido en la profundidad de los recortes sobre la cooperación española, ignorando que esta política atraviesa un estado de extrema gravedad que va más allá de los recortes económicos, aún siendo estos enormemente graves, para conducirla a una situación que desdibuja completamente sus finalidades esenciales y la reduce a un simple instrumento de intereses de distinta naturaleza.

Los profundos recortes sobre la cooperación española que han adoptado tanto el anterior Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, como particularmente el Gobierno de derechas de Mariano Rajoy, la han conducido a una situación de desmantelamiento efectivo al reducirla a la mínima expresión, alejada de acuerdos y compromisos contraídos en la agenda internacional del desarrollo. Si los recortes han sido tan profundos se debe a que nuestra política de Ayuda Oficial al Desarrollo no se había consolidado como una verdadera política de Estado, permaneciendo instalada desde tiempos inmemoriales en una situación de permanente crisis que alejaba nuestro sistema de cooperación de los donantes más relevantes.

 Ni la crisis de la cooperación española comenzó con los recortes que en mayo de 2008 inició el Gobierno de Zapatero, ni tiene una exclusiva motivación económica aunque los recursos sean imprescindibles, sino que hunde sus raíces en problemas de mucho mayor calado que con el paso de los años se han acabado por cronificar, pero de los que se ha querido hablar muy poco, porque para ello había que hablar de política, de política de ayuda al desarrollo y, por tanto, de opciones, decisiones y responsabilidades políticas. Y ello es algo que de forma deliberada se ha querido evitar por muchos de los actores de la cooperación española, para no incomodar a sus responsables y poder acceder a sus favores. Y esta “aristocracia” de la cooperación en España ha tenido, también, responsabilidades con su pasividad, cuando no han apoyado su rumbo con el paso del tiempo, y que ahora sus responsables nos venden como un proceso saludable de “cooperación low cost”.

Así las cosas, siendo esenciales los recursos económicos para llevar a cabo las políticas, en el caso de la ayuda al desarrollo no son el componente exclusivo, ni mucho menos, si no se acompañan al mismo tiempo de otras decisiones, dispositivos y estrategias que aseguren su adecuada finalidad. Hasta el punto que durante la etapa socialista, se tomó como bandera el logro del compromiso 0,7% en el año 2012, algo de imposible cumplimiento pero que redujo la política de cooperación española a este lema de futuro, sin proyectos estructurales visibles sobre el presente y sin ir acompañada de otros cambios imprescindibles en las estructuras institucionales, técnicas y estratégicas.

Y a medida que los gobiernos socialistas centraron todas sus energías en el logro del 0,7%, situaron en un segundo plano otras exigencias mucho más acuciantes, reduciendo la complejidad de las políticas de cooperación y los problemas de la pobreza en el mundo a una simple cifra que se pensaba que crecería frenéticamente, sin abordar las grandes reformas estructurales e institucionales. De forma que cuando llega el Partido Popular al Gobierno, en noviembre de 2011, arremete contra una política de solidaridad internacional en la que no cree y que adolece de importantes problemas estructurales. Y más allá de unos recortes de enorme calado, el Gobierno de derechas de Rajoy cuestiona el papel y la funcionalidad de una política de cooperación internacional que entorpece su proyecto ultraliberal y conservador en el que no cabe la solidaridad social. El Partido Popular profundiza así en un proceso que venía tomando cuerpo desde hace años, al afectar morfológica y metabólicamente al sentido mismo de la ayuda al desarrollo.

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Un examen cachondo de un alumno graciosillo

Examen CETP

Con frecuencia, los profesores vivimos situaciones insólitas protagonizadas por nuestros alumnos, siendo los examenes un momento cumbre de ello. Situaciones tan fuera de lo común que, cuando las comentamos, nos miran con piedad al creer nuestros interlocutores que nos las imaginamos para dar mayor empaque a nuestro trabajo: nada más lejos de la realidad. Por el contrario, en ocasiones evitamos comentar algunas situaciones porque son inimaginables y creemos que nos van a tomar por lunáticos.

Uno de esos momentos grandiosos lo he vivido recientemente al corregir los examenes de una asignatura que imparto. Hay que reconocer la sinceridad y buen humor del alumno, quien reconocía que lo poco que había escrito anteriormente era basura para evitar dejar el examen en blanco. Pero a continuación, no tiene ningún empacho en pedir abiertamente un aprobado para quitármelo de en medio, prometiéndome que si «en un momento de locura transitoria lo hiciese», nadie más se enteraría. Y no contento con todo ello, al final del examen me pide reiteradamente disculpas, me ruega que no le ponga un 0 y espera que, al menos, haya pasado un rato divertido.

No me negarán osadía, buen humor y también desfachatez. Con frecuencia me pregunto por qué no dedican el mismo esfuerzo que ponen para no estudiar y justificarse, en trabajar las asignaturas, porque muchos de ellos mejorarían sus calificaciones de forma apreciable.

Y como se preguntarán qué hice, pues le suspendí y le pedí que hablara conmigo. No lo hizo, pero se presentó a la siguiente convocatoria, aprobando finalmente el examen escrito de esta asignatura. Para que luego digan que nuestro trabajo es monótono.

(El alumno me ha dado su autorización para difundirlo)