Un país a tiros

Hay un país que, periódicamente, protagoniza la atención mundial por los tiroteos masivos que matan y hieren a decenas de sus ciudadanos, como si viviera en un estado de guerra, dejando más víctimas en cada uno de esos sucesos que muchos de los bombardeos que se registran en otros conflictos cada día. Sin embargo, mientras en estos lugares hablamos de una guerra, este país se presenta ante el mundo como la nación más avanzada y próspera, a pesar de las atrocidades continuadas que vive desde hace tiempo y que forman parte de su cultura, de una manera de ser que da más importancia a la posibilidad de comprar y llevar un arma que a la vida y seguridad de las personas.

En lo que llevamos de año 2022, en Estados Unidos se han registrado 332 tiroteos masivos, según el Gun Violence Archive, una organización independiente sin ánimo de lucro formada en 2013 para proporcionar información precisa sobre la violencia relacionada con las armas de fuego en los Estados Unidos a través de 7.500 fuentes policiales, mediáticas y gubernamentales. Esta organización define un tiroteo masivo como un suceso en el que cuatro o más personas son asesinadas por disparos de armas, y en los primeros seis meses de este año se han producido un promedio de once por semana, unas cifras escalofriantes, sin parangón en ningún otro país del mundo occidental.

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La excusa humanitaria

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En las últimas semanas, el envío de ayuda humanitaria a Venezuela viene siendo utilizado como un elemento más del conflicto que amenaza con desencadenar una guerra en una zona particularmente sensible de América Latina. Sin embargo, existe una coincidencia generalizada entre las ONG internacionales, instituciones y especialistas de la cooperación internacional: se está tratando de utilizar un aparente interés humanitario para justificar, facilitar y abrir la puerta a una intervención que pueda acabar con el régimen de Nicolás Maduro y poner en su lugar al candidato de Estados Unidos, JuanGuaidó.

Venezuela atraviesa una situación catastrófica que no deja de empeorar, con una población que sobrevive en medio de gigantescas penurias, sin poder satisfacer sus necesidades más elementales como la alimentación, con hospitales que carecen de lo más básico o no pueden prestar atenciones esenciales, con un aparato productivo en ruinas y una hiperinflación absolutamente estratosférica que demuestra el gigantesco colapso de su economía, que se sitúa por encima del 1.700.000% anual. La magnitud de la crisis venezolana es de tal calibre que el PIB ha caído a la mitad durante el mandato de Maduro, al tiempo que la renta per cápita se ha reducido en un 60%, con una acusada caída de la extracción de petróleo, principal fuente de ingresos del país, de un 65%. Bien es cierto que en todo ello, las sanciones y el boicot que desde hace años Estados Unidos promueve contra este país, junto al bloqueo comercial y financiero, tienen una importante responsabilidad.

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Más Noruega

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Hace pocos días, el zafio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmaba desear que llegaran hasta su país inmigrantes procedentes de Noruega en lugar de los que proceden desde países a los que denominó como “agujeros de mierda”. Es muy difícil encontrar en la historia reciente de las relaciones internacionales unas valoraciones públicas tan insultantes sobre terceros países, si bien también es cierto que hace tiempo que Trump sobrepasó todas las líneas rojas del respeto y del saber estar que deben exigirse a un mandatario internacional. Además de dejar constancia de los lamentables niveles de educación y respeto que tiene quien preside el país más poderosos del mundo, el mandatario estadounidense demostró desconocer por completo las dinámicas y procesos que estimulan los procesos migratorios. Claro que posiblemente lo que hizo fue sincerarse, al expresar su deseo de que a los Estados Unidos lleguen únicamente personas de piel muy blanca, rubios, altos y con los ojos azules.

Pero me temo que los deseos de Donald Trump no van a tener mucho eco entre los noruegos. No entra dentro de lo previsible que personas que viven en uno de los países con mayor desarrollo económico y social del mundo, con los más amplios niveles de prestación de servicios públicos y bienestar, con los más altos niveles de igualdad, comunitarismo, conciencia cívica y ética pública quieran dejar su país para irse a vivir a Estados Unidos, con uno de los más bajos niveles de protección social y cobertura médica entre los países occidentales, con mayores tasas de asesinatos y propensión a morir tiroteados, con mayores niveles de desigualdad y con menor presencia de mujeres en la vida pública. Nadie emigra para empeorar sus condiciones de vida y esa percepción ha sido, históricamente, uno de los motores esenciales de las migraciones a lo largo de la historia.

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