La ruta migratoria entre Argelia y Alicante

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Cuando el domingo 16 de septiembre de 2007, Ahmed y sus cinco acompañantes de la patera en la que navegaron por la noche desembarcaron en las costas alicantinas no sabían que estaban inaugurando las migraciones irregulares entre Argelia y esta provincia a través del Mediterráneo. Tras esta primera embarcación, a lo largo de ese año, llegaron hasta nuestras costas otras nueve pateras más que trajeron a un total de 123 inmigrantes, todos ellos argelinos, en travesías que apuntaban a la participación de buques nodriza, una sospecha que se mantiene hasta hoy en día, como bien saben las autoridades marítimas y las fuerzas de seguridad.

Ya desde el primer momento, los responsables, a nivel estatal y autonómico, se empeñaron en demostrar dos cosas: un profundo desconocimiento de los procesos migratorios que alimentaban estas llegadas, junto a una utilización partidista absolutamente miserable de las migraciones en la confrontación política. Como testimonio de lo primero, la entonces secretaria de Estado de Inmigración, ConsueloRumí, calificó de “anecdótica” la llegada de esta primera patera. Desde entonces, los hechos han demostrado su error, ya que hasta la fecha, todos los años han desembarcado en mayor o menor medida pateras en Alicante, totalizando 231 embarcaciones que han traído a cerca de 1.400 personas, fundamentalmente argelinos. Pero lo más llamativo fueron las declaraciones incendiarias que ante la llegada de la primera patera hasta Alicante hizo, por entonces, la Generalitat Valenciana, presidida por el PP, por boca del inefable Rafael Blasco, quien afirmó, sin despeinarse, que “todo era culpa de Zapatero”. El profundo daño que durante años Blasco hizo a esta Comunidad fue más allá de lo recogido en los diferentes sumarios judiciales que ha protagonizado.

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El humo de los refugiados

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Por distintos motivos, en los últimos meses, distintas informaciones y decisiones sobre los refugiados en España han generado sorpresa y desconcierto. Es cierto que la política de asilo y refugio en España, por llamarla de alguna manera, lleva demasiados años abandonada a su suerte, de espaldas a los compromisos jurídicos internacionales que nuestro país tiene en este campo y ajena a los conflictos, guerras y tragedias que vienen asolando el mundo y que obligan a millones de personas a abandonar sus hogares. La solución, nada sencilla, requiere del principio de solidaridad compartida que impulsa las Naciones Unidas, afrontando de manera conjunta los nuevos desafíos que plantean los desplazamientos forzosos hoy en día.

El sistema de protección internacional en nuestro país ha sufrido históricamente de una deliberada desidia, tanto en la lamentable situación de las Oficinas de Asilo y Refugio (OAR), como en la falta de medios y personal imprescindible para atender con humanidad a las personas solicitantes de asilo en España, lo que ha supuesto la vulneración de directivas europeas y compromisos internacionales, al tiempo que se añadía sufrimiento a personas y familias que ya acumulan demasiado dolor. Los enormes desajustes en un sistema de asilo que solo admite a trámite y acepta una de cada cuatro solicitudes de asilo, una de las más bajas tasas de Europa, con tardanzas en la tramitación de solicitudes que llegan con frecuencia a cerca de dos años, la progresiva acumulación de expedientes sin resolver, junto a los criterios frecuentemente políticos y no humanitarios a la hora de conceder los reconocimientos de asilo y protección internacional, añaden intranquilidad a los afectados, quienes al acceder al sistema de refugio en España se sumergen en un limbo intemporal de consecuencias desconocidas.

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Comprender las migraciones

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Desde hace demasiado tiempo, Europa no comprende adecuadamente el significado de las migraciones que se viven a sus puertas y sus dirigentes mantienen una visión postcolonial sobre los países de donde proceden los inmigrantes. La misma visión que tuvieron los países europeos en la Conferencia de Berlín de 1885, cuando se repartieron África para detener la expansión de los salvajes paganos que allí vivían, proponiéndose “instruir a los nativos y llevarles las bendiciones de la civilización occidental”, como rezaba el artículo IV del acuerdo suscrito por los estados que se apropiaron del continente por aquel entonces. Y no estoy defendiendo, en absoluto, que un buenismo ilimitado y tontorrón sirva para abordar adecuadamente desafíos tan complejos, ni mucho menos. Muy al contrario; necesitamos rigor histórico, conocimiento científico y un análisis empírico de una realidad que, con demasiada frecuencia, se nos hurta, se desdibuja o se ignora deliberadamente cuando hablamos de procesos migratorios.

Empecemos por asumir que estamos ante un fenómeno tan ambivalente como complejo, que no se puede plantear en términos lineales, siendo históricamente consustancial a todos los pueblos en todos los tiempos. La capacidad de emigrar con éxito es una de nuestras señas de identidad y una de las razones que explican nuestro fantástico avance evolutivo. Por si fuera poco, el proceso de globalización, la mejora y el abaratamiento de los medios de transporte y el avance de las telecomunicaciones han llevado a que las migraciones se hayan convertido en una dimensión central de nuestros tiempos, como han señalado las Naciones Unidas, estimuladas por las enormes desigualdades existentes a nivel mundial, no solo en términos de recursos y salarios, sino también de derechos, de futuro, de seguridad y de condiciones de vida.

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De crisis de refugiados a crisis europea

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La cumbre de alto nivel celebrada esta semana en Naciones Unidas sobre refugiados e inmigrantes ha servido de bien poco, repitiendo esa retórica hueca y esas frases vacías que se manosean una y otra vez hasta acabar por perder el alma y el sentido. Que hay que regular las migraciones y respetar a los refugiados estableciendo canales legales que respeten el derecho internacional; que las migraciones han sido siempre positivas desde el punto de vista social, cultural, económico y laboral, apoyando el desarrollo tanto en los países que los reciben como en los países de origen que se benefician de las remesas que mejoran el bienestar de sus familiares; que hay que garantizar migraciones seguras, ordenadas, regulares y responsables. Todo esto es algo sabido y estudiado, que se repitió prácticamente con las mismas palabras en la cumbre celebrada el año anterior también en Naciones Unidas y en otros muchos foros, cumbres y reuniones internacionales.

Mientras gobiernos y líderes mundiales pronuncian una y otra vez las mismas frases vacías de contenido, miles de inmigrantes y refugiados mueren ahogados en el Mediterráneo y en el mar de Andamán, o fallecen abandonados en manos de grupos criminales o por el hambre en el corredor centroamericano, el Sahel o el Cuerno de África. Otros muchos, con mejor suerte, se hacinan en campos de refugiados en países como Grecia, viviendo en condiciones que nos recuerdan a los campos de concentración. No es de extrañar que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, haya dicho esta misma semana que “el mundo es un lugar horrible en manos de gobiernos que cometen atrocidades”.

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Crisis migratoria en Europa: entre la desidia y la barbarie

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Artículo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo 5 de julio de 2015. (Pinchar para acceder a enlace original)

Europa vive en su frontera Sur y en aguas del Mediterráneo una crisis humanitaria sin precedentes, protagonizada por cientos de miles de personas llegadas de las costas libias que huyen de las guerras, la muerte y la crueldad que atraviesan numerosos países africanos y de Oriente Medio. Con periodicidad, asistimos a tragedias de naufragios o barcos a la deriva con miles de personas al borde de la muerte, sin que la UE sea capaz de articular una adecuada respuesta humanitaria e institucional. Posiblemente todo ello sea el reflejo de una descomposición moral y un declive político que está poniendo en riesgo el propio proyecto europeo como espacio de solidaridad, seguridad y respeto a los derechos humanos.

Como muy bien explica Tony Judt en su magnífica obra Postguerra, la Europa que surgió tras la Segunda Guerra Mundial no solo trataba de crear un mercado único, sino que intentaba establecer unas bases estables que impidieran nuevos conflictos en el futuro y permitieran el avance de valores como la solidaridad, el respeto a los derechos humanos y la libertad. Sin embargo, algunos de los principios esenciales sobre los que ha avanzado Europa desde la aprobación del Tratado de Roma, en 1957, están saltando por los aires. Así sucede con la crisis humanitaria que se está viviendo en la frontera Sur de Europa y en todo el Mediterráneo, al erosionar peligrosamente los cimientos europeos sobre la base de abandonar a su suerte a las decenas de miles de refugiados que llegan hasta las costas europeas y desatender la necesidad de apoyo y solidaridad hacia aquellos países que reciben esta marea humana, como Italia y Grecia.

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¿Por qué llegan pateras con argelinos hasta Alicante? Algunas claves

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La llegada de pateras hasta las costas alicantinas en las últimas semanas evidencia un cierto repunte estas migraciones, constituída básicamente por argelinos. Y es que el aumento de la inmigración argelina registrado en los últimos años, con particular incidencia sobre el Levante español, está estrechamente vinculado al empeoramiento de las condiciones de vida y a un crecimiente malestar social en este país. A pesar del despliegue policial y del endurecimiento en las leyes contra la inmigración, la recogida de cadáveres en las costas argelinas, la detención de miles de inmigrantes clandestinos y la llegada de pateras a las costas españolas del Mediterráneo, son testimonios de unas migraciones muy particulares protagonizadas por los llamados “harragas”. Conocer mejor estas migraciones y sus fenómenos subyacentes es la mejor manera para abordarlas adecuadamente y poder articular así una mejor respuesta.

Aunque Marruecos ha venido centrando en gran medida las relaciones diplomáticas, económicas y migratorias con España, existen poderosas vinculaciones desde hace casi dos siglos con Argelia, y en concreto de su región más occidental del Oranesado con el sureste de la península ibérica, que han tenido una especial significación en las últimas décadas sobre el levante español, y particularmente con Alicante. La cercanía física entre Argelia a través de Orán y España por medio de Alicante ha alimentado relaciones intensas en el pasado que se han mantenido hasta la actualidad, con un componente bidireccional y una intensidad difícil de encontrar entre otras ciudades de España y el extranjero.

La vuelta de los ayuntamientos democráticos en los años 80 lleva a firmar un convenio de hermanamiento entre Orán y Alicante en 1985, si bien, la conexión marítima permanente entre Orán y Alicante ha facilitado los contactos y sobre todo la movilidad de los argelinos hacia el Levante y de camino a Europa. Todo ello ha permitido intercambios humanos, económicos y comerciales muy intensos entre el Levante y el Oranesado, facilitando la llegada de argelinos y el establecimiento de redes migratorias muy precisas e intensas, que se mantienen hasta la actualidad. Por tanto, la llegada de inmigrantes argelinos hasta el Levante español y un cierto auge en la llegada de una inmigración clandestina a esta región tienen que verse como la consecuencia lógica de una relación estrecha entre ambos lugares, pero también como un síntoma del malestar creciente que vive la población argelina hacia su país y sus autoridades.

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Desmontando tópicos sobre pateras en Alicante

Nos hemos acostumbrado con rutina a algo que parecía impensable hace años, como es la llegada de pateras hasta las costas de Alicante, con su ritual de muertos y desaparecidos. Pero desde que apareciera la primera patera en las costas alicantinas en 2007 hasta la actualidad, son más de treinta y cinco las embarcaciones contabilizadas. Y en toda rutina existen siempre peligros, especialmente cuando hay vidas en juego.

Cuatro pateras llegadas a Alicante solo en este año, de las cuales tres lo han hecho en septiembre, pueden alimentar histerismos y demagogias fáciles; es algo que hemos visto con demasiada frecuencia en los últimos años. De hecho, el mismo conseller de Gobernación, Serafín Castellano, que en el año 2010 declaraba sin rubor que la llegada de pateras hasta las costas alicantinas era un ejemplo de desidia” y “otra muestra de la política de parcheos a la que el Gobierno (de Zapatero) nos tiene acostumbrados”, y que afirmaba sin inmutarse una y otra vez que «la llegada de nuevas pateras pone de manifiesto que la política de vigilancia costera del Gobierno (de Zapatero) es un fracaso»; ahora, ante la llegada de más embarcaciones se limita a ofrecer promesas tan genéricas como inverosímiles, como que «la Guardia Civil reforzará su servicio SIVE con dos nuevas embarcaciones semirrígidas y sus respectivas dotaciones.», algo que la propia Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) ha calificado con rotundidad de «sinsentido». ¡Qué poco utilizamos las hemerotecas con los políticos!

Sometidos como estamos al impacto de una crisis con efectos devastadores sobre toda la sociedad, y especialmente sobre las clases medias y los sectores más vulnerables, nos centramos en tantas urgencias que no reparamos en que a nuestro alrededor los procesos sociales siguen avanzando de la misma forma que las plantas siguen creciendo. Pero salvo excepciones, la inmigración y los procesos migratorios prácticamente han desaparecido como objeto informativo, salvo cuando es para hablar de pateras y de delincuencia, básicamente. Y con ello, carecemos de elementos para interpretar adecuadamente procesos más complejos de lo que parece y de cómo se nos presentan de forma interesada.

Explicaciones estructurales a la llegada de pateras hasta las costas de Alicante

(Si quieres ver la entrada completa pincha la pestaña: SOBRE ALICANTE)