La encrucijada post electoral

En la película de El sexto sentido, uno de sus protagonistas, Bruce Willis, está muerto a partir del disparo de la primera escena, a pesar de mantenerse hasta el final como uno de sus actores principales. La aclamada cinta nos muestra que los fantasmas no se dan cuenta de que están muertos porque solo ven lo que quieren ver.

Algo parecido le sucede a Alberto Núñez Feijoo, quien solo ve lo que se empeñan en mostrarle, pero a partir de que se conocieran los resultados a las elecciones generales del pasado 23 de julio y compareciera en la tribuna de la calle Génova, acompañado de la presidenta del vestido rojo, sabemos que está políticamente muerto. Desde entonces, vemos a su alma dando tumbos como un zombi, haciendo declaraciones incoherentes, pidiendo pactar hasta con los mismos socialistas, dirigidos por Pedro Sánchez, con los que afirmaba que acabaría, para terminar con eso que llamó como “sanchismo”.

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La política del malestar

La pandemia nunca nos hizo mejores, como algunos pregonaban, pero fue un magnífico caldo de cultivo para comenzar a incubar teorías conspirativas y estrategias de malestar calculadas que, con el paso del tiempo, han ido calando en los sectores más desconcertados de la sociedad.

Efectivamente, como una gota malaya, de manera lenta pero continuada, mientras la sociedad sufría los efectos de una mortífera epidemia de COVID-19, comenzaron a difundirse cábalas cada vez más disparatadas y enloquecidas, sin importar las evidencias científicas ni respetar el sacrificio de tantos para salvar vidas y procurar que pudiéramos recuperar la tan ansiada normalidad.

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Calidad de vida con enfoque ecosocial

Los investigadores sociales llevamos dedicando importantes esfuerzos a comprender qué significa vivir bien, qué es tener calidad de vida y cómo acceder a expectativas más saludables. Durante años, se ha creído que tener y consumir era la manera de disfrutar de una buena vida, de manera que los indicadores económicos han condicionado el acercamiento a estas cuestiones. Es así como la crítica a las teorías y modelos de desarrollo junto a los paradigmas sobre el bienestar han marcado, a lo largo del tiempo, la manera de conocer esta mejor manera de vivir y disfrutar de la vida.

Pero con el tiempo, han avanzado nuevos enfoques multidisciplinares que ayudan a saber mejor qué significa vivir bien en un contexto ecosocial, un marco analítico imprescindible hoy en día en sociedades cada vez más complejas en las que las personas necesitan de buenos ecosistemas sociales y medioambientales, que podríamos denominar enfoques “post PIB”. Su propósito es aportar información diferencial pormenorizada sobre el modo de vida de la sociedad española para conocer su calidad, sus disfunciones y riesgos. Es una manera de trascender las simples magnitudes estadísticas para profundizar en razones filosóficas, causas históricas, explicaciones sociológicas y elementos antropológicos, con frecuencia ausentes en estos trabajos pero fundamentales para comprender mejor la batería de datos que proporcionan estos estudios.

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Ciudades hostiles

Son numerosos los problemas que requieren intervenciones urgentes en nuestras ciudades. La lista es amplia, aunque su contenido varía en función de los intereses de unos y otros. Pero con el tiempo, ha avanzado una manera de actuar sobre nuestras urbes que se denomina arquitectura hostil, entendida como intervenciones en los espacios públicos mediante modificaciones encaminadas a desalentar su utilización por determinados colectivos, particularmente desfavorecidos y sin hogar.

Naturalmente que el urbanismo, al tener que ordenar, elegir y jerarquizar sobre la ciudad, determina elementos que pueden ser contrapuestos entre sí, como sucede cuando se opta por el vehículo privado frente al peatón o al espacio público frente al privado.

La arquitectura hostil interviene a modo de técnicas deliberadas sobre las calles, el mobiliario y los edificios para impedir que las personas puedan ocupar lugares públicos, evitando así que puedan juntarse en determinados espacios, para favorecer la individualidad frente a la sociabilidad, e incluso el consumo sobre el disfrute. De esta manera, cada vez más lugares están al servicio de actividades económicas privadas que condicionan hasta el libre tránsito por ellas, como sucede en algunas calles y vías públicas inundadas de terrazas de bares y restaurantes.

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