¿Cuando hablaremos de nuestras responsabilidades?

Estos días se ha cumplido un año desde que se conociera el primer caso en España por Covid-19. Fue un turista alemán aislado en un hospital en La Gomera, en las Islas Canarias. Por entonces, nadie sospechaba que habíamos entrado en un cambio histórico de escala global.

Desde ese momento, nada ha sido igual, el mundo ha entrado de lleno en una pandemia de graves consecuencias en todos los planos de la humanidad, cuyo final todavía no se adivina. Al tiempo que la enfermedad se expandía vertiginosamente, los gobiernos de todo el mundo tenían que hacer frente como buenamente podían a la situación epidemiológica y a la grave crisis sanitaria desencadenada, tratando de amortiguar, a su vez, sus efectos sobre una economía que se despeñaba por caminos desconocidos y en una sociedad atemorizada que vivía en sus carnes los efectos inmediatos en forma de desempleo, aumento de la pobreza, precariedad e incertidumbre. De un plumazo, nuestras casas se convertían en un espacio protector en el que pasamos buena parte de los días, desdibujándose un futuro que parece haberse desvanecido para vivir únicamente en un presente continuo. El coronavirus se ha hecho con nuestra vida y nuestra vida está marcada por el coronavirus.

En estos doce meses de pandemia, los ciudadanos hemos hablado de todos y hemos culpado a todos: al gobierno, a quien responsabilizamos hasta de la existencia del virus, y de una oposición que no ha dudado, desde el primer minuto, en utilizar el coronavirus y sus efectos para tratar de derribar y erosionar al ejecutivo; a los gobiernos autonómicos y la manera tan desigual que están teniendo en asumir sus responsabilidades; de sanitarios, médicos y hospitales sobrepasados por el huracán y a los que hemos condenado a atender con resignación los efectos de nuestras negligencias; de ratios, contagios y tasas de expansión; de la Organización Mundial de la Salud, de la Unión Europea y de la Agencia Europea del Medicamento; de los malvados chinos y de los mercados húmedos como el de Wuhan; de vacunas, empresas farmacéuticas y medicamentos; de mascarillas e hidrogeles; de la eficacia de los estados de alarma y los confinamientos; de la necesidad de los ERTE y subsidios a mansalva.

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