Generosidad

Si con algo hemos cimentado nuestra convivencia democrática tras la muerte del dictador Francisco Franco, ha sido con toneladas de generosidad. Pocas sociedades en el mundo han dado tantas muestras de generosidad para avanzar en la búsqueda de su futuro, desde una Transición nada sencilla, tratando de construir y consolidar una democracia imperfecta en la que una y otra vez se nos pedía o imponía esa benevolencia.

Así se construyó una Transición en la que no se pidieron cuentas a los herederos del franquismo, sin que se depuraran responsabilidades sobre jueces, militares ni aparatos policiales que habían participado activamente como brazos ejecutores de una dictadura violenta, sangrienta y represiva. También se permitió que las oligarquías que se enriquecieron a la sombra del dictador mantuvieran sus imperios económicos hasta nuestros días, sin que nadie les haya pedido explicaciones. De la misma forma, consentimos que la Iglesia católica, uno de los brazos del nacionalcatolicismo, continuara predicando su añoranza por la dictadura de la que se benefició. Hasta llegamos a permitir que ministros del dictador, que apoyaron condenas de muerte y represiones muy duras que acabaron con personas muertas, se convirtieran en líderes democráticos y presidentes de empresas públicas, dejando que torturadores reconocidos hayan fallecido en su cama haciendo la vista gorda sobre las documentadas denuncias de muchas de sus víctimas, o que se hayan mantenido durante cerca de medio siglo los restos del dictador en un gigantesco mausoleo custodiado por monjes y financiado con nuestros recursos públicos. Por generosidad no será, desde luego.

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¿Una firmita?

Andan estos días en el PP soliviantados contra el anuncio de indultos a los presos del “procés” avanzado por el Gobierno central, tratando de caldear el ambiente de la mano de todas las fuerzas ultramontanas, con manifestación en la plaza de Colón incluida, lugar que ha sustituido a la plaza de Oriente en las reivindicaciones más patrias. Nuevamente se han desempolvado los insultos gruesos contra el presidente, Pedro Sánchez, pronunciados al unísono por ese magma nacionalcatólico, con amenazas sobre las graves catástrofes que se precipitarán sobre todos nosotros de consumarse lo que para Vox, el PP y Cs es “una gigantesca traición a la patria cometida por el mayor felón que ha presidido un gobierno en España”. Y se quedan tan panchos.

Son tantas las ocasiones en las que esta derecha asilvestrada ha pronosticado gigantescas hecatombes si se adoptaban decisiones políticas que rechazaban de manera colérica, como cuando se aprobó la ley de interrupción voluntaria del embarazo, el divorcio, educación para la ciudadanía, el matrimonio homosexual y hasta la subida del salario mínimo, que ya solo nos produce hilaridad tanto catastrofismo, viendo después cómo muchos de ellos usan de manera compulsiva esos mismos derechos reconocidos por leyes a las que de manera tan furibunda se oponían.

Y en esta ocasión, como ya nos tiene acostumbrados el Partido Popular, ha vuelto a plantear otra nueva y asombrosa recogida de firmas, lanzando a sus líderes provinciales y regionales a plantar mesas en calles y plazas para caldear así más el ambiente. Al igual que si se tratara de trofeos de caza, responsables y cargos públicos populares se fotografían ufanos ante las mesas de firma, como si con ello ya hubieran solucionado el desafío independentista catalán, cuyas llamas contribuyeron a alimentar también con otra irresponsable recogida de firmas que iba acompañada de un disparatado boicot al consumo de productos procedentes de esta comunidad.

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La mitad del vértigo: dos años del gobierno municipal en Alicante

Reconozco un problema inicial al tratar de analizar los dos primeros años de mandato del gobierno municipal en Alicante. A lo largo de estos meses tan excepcionales que hemos vivido, he pensado con frecuencia en muchos de esos responsables públicos que han tenido que facilitar el normal funcionamiento de nuestras vidas, garantizando el mantenimiento básico de dispositivos públicos esenciales en condiciones muy difíciles. Con mayor o menor fortuna, todos ellos han tenido que estar al frente de las instituciones en uno de los momentos más duros de nuestra historia reciente, algo que no tenemos que olvidar.

También es cierto que muchos de ellos no han tenido en cuenta esta situación, centrifugando responsabilidades y tratando de buscar culpables en momentos en los que no tocaba hacerlo. Cuesta ser empático con quien desprecia esa imprescindible empatía hacia quien la necesita, algo que en demasiadas ocasiones viene marcando la actuación del equipo de gobierno municipal del PP y Ciudadanos en Alicante, con su alcalde a la cabeza. Lejos de buscar alianzas para la ciudad, de priorizar las necesidades de los vecinos o resolver sus problemas, por encima de todo, Luis Barcala antepone la crítica furibunda y partidista contra el Gobierno central o de la Generalitat a poner encima de la mesa soluciones con arreglo a sus competencias, como ahora vemos con su lamentable actuación en el IES Virgen del Remedio.

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