Olvidados en campaña

Las campañas electorales son el territorio por excelencia de las promesas y las ofertas. Como si de una subasta se tratara, los candidatos multiplican propuestas de todo pelaje, tratando de rivalizar con sus oponentes en la generosidad de sus anuncios que dirigen, como disparos, a todos los sectores y colectivos sociales.

Jóvenes y mayores, agricultores y autónomos, familias numerosas y monoparentales, vecinos del centro y del extrarradio, conductores y amantes de las bicicletas, comerciantes y hosteleros, deportistas y festeros, no hay colectivo o grupo que no cuente con su guiño particular, aunque en ocasiones se hagan sin un diagnóstico previo, sin examinar la disponibilidad de recursos, la viabilidad de la intervención o, incluso, con una deliberada ausencia de voluntad política real para llevarlo a cabo, como con demasiada frecuencia algunos políticos sin escrúpulos demuestran.

Resulta llamativo escuchar a alcaldes y concejales, con mando en plaza, ofertar intervenciones olvidadas durante años de mandato, proponer actuaciones que han bloqueado deliberadamente, firmar compromisos por la solidaridad cuando han demostrado ser unos insolidarios enfermizos, o mostrar su preocupación sobre problemas que han creado ellos mismos. Incluso, los hay que en campaña electoral pronuncian una y otra vez la sagrada palabra, “participación”, mientras durante sus años de gobierno hacen todo lo posible por acabar con cualquier rastro de participación social y ciudadana, y si no que se lo digan al alcalde de Alicante, Luis Barcala.

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El insoportable coste de la pobreza infantil

Existe una preocupación creciente por la pobreza infantil, así como sobre sus diferentes perfiles, impactos y consecuencias. A nivel internacional y también en España, este problema ocupa una mayor atención en responsables públicos, técnicos sociales, investigadores y académicos, junto a organizaciones especializadas.

            La pobreza infantil, la privación y la exclusión en niños, niñas y adolescentes (NNA) existe entre nosotros y tiene múltiples formas, dificultando que los menores puedan tener una vida adecuada, afectando a su salud y a su educación, causando problemas de convivencia e integración que incrementan las probabilidades de fracaso escolar o problemas laborales futuros. Hasta el punto de que se puede afirmar que la pobreza infantil tiene un elevado coste, en primer lugar, para quien la sufre, pero también para el conjunto de la sociedad, aunque no son los costes económicos, ni mucho menos, los elementos más preocupantes que inciden en la vida de estos niños, niñas y adolescentes. Crecer en un hogar en situación de pobreza o desventaja tiene, sin duda, efectos duraderos en la vida de los menores.

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