Perdón en lugar de felicitaciones

Circula estos días un chiste de esos que, además de sacarnos una sonrisa, sirve para explicar la realidad: “Mamá, ¿por qué hay tantos antivacunas? Porque sus mamás les vacunaron cuando eran pequeños, hijo, si no habría muchos menos”.

La verdad es que no estábamos preparados, unas navidades más, para otra nueva ola, la enésima, con su ritual de contagios, ingresos, temores, restricciones, cierres, limitaciones, declaraciones intempestivas, hospitales repletos, partes diarios de infecciones y defunciones, locuras enfermizas de los antivacunas junto a las delirantes teorías de la conspiración. Y todo ello, aderezado por quienes, con una sonrisa de hiena, un día exigen más y más dinero para la misma sanidad pública que no paran de desmantelar, mientras no renuevan los contratos de sus profesionales sanitarios y privatizan todo lo que se les pone por delante.

Si algo nos está demostrando esta pandemia es que nunca podemos confiarnos porque no hay nada seguro ni definitivo. Podríamos hablar de la pandemia de Sísifo: una y otra vez subiendo con esfuerzo la piedra hasta la cumbre y cuando creemos que por fin nos hemos librado de ella, la vemos rodar, impulsada por una cuadrilla variada de personas enloquecidas y oportunistas. Y es que una y otra vez, cuando ya pensamos que hemos avanzado en su derrota, volvemos a la casilla de salida, pero cada vez más fatigados, con menos fuerzas, sin acabar de ver el final a esta pesadilla que solo sirve para dar combustible a los antivacunas, a los terraplanistas, a los defensores de las teorías de la conspiración, a los pescadores en río revuelto que buscan cualquier resquicio para generar odio, para crear alarma y sembrar el enfrentamiento.

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Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en crisis

Transcurrida una tercera parte del período de vigencia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y bajo el impacto mundial de la pandemia de Covid-19, surgen numerosas voces críticas sobre la marcha y viabilidad de esta Agenda 2030, que aumentan al conocerse sus problemas metodológicos y de medición. Sin embargo, no dejan de escucharse discursos, de contemplarse anuncios o verse campañas en las que se siguen trasladando mensajes vacíos y alejados de la complejidad y desafíos a los que se enfrenta un acuerdo mundial de esta naturaleza.

Hasta la fecha, ha habido más propaganda que progresos, especialmente en el terreno político, donde se están produciendo de hecho significativos retrocesos. Es cierto que en torno a esta Agenda 2030 se ha desplegado un interesante proceso de investigación científica internacional que está sirviendo para profundizar en los limites y contradicciones de un proceso global tan complejo, pero importantes decisiones adoptadas por gobernantes en países muy relevantes han puesto patas arriba elementos sustantivos que imposibilitan su avance en áreas clave.

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