Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en crisis

Transcurrida una tercera parte del período de vigencia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y bajo el impacto mundial de la pandemia de Covid-19, surgen numerosas voces críticas sobre la marcha y viabilidad de esta Agenda 2030, que aumentan al conocerse sus problemas metodológicos y de medición. Sin embargo, no dejan de escucharse discursos, de contemplarse anuncios o verse campañas en las que se siguen trasladando mensajes vacíos y alejados de la complejidad y desafíos a los que se enfrenta un acuerdo mundial de esta naturaleza.

Hasta la fecha, ha habido más propaganda que progresos, especialmente en el terreno político, donde se están produciendo de hecho significativos retrocesos. Es cierto que en torno a esta Agenda 2030 se ha desplegado un interesante proceso de investigación científica internacional que está sirviendo para profundizar en los limites y contradicciones de un proceso global tan complejo, pero importantes decisiones adoptadas por gobernantes en países muy relevantes han puesto patas arriba elementos sustantivos que imposibilitan su avance en áreas clave.

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Recalibrando los ODS

Desde que en septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara por unanimidad y con el respaldo de todos los mandatarios mundiales una ambiciosa propuesta compartida de paz y prosperidad bajo el nombre de Agenda 2030, recogida en los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), la propaganda y la fanfarria no han parado. A lo largo de estos cinco años de vigencia, la complejidad de estos acuerdos, su problemática arquitectura metodológica y las enormes dificultadespara su medición han quedado ahogadas por la publicidad hueca y las frases superficiales que, de la mano de campañas promocionales vacías, se han desplegado demanera indiscriminada.

​No es algo nuevo. Ya sucedió con sus antecesores, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en vigor desde el año 2000 hasta 2015. Quienes venimos trabajandoa fondo con estos complicados acuerdos internacionales sabemos que lo primero que hay que hacer es dedicar mucho tiempo y esfuerzo a conocerlos y comprenderlos, estudiando y analizando informes, documentos, estudios e investigaciones internacionales nada sencillos. Justo lo que no se hace. Es lo que me permitió elaborar el único informe de desempeño sobre los ODM que se hizo en España, por encargo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, llevándome a mantener desde entonces esta línea de investigación de manera continuada.

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La Agenda 2030 ante el coronavirus

No es casual que el informe de este año 2020 de Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no haya contado, siquiera, con una nota de prensa mundial, algo insólito. Los ODS iban mal y la pandemia del covid-19 ha subrayado, con meridiana claridad, las enormes deficiencias y limitaciones de esta Agenda 2030. Hasta el punto que ya se está hablando en centros de investigación internacionales de otra nueva Agenda 2050 o incluso de ODS plus para ampliarsu contenido.

Y es que hablar de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a la vista de la catástrofe ocasionada por el coronavirus resulta ilusorio, ante una situación que ha demostrado, de un plumazo, que eran una mera declaración de principios sin anclaje con la realidad.

¿Qué validez tiene una Agenda que se presenta como fundamental, transformadora y universal, que es incapaz, ya no de anticipar, sino siquiera de mencionar la posibilidad de una pandemia producida por un virus, cuando en los últimos años se han vivido otras graves emergencias sanitarias globales que no han sido mencionadas en los ODS? Claroque no es sorprendente cuando la meta 3.8, referida a la cobertura sanitaria universalincluye “la protección contra los riesgos financieros”, en el mismo objetivo 3 que se propone alcanzar una vida sana para todos.

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Las ciudades y la Agenda 2030

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Uno de los elementos que están impulsando cambios en las ciudades de todo el mundo son los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados por las Naciones Unidas en septiembre de 2015 y que establecen la llamada Agenda 2030. Su capacidad para avanzar sobre un buen número de los desafíos sociales, ambientales y económicos que tienen las urbes, la posibilidad de generar procesos de planificación adaptados a las capacidades específicas de cada municipio, junto a las abundantes buenas prácticas que se están desplegando en ámbitos subnacionales están colocando a estas agendas locales y regionales 2030 como valiosos activos de localización a nivel mundial.

En la medida en que el proceso de urbanización global avanza de manera imparable, albergando más de un 54% de la población mundial en las zonas urbanas, emergen problemas de una particular intensidad en las ciudades, de cuya respuesta dependerá el futuro de la humanidad. Desde la garantía de ofrecer viviendas adecuadas acompañadas de servicios de calidad que permitan sostener una vida digna de los ciudadanos, hasta afrontar los nuevos efectos del cambio climático, el aumento de la contaminación y de los riesgos por los desastres naturales, junto a desafíos históricos, como las bolsas de pobreza y desigualdad que conforman los cinturones urbanos de miseria, sin olvidar los altos niveles de desempleo existentes en barrios marginales en los que se concentran la exclusión y la marginación. Estos y otros muchos problemas son identificados en las 169 metas que es donde de verdad se materializa la Agenda 2030, bien distintos de los 17 Objetivos que publicitan numerosas personas e instituciones, y que no pasan de ser simples eslóganes propagandísticos.

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Entre la retórica y las potencialidades de los ODS

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Estos días, se cumplen cuatro años de la aprobación por los 193 jefes de Estado y de Gobierno que forman parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de la llamada Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la hoja de ruta más ambiciosa aprobada por la humanidad que integra por vez primera tres dimensiones esenciales del desarrollo: la económica, la social y la ambiental.

Así, del 25 al 27 de septiembre de 2015, se repitieron los discursos de líderes mundiales insistiendo en que estaban decididos a poner fin a la pobreza y al hambre en todo el mundo para el año 2030, a combatir las desigualdades, construir sociedades pacíficas, proteger los derechos humanos, promover la igualdad entre géneros y el empoderamiento de las mujeres, garantizando la protección del planeta y sus recursos naturales. Así lo firmaron mediante una agenda amplia y detallada en la que se recogían 17 grandes objetivos, junto a 169 metas y 230 indicadores medibles.

Hermosas palabras que muchos de los gobernantes que firmaron estos acuerdos se han encargado en hacer trizas desde entonces, empujando a la humanidad y al planeta a una crisis ecosocial de dimensiones históricas. Ya lo advirtió con particular acierto el Papa Francisco, en el discurso que dio en la sesión inaugural de esta cumbre, cuando con particular lucidez señaló al referirse a los ODS: “Hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador de conciencias”. Efectivamente, esta Agenda 2030 está siendo utilizada por muchos gobiernos como un ejercicio de retórica hueca que sirve para ocultar sus responsabilidades inmediatas y encubrir incumplimientos esenciales en materia de derechos humanos, lucha contra la pobreza, igualdad de género, solidaridad internacional, cuidado del planeta, cambio climático o desigualdad, por señalar algunos de ellos.

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