
Desde que en septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara por unanimidad y con el respaldo de todos los mandatarios mundiales una ambiciosa propuesta compartida de paz y prosperidad bajo el nombre de Agenda 2030, recogida en los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), la propaganda y la fanfarria no han parado. A lo largo de estos cinco años de vigencia, la complejidad de estos acuerdos, su problemática arquitectura metodológica y las enormes dificultadespara su medición han quedado ahogadas por la publicidad hueca y las frases superficiales que, de la mano de campañas promocionales vacías, se han desplegado demanera indiscriminada.
No es algo nuevo. Ya sucedió con sus antecesores, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en vigor desde el año 2000 hasta 2015. Quienes venimos trabajandoa fondo con estos complicados acuerdos internacionales sabemos que lo primero que hay que hacer es dedicar mucho tiempo y esfuerzo a conocerlos y comprenderlos, estudiando y analizando informes, documentos, estudios e investigaciones internacionales nada sencillos. Justo lo que no se hace. Es lo que me permitió elaborar el único informe de desempeño sobre los ODM que se hizo en España, por encargo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, llevándome a mantener desde entonces esta línea de investigación de manera continuada.
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