Trabajar contra la pobreza infantil

Son habituales los casos de menores que tienen problemas de alimentación porque sus comidas básicas son las que hacen en el colegio cuando acuden a clase, los que no pueden comprar material escolar para su educación, los que pasan frío, los que no pueden acceder a tratamientos médicos, dentales u oftalmológicos por carecer de recursos. Por si fuera poco, la pandemia y los confinamientos han sacado a la luz los hogares que no disponen de condiciones para que muchos niños y niñas estudien, al no disponer de equipos informáticos o de una adecuada conexión a internet, representando también un factor que daña su educación. La pobreza infantil existe entre nosotros y tiene múltiples formas, que con el tiempo pueden traducirse en marginación, violencias o en una pobreza cronificada de la que nunca se saldrá.

Por vez primera en la historia, desde la Unión Europea y a través de sus estados miembros como España, se está trabajando de manera acompasada en una estrategia continental contra la pobreza infantil y a favor de los derechos de la infancia, una de esas noticias que pasan desapercibidas entre la maraña de disputas políticas estériles habituales. El dato tiene una enorme trascendencia a la hora de avanzar hacia sociedades más equilibradas, al reducir importantes espacios de pobreza y desigualdad en el futuro, en la medida en que se rompe la transmisión intergeneracional de desventajas, con efectos profundos a largo plazo.

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Brecha digital que empobrece

Son muchos los estudios e investigaciones que se están llevando a cabo para determinar la huella que la pandemia ha generado en nuestra sociedad en términos de pobreza, exclusión y desigualdad. Se trata de conocer las consecuencias desencadenadas sobre las condiciones de vida de la población que, con mayor crudeza, ha sufrido estos meses tan duros, saber cómo ha afectado a la vida de personas y familias, evitando que haya sectores que se queden excluidos, marginados y apartados de la ansiada recuperación económica y social.

Entre los muchos datos que investigadores y centros de estudios manejamos, destaca con fuerza un elemento que en esta pandemia ha jugado un papel clave sobre la población más vulnerable en su acceso a ayudas y dispositivos sociales, e incluso por su papel fundamental para la inclusión social y la educación de sectores tan importantes como los niños, niñas y adolescentes (NNA). Nos referimos a la profunda brecha digital que se está abriendo en numerosos hogares y grupos de personas, particularmente los más pobres y vulnerables, convirtiéndose con rapidez en un factor de exclusión añadido de primer orden.

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Economía digital y desigualdad

En todo el mundo avanza la llamada economía digital, impulsada por el máximo aprovechamiento de los avances tecnológicos y en las telecomunicaciones para afianzar la conformación de nuevos monopolios digitales de dimensiones globales, dotados de un poder inusitado. De la misma forma que el carbón impulsó la revolución industrial en Europa durante el siglo XIX, la digitalización y las tecnologías de la información están propulsando la economía y la sociedad global en el siglo XXI con características novedosas, marcadas por el poder absoluto de un reducido grupo de nuevas megacorporaciones, capaces de intervenir sobre todas las esferas de nuestras vidas, poniendo el planeta y las bases materiales de la vida humana a su servicio.

Las históricas dinámicas de acumulación económica están pasando del capital productivo al capital algorítmico, obtenido a través de la acumulación ingente de información manejada por grandes corporaciones tecnológicas especializadas, que utilizan para obtener gigantescas plusvalías mediante un cambio histórico en las reglas de juego. Ya sea a través de comercios de venta electrónica, mediante la utilización de plataformas digitales de entretenimiento, el uso de redes sociales, el alquiler de vehículos, el acceso a nuestros servicios de banca electrónica, el empleo de nuestro teléfono móvil o de buscadores de internet, estamos continuamente ofreciendo información personal a través de miles de millones de datos, unas veces de manera consciente y otras muchas sin tener conocimiento de ello. Esta cantidad fabulosa de datos se acumulan en empresas tecnológicas especializadas para su uso, su venta y explotación,

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