Una ordenanza condenada al fracaso

La ordenanza contra la mendicidad del equipo de Gobierno municipal del PP y Ciudadanos en Alicante, bajo la exigencia de Vox, está condenada irremediablemente al fracaso. Repito, sentenciada absolutamente al mayor de los fracasos. Y no porque sea el mismo texto vergonzoso que hace un año se retiró contando con el informe negativo de la Concejalía de Igualdad y, lo que es más importante, con el absoluto rechazo de la oposición municipal, de organizaciones sociales, instituciones y especialistas. Ni siquiera, aunque en posteriores trámites se lleguen a incorporar las alegaciones puramente maquilladoras que ha anunciado Ciudadanos, para salvar la cara ante un reglamento que les incomoda, de espaldas a la realidad que viven las personas vulnerables en las calles de la ciudad. Y tampoco por añadir más o menos propuestas del Reglamento que la FEMP tiene sobre la misma materia, como se afirma.

La razón de la inviabilidad de esta ordenanza se debe a algo mucho más comprensible y, al mismo tiempo, incuestionable como es el proceso de descomposición al que ha llevado el Partido Popular a las políticas sociales en esta ciudad, reducidas a la mínima expresión, debilitadas al máximo y al borde de un permanente colapso. En Alicante, los Servicios Sociales municipales son incapaces de dar respuestas ágiles y efectivas a las demandas básicas de muchos de sus ciudadanos en situación de extrema pobreza, con listas de espera interminables, con equipos sociales desmotivados que en muchos centros sociales apenas son capaces de atender los numerosos casos urgentes que llegan a diario.

Por si todo ello fuera poco, las políticas sociales municipales en Alicante son incapaces de comprender e intervenir sobre las numerosas situaciones de pobreza estructural que avanzan rápidamente en la ciudad con la pandemia, sin impulsar elementos de renovación ante nuevos problemas de enorme complejidad que están apareciendo con fuerza, generando más pobreza, más desigualdad y más exclusión social. ¿Qué tranquilidad pueden tener las personas que sufren en Alicante cuando la concejala responsable del área declara, ufana y satisfecha: “Acción Social garantiza el servicio”, como un gran logro, tal y como recogió hace pocos días este diario?

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¿Por qué hay tantas diferencias en la vacunación?

Europa vuelve a convertirse en foco de preocupación por el repunte de la pandemia de covid-19, con el registro de un importante crecimiento de casos en numerosos países y la vuelta a decisiones sanitarias duras que se creían ya superadas, al aumentar las hospitalizaciones y fallecidos. Al mismo tiempo, diferentes gobiernos europeos están adoptando medidas muy estrictas contra aquellas personas que no han querido vacunarse, especialmente trabajadores sanitarios y de la administración pública, llegando incluso a plantearse el expulsarles de sus trabajos si finalmente no acceden a inmunizarse, avanzando la exigencia del pasaporte de vacunación para el acceso a espacios públicos.

Y en medio de este escenario preocupante, nos preguntamos, ¿por qué hay tantas diferencias en las tasas de vacunación entre unos países y otros? ¿Qué razones han llevado a que España sea el país europeo con tasas más altas de vacunación contra el covid-19 en su población? ¿Por qué una mayoría de ciudadanos del este de Europa no se quieren vacunar y presentan cifras tan sombrías de incidencia de la pandemia? Son preguntas sumamente interesantes que necesitan, sin duda, del concurso de diferentes disciplinas para su comprensión, pero que se pueden tratar de responder desde una perspectiva sociológica y de las ciencias sociales.

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Entre el miedo y la incertidumbre

Hace pocos días, un compañero de la universidad me confesaba que no sabía si jubilarse porque veía muchas incertidumbres sobre el futuro. Y daba en el clavo, porque a la hora de tomar decisiones, de gestionar nuestra vida, la incertidumbre ante el mañana, el miedo a lo que pueda suceder y el temor a lo imprevisto son emociones fundamentales que explican, en buena medida, nuestras decisiones y comportamientos, pero también nuestros miedos y zozobras, que no son pocos. Y es que un porcentaje muy alto de la población mundial vive soportando riesgos inminentes cada vez mayores, ante los cuales no hay respuestas.

Efectivamente, la ansiedad y la angustia ante las dificultades para gestionar lo que pueda suceder por la falta de certezas sobre el futuro llenan las consultas de psicólogos, en mayor medida en tiempos como los actuales, en los que solo tenemos como seguridad un presente repleto de preocupaciones. Así el mañana, el futuro, nos aparece como algo borroso, repleto de variables cada vez más incomprensibles, que se escapan de nuestro alcance y a veces hasta de nuestra comprensión, pero que se multiplican de manera exponencial.

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