El éxito de Kerala

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Mientras algunos de los países occidentales más poderosos sufren el fracaso de sus estrategias de contención frente a la pandemia del covid-19, que está causando estragos entre la población más vulnerable de un buen número de países empobrecidos, el pequeño estado de Kerala, en la India, ha tenido un llamativo éxito al abordar la enfermedad que ha centrado la atención de especialistas de todo el mundo. Hasta el punto de hablarse del modelo Kerala como un buen ejemplo en la respuesta satisfactoria a una pandemia por parte de la sanidad pública. Sin embargo, el caso de Kerala tiene particularidades que acentúan, toda vía más si cabe, el buen hacer incuestionable en la gestión de la pandemia hasta la fecha.

Con una población cercana a los 35 millones de personas, Kerala es uno de los estados más pequeños del gigantesco país que es la India, con 1.400 millones dehabitantes en 28 estados distintos. La pujanza de su crecimiento económico, junto a los avances en su desarrollo industrial y tecnológico han permitido que esta nación sea la decimosegunda economía mundial, si bien, India concentra una de las mayores bolsas de pobreza extrema de todo el mundo, con altos niveles de malnutrición y analfabetismo,junto a tasas de enfermedad muy elevadas. En ello tienen mucho que ver la persistencia del sistema de castas y el mantenimiento de desigualdades atroces, además de unosservicios públicos tan débiles como precarios en dispositivos esenciales.

Sin embargo, el estado de Kerala es la excepción. La región cuenta con la mayor tasa de alfabetización de la India, que llega hasta el 94%, teniendo la mayor esperanzade vida del país, así como las tasas más bajas de mortalidad infantil y pobreza, junto alos niveles de cobertura educativa y sanitaria más elevados de la India. Hasta el punto que las expectativas de vida para la población de este estado son mayores que las de la población afroamericana en los Estados Unidos, contando con tasas de alfabetización en mujeres más altas de las que se dan en toda China. Y en este escenario destacan tres elementos singulares que explican el avance en sus altos niveles de desarrollo humano y sus buenos indicadores sociales.

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Sin más de la mitad

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Hace pocos días, uno de los líderes de opinión de las fuerzas reaccionarias hispanas, Federico Jiménez Losantos, pedía públicamente ante los micrófonos de la emisora desde la que emite su pegajoso veneno, que las fuerzas armadas y la guardia civil dieran un golpe como el 23F en España para salvarla de las peligrosas garras proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas en las que había caído la sacrosanta nación española. Su llamamiento coincidía en el tiempo con otro manifiesto en el que conocidos (ultra)derechistas y tránsfugas se dirigían al PSOE en una carta abierta, solicitando que rompiera con sus proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas socios de gobierno y promoviera un gran acuerdo nacional de reconstrucción con el PP para salvar la sacrosanta nación española. Todo ello, mientras los neofascistas de Vox nos anuncian las llamas del infierno cada día, saliendo a pegarle a la cacerola, insistiendo en la necesidad de salvar la España de Teresa de Jesús y del toro de lidia de proetarrasbolivarianasvenezolanasperroflautistascomunistasindependentistas, al tiempo que en la Guardia Civil sigue el movimiento de tricornios, en coincidencia con las interesadas filtraciones del sumario que una jueza de Madrid instruye contra el Gobierno y el responsable de alertas sanitarias, Fernando Simón, por las denuncias de grupos ultraderechistas por la autorización del 8M y la acusación de culpabilidad criminal al haber expandido el coronavirus de la mano del feminismo antipatriarcal, según sostienen. Cualquier malpensado podría suponer que el llamamiento al levantamiento contra el Gobierno legalmente constituido, realizado por Jiménez Losantos, forma parte de una estrategia de acoso y derribo a un gobierno al que consideran ilegítimo por el sencillo motivo de no estar presidido por ellos.

Y es que, sacar tanques y meter a guardias civiles uniformados en el Congreso de los Diputados da mala imagen. Ahora es más pulcro que jueces del Opus se encarguen de ello, esa congregación religiosa que, como el perejil, siempre ha estado en todas las conspiraciones económicas, políticas y financieras. Porque ya se han manchado suficientemente al tener que utilizar informes amputados, declaraciones fraudulentas, datos inexactos y hasta un vídeo off the récord de una ministra en la antesala de una entrevista en una televisión, para tratar de imputar, perdón, de desalojar a un gobierno en medio de la situación epidémica más grave que ha vivido la humanidad en el último siglo. Lo que los virus no puedan hacer, que lo hagan los jueces, sobre todo si cuentan con el apoyo divino del Opus.

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Pegarle al cazo

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Qué lejos nos quedan ya los aplausos de las ocho en apoyo a nuestros sanitarios. Cómo añoramos todo ese despliegue de solidaridad y ternura que de manera espontánea se puso en marcha durante los meses de encierro forzoso en casa. Y es que, a medida que salimos gradualmente de nuestro confinamiento, empezamos a asumir que el mundo que viene va a ser mas áspero y mas despiadado del que ya teníamos antes de la llegada del maléfico virus.

Muchos países seguimos al ralentí, despertándonos de los meses de mal sueño, tratando de poner en marcha una economía dañada, con millones de personas preguntándose por su futuro, asistiendo atónitos al espectáculo más bochornoso que jamás han dado algunos de los mayores líderes mundiales. Nunca en un momento tan crucial de la historia ha coincidido una generación de dirigentes en grandes países tan lamentables, tan ridículos, tan ególatras, una mezcla entre malos bufones y dictadores de medio pelo.

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