Pegarle al cazo

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Qué lejos nos quedan ya los aplausos de las ocho en apoyo a nuestros sanitarios. Cómo añoramos todo ese despliegue de solidaridad y ternura que de manera espontánea se puso en marcha durante los meses de encierro forzoso en casa. Y es que, a medida que salimos gradualmente de nuestro confinamiento, empezamos a asumir que el mundo que viene va a ser mas áspero y mas despiadado del que ya teníamos antes de la llegada del maléfico virus.

Muchos países seguimos al ralentí, despertándonos de los meses de mal sueño, tratando de poner en marcha una economía dañada, con millones de personas preguntándose por su futuro, asistiendo atónitos al espectáculo más bochornoso que jamás han dado algunos de los mayores líderes mundiales. Nunca en un momento tan crucial de la historia ha coincidido una generación de dirigentes en grandes países tan lamentables, tan ridículos, tan ególatras, una mezcla entre malos bufones y dictadores de medio pelo.

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Tiempo de malestar

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Todo parece indicar que el año 2019 va a ser extraordinariamente difícil, y no solo desde el punto de vista económico, como numerosos indicadores anuncian. Parece como si se acumulara un malestar generalizado que, como el vapor en una olla al fuego, puede escapar en cualquier momento y puede hacerlo de manera inesperada y explosiva, como vimos en París a finales del pasado año con las movilizaciones de los chalecos amarillos.

Numerosos estudios muestran que los años de crisis, miedos y recortes generalizados han alimentado un enorme hartazgo en los trabajadores, los grandes perdedores de todo un conjunto de políticas neoliberales que vienen impulsándose desde los años ochenta pero que se generalizaron con saña a lo largo de la década de la Gran Recesión. La precariedad, el temor y la incertidumbre se han extendido entre sociedades y países, al tiempo que ha avanzado una importante crisis institucional y de representación porque la gente siente que sus responsables políticos están sirviendo los intereses de los poderosos, generando el caldo de cultivo propicio a formaciones y políticos que explotan los instintos más bajos de la población mediante el odio, el racismo, la mentira, el rechazo al débil, la xenofobia, el machismo descarnado, la deformación de la realidad, el insulto, la apelación a la violencia, la exhibición del militarismo. Todo ello adornado con referencias a la patria y a Dios, como entes supremos que están por encima de las leyes, del derecho y del propio sistema democrático.

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