Derecho a la alimentación

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Mucho se ha insistido en destacar cómo, cuando nuestra economía afronta una situación de shock, el empleo sufre de manera muy profunda sus efectos en forma de despidos, cierres de empresas, aumento del desempleo y procesos de regulación de empleo como demostración de la extrema precariedad del mercado de trabajo. Es algo que hemos observado en crisis económicas anteriores, que vimos con particular crudeza a lo largo de los años de la Gran Recesión, en la pasada década, y que vemos ahora también repetirse, aunque de manera mucho más atenuada por el efecto amortiguador que están teniendo los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) puestos en marcha por este gobierno.

Sin embargo, muy poco se ha hablado de otro efecto no menos visible y dramáticoque se desencadena automáticamente en nuestra sociedad cuando atraviesa una situación de crisis como la que ahora se ha desatado por el efecto del coronavirus. Hablamos de los cientos de miles de personas que, en ciudades y municipios, salen a la calle para acudir a organizaciones solidarias y caritativas en busca de alimentos con los que poder comer. Es algo habitual desde hace décadas, atendido por la caridad institucionalizada, comedores sociales, bancos de alimentos y numerosas redes espontáneas de solidaridad. Adquirió especial crudeza a lo largo de los años de dura crisis financiera vivida en España a partir de 2008, pero que hemos visto renacer con inusitada fuerza desde el inicio del estado de alarma, a raíz de la extensión de la pandemia del covid-19.

No hay duda del importante papel que estas entidades sociales y ciudadanas que trabajan para alimentar y dar comida a un volumen tan importante de personas vienenllevando a cabo. Sin embargo, en muchos casos se han convertido en los diques de contención de un sistema social incapaz de dar respuesta a una necesidad fundamental de las personas, sustituyendo así los derechos por caridad. Y es que el derecho a la alimentación desborda el problema del acceso a alimentos, para extenderse a situaciones que afectan a la salud, la soberanía alimentaria del conjunto de la población, así como el acceso y la distribución de comida, sin olvidar la producción agropecuaria y el medio ambiente.

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El valor del desperdicio

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Alimentación, despilfarro, hambre y desperdicio son palabras clave que dibujan un círculo endiablado sobre el que avanza la humanidad. Mientras las agencias internacionales cuantifican en unos 800 millones las personas que padecen hambre en el mundo, la FAO calcula que cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos se tiran cada año a la basura, representando todo un escándalo moral que demuestra que el problema del hambre no tiene su origen en la falta de comida, sino en su mala distribución y en prácticas de consumo insostenibles.

Un documentado artículo de Manuel Rivas titulado “Sopa de aleta de tiburón” explica cómo la moda de comer estofado de lengua de bisonte que se implantó entre la burguesía de las ciudades del Este de los Estados Unidos en el siglo XIX intensificó la caza de estos rumiantes hasta su práctica extinción. Hoy día, los tiburones están viviendo una matanza masiva debido a otra exquisitez de la gastronomía oriental copiada por las élites del mundo entero y basada en la aleta de tiburón, que propicia la pesca indiscriminada de tiburones para cortar menos del 5% de su cuerpo y arrojar los restos de los escualos moribundos al mar convertidos en desperdicios. Antes la lengua de bisonte, hoy la aleta de tiburón, son dos ejemplos de cómo la producción, distribución y consumo de determinados alimentos se basan en modelos económicos depredadores de la naturaleza y despilfarradores de recursos que llegan a poner en peligro a especies enteras, buscando únicamente la rentabilidad de la mercancía. También la pesca industrial de arrastre, que con redes kilométricas acaban con toneladas de seres vivos que son posteriormente descartados y arrojados al mar como basura, es un ejemplo de un modelo que despilfarra recursos hasta llegar a poner en riesgo las condiciones de reproducción de numerosas especies.

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El hambre en la campaña electoral

El hambre en campaña

Estamos profundamente equivocados: el mejor indicador para medir la evolución económica de un país no lo encontramos en su prima de riesgo, en su nivel de deuda o en la cotización de sus valores bursátiles, ni mucho menos. El indicador más contundente lo tenemos en el número de personas que son incapaces siquiera de alimentarse y requieren de la ayuda para dar respuesta a su ingesta de calorías diarias necesarias para sobrevivir. Ahí es donde tenemos un exponente inequívoco del grado de fortaleza o descomposición social de su población.

Artículo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo, 6 de diciembre de 2015 (Pinchar para ver enlace original)

El pasado fin de semana se celebró un acontecimiento que por sí mismo demuestra la situación de emergencia social en la que nos encontramos y que, a pesar de su trascendencia, pasó llamativamente inadvertido en medio de la precampaña electoral en la que estaban embarcados todos los partidos políticos. Me refiero a la campaña anual de recogida de alimentos que en toda España organizó la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal) en las 55 delegaciones existentes en todo el país. A lo largo de todo el fin de semana, la campaña consiguió recoger 22 millones de kilos de comida, un 5% más que el pasado año, permitiendo con ello llenar los almacenes, agotados por las continuas demandas de alimentos, que tendrán existencias para atender las necesidades de comida de 1,8 millones personas durante dos meses.

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Algunos argumentos para valorar el impacto negativo del TTIP

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En los últimos meses, numerosas organizaciones, asociaciones, grupos ecologistas junto a algunos sindicatos y partidos políticos vienen trabajando con intensidad para mostrar su rechazo al acuerdo de Asociación Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP en sus siglas inglesas) que pretende negociarse hasta su aprobación hacia el año 2016. Fue el Presidente Obama, quien el 12 de febrero de 2013 anunció en un discurso la apertura a la negociación del TTIP y con ello, la existencia de este acuerdo, avanzando desde entonces en secreto y sin transparencia. De hecho, la Comisión Europea ha realizado más de 100 encuentros cerrados con lobbys y multinacionales para negociar aspectos concretos del tratado en secreto y sin información de ningún tipo. Para ello, la UE ha acordado que todos los documentos de las negociaciones estén cerrados al público durante 30 años, una decisión insólita que se acoge a la excepción a la Regla 1049/2001 de la UE.

El TTIP se presenta como uno de los procesos políticos de mayor calado para reconfigurar la economía y la propia sociedad europea a medida de los intereses del capital y al margen de las instituciones y procesos democráticos. No estamos ante un proceso de suma cero, sino que todo lo que las grandes empresas transnacionales pretenden arrebatar a la sociedad, en forma de soberanía, derechos, garantías, recursos, servicios públicos, va a la cuenta de resultados de estas multinacionales, colocándose por encima de los propios Estados y por supuesto, de la ciudadanía. No es casual, así, ni el secretismo ni el intento de alejar a la sociedad del que es uno de los más importantes debates políticos de los últimos años en Europa. Por ello, nos parece importante sumar argumentos para valorar el impacto negativo del TTIP sobre la sociedad, la economía y la propia ciudadanía europea.

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Tragando rabia por tanto dolor

Recogida de Alimentos

Nuestra ciudad tiene mucha gente que no entiende de economía y que está cada vez más asqueada de una política que les empobrece más y más. Sin embargo, esa misma gente sufre por ver a su alrededor tanto dolor injustificado en forma de paros y despidos, de madres con dificultades para alimentar a sus hijos, sabiendo de casos de personas a las que el banco les ha quitado la casa. Personas como Carmen, que vive en San Blas con un marido en paro , sobreviviendo gracias al raquítico subsidio familiar, con un hijo trabajando en el extranjero y una hija que este año solo ha podido matricularse de dos asignaturas en la universidad porque el dinero no les llega.

Pero Carmen, como tantas otras personas de bien, ha querido ir al súper de su barrios para colaborar modestamente con la recogida de alimentos que se ha hecho en toda España este fin de semana. Ella no ha podido dar mucho, apenas unos paquetes de macarrones y arroz que necesita casi más para su casa, pero es la forma que tiene de ayudar, de demostrar su cariño a tanta gente que no tiene ni para comer y que dependen de los bancos de alimentos, de las ONG y los comedores sociales para salir adelante, abandonados como están por un Gobierno preocupado únicamente por mentir y justificar sus implicaciones judiciales en tantos casos de corrupción.

En el fondo. Carmen tampoco entiende de política, bastante tiene con sacar a su familia adelante. Pero sabe que tanta pobreza, tanto sufrimiento y dolor como ve a su alrededor no son buenos.

Y aunque Carmen traga muchas lágrimas en silencio al ver a su marido desesperado, sabiendo que su hijo se ha tenido que ir a trabajar fuera, preocupada por una hija que no sabe si podrá terminar su carrera, Carmen confía en que si llega a necesitar algún día macarrones o arroz, habrá otras muchas cármenes que le ayudarán a comer. Aunque sea conteniendo toda esa rabia que nos están haciendo tragar por tanta vida como nos están robando.

Punto de vista en Hoy por Hoy Alicante – Cadena Ser

Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal, España.

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La Red RIOS (Red de Investigación y Observatorio para la Solidaridad), de la que formo parte, acaba de publicar en la editorial Icaria de Barcelona el libro «Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal y España«, una investigación dirigida por el sociólogo José Ramón González Parada de la que dimos un avance en este Blog (Insolvencia alimentaria, pobreza y políticas de ajuste en el Sur de Europa: el caso de España). El estudio es de la máxima vigencia y originalidad, al analizar como con la crisis sistémica el hambre ha reaparecido con fuerza en Europa, rompiendo moldes de pensamiento y obligando a improvisar acciones, a menudo sin una comprensión clara de sus implicaciones. Para ello, se analiza el impacto de la emergencia alimentara en tres países clave del Sur de Europa en los que las políticas austericidas de la Troika y de sus respectivos gobiernos están generando más víctimas. Junto a las cifras de pobreza y hambre, se analizan las relaciones entre los sistemas de abastecimiento y reparto de comida, y el modelo de producción de alimentos basado en ela dependencia de multinacionales agroalimentarias, en la conversión de la alimentación en negocio especulativo y en la supeditación sin condiciones a la Política Agraria Comunitaria (PAC).

Pero tan alarmante como el avance de la pobreza es el auge de la miseria moral de la que hacen gala sus dirigentes políticos y económicos. En ausencia de una política económica, orientada a la vida de las personas de carne y hueso, son las organizaciones filantrópicas y las redes de solidaridad las que asumen la distribución de alimentos, pero en la defensa del derecho a la alimentación y en la estrategia de soberanía alimentaria arranca la diferencia entre el asistencialismo filantrópico y la justicia social.

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