Estamos profundamente equivocados: el mejor indicador para medir la evolución económica de un país no lo encontramos en su prima de riesgo, en su nivel de deuda o en la cotización de sus valores bursátiles, ni mucho menos. El indicador más contundente lo tenemos en el número de personas que son incapaces siquiera de alimentarse y requieren de la ayuda para dar respuesta a su ingesta de calorías diarias necesarias para sobrevivir. Ahí es donde tenemos un exponente inequívoco del grado de fortaleza o descomposición social de su población.
El pasado fin de semana se celebró un acontecimiento que por sí mismo demuestra la situación de emergencia social en la que nos encontramos y que, a pesar de su trascendencia, pasó llamativamente inadvertido en medio de la precampaña electoral en la que estaban embarcados todos los partidos políticos. Me refiero a la campaña anual de recogida de alimentos que en toda España organizó la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal) en las 55 delegaciones existentes en todo el país. A lo largo de todo el fin de semana, la campaña consiguió recoger 22 millones de kilos de comida, un 5% más que el pasado año, permitiendo con ello llenar los almacenes, agotados por las continuas demandas de alimentos, que tendrán existencias para atender las necesidades de comida de 1,8 millones personas durante dos meses.