Las colas del hambre

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Un año más, a lo largo de estos días se está llevando a cabo una gran operación en toda España para la recogida de alimentos promovida por la Fesbal (Federación Española de Bancos de Alimentos), que para esta edición se ha propuesto superar los 450.000 kilos obtenidos el pasado año. Como bien señala el obispo emérito de Brasil, PedroCasaldáliga, el hambre no espera y lo primero que hay que hacer con el que tiene hambre es darle de comer. Después vendrá todo eso de la caña, pero sobre todo explicarle que el río es suyo.

Pocas cosas hay en la vida tan importantes como la alimentación, hasta el punto que nuestra vida y evolución han dependido de la capacidad para disponer de comida suficiente para nosotros y los nuestros, allí donde nos encontremos. Sin embargo, a pesar de los formidables avances en la producción de alimentos, el hambre ha estado siempre presente en la historia de la humanidad, hasta llegar a cuantificar con pasmosa normalidad el número de personas que la sufren, como cuando contamos el número de poseedores de teléfonos móviles o de automóviles.

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El valor del desperdicio

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Alimentación, despilfarro, hambre y desperdicio son palabras clave que dibujan un círculo endiablado sobre el que avanza la humanidad. Mientras las agencias internacionales cuantifican en unos 800 millones las personas que padecen hambre en el mundo, la FAO calcula que cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos se tiran cada año a la basura, representando todo un escándalo moral que demuestra que el problema del hambre no tiene su origen en la falta de comida, sino en su mala distribución y en prácticas de consumo insostenibles.

Un documentado artículo de Manuel Rivas titulado “Sopa de aleta de tiburón” explica cómo la moda de comer estofado de lengua de bisonte que se implantó entre la burguesía de las ciudades del Este de los Estados Unidos en el siglo XIX intensificó la caza de estos rumiantes hasta su práctica extinción. Hoy día, los tiburones están viviendo una matanza masiva debido a otra exquisitez de la gastronomía oriental copiada por las élites del mundo entero y basada en la aleta de tiburón, que propicia la pesca indiscriminada de tiburones para cortar menos del 5% de su cuerpo y arrojar los restos de los escualos moribundos al mar convertidos en desperdicios. Antes la lengua de bisonte, hoy la aleta de tiburón, son dos ejemplos de cómo la producción, distribución y consumo de determinados alimentos se basan en modelos económicos depredadores de la naturaleza y despilfarradores de recursos que llegan a poner en peligro a especies enteras, buscando únicamente la rentabilidad de la mercancía. También la pesca industrial de arrastre, que con redes kilométricas acaban con toneladas de seres vivos que son posteriormente descartados y arrojados al mar como basura, es un ejemplo de un modelo que despilfarra recursos hasta llegar a poner en riesgo las condiciones de reproducción de numerosas especies.

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Emergencia social

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En pocas cosas hay tanta unanimidad, entre los partidos políticos que aspiran a formar nuevo gobierno, como en la necesidad de poner en marcha un ambicioso plan de emergencia social. Indicadores estadísticos europeos y nacionales coinciden en destacar una y otra vez los elevados niveles de pobreza, desigualdad y exclusión social que se han alcanzado en España, colocándonos en los primeros puestos entre los países de la UE, abriendo así una brecha social que no para de avanzar y cuyos efectos tardarán años en desaparecer. El problema es que el tiempo que se necesita para generar cambios económicos y sociales de envergadura que transformen esta situación no coincide con las necesidades vitales y personales más urgentes de miles de familias, que no pueden esperar más para que se solucionen auténticos dramas humanos contemporáneos de proporciones devastadores para quienes lo sufren. De ahí la importancia de comprender correctamente la situación de emergencia social en la que nos encontramos y realizar así un adecuado diagnóstico.

Artículo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo 7 de febrero de 2016 (Pinchar aquí para ver enlace original)

​Muchos de los síntomas de ese devastador proceso vivido son bien conocidos, en forma de destrucción de puestos de trabajo y desempleo masivo, con la expulsión de amplios sectores de jóvenes y profesionales al extranjero, mientras numerosas familias sin recursos han perdido su casa con los cerca de medio millón de desahucios ejecutados desde el inicio de la crisis, al tiempo que cada vez más personas no pueden pagar incluso sus tratamientos médicos y satisfacer sus necesidades más básicas, hasta el punto de tener que recurrir a comedores sociales y bancos de alimentos en proporciones nunca antes vistas desde la posguerra, con miles de niños en situación de pobreza y vulnerabilidad ante la imposibilidad de sus padres hasta de poder pagar los comedores escolares, con hogares incapaces de hacer frente a los recibos de consumos básicos de agua, electricidad o gas.

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La urgencia de luchar contra la pobreza infantil

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Con frecuencia, se piensa que los problemas de alimentación en algunos menores son el mejor ejemplo de los efectos del empobrecimiento generado por la crisis en numerosas familias. Así, en los últimos años vemos con cierta periodicidad noticias llamativas relacionadas con becas de comedor, colegios que hacen esfuerzos para alimentar a niños con dificultades o programas específicos para dar comida en periodos extraescolares. Sin embargo, ni la pobreza infantil generada por la crisis económica se reduce a estos problemas, ni tampoco son, ni mucho menos, las situaciones más graves de emergencia social que atraviesan muchos menores sobre las que hay que desplegar intervenciones profesionales, respetuosas y muy bien planificadas que salvaguarden el interés superior del menor.

Articulo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo 24 de enero de 2016 (Pinchar aquí para ver enlace original)

​Tanto los técnicos sociales que trabajan directamente con menores y sus familias, como quienes estudiamos la evolución e impacto de la pobreza, así como las organizaciones especializadas en la atención a la infancia coincidimos en señalar que existe un aumento significativo del riesgo social y vulnerabilidad en numerosos menores vinculadas con la crisis, con el aumento de la pobreza y las situaciones de emergencia social que viven un buen número de familias. Todo ello se traduce en situaciones de maltrato, negligencia, desprotección, abandono escolar, dificultades para seguir adecuadamente las actividades extraescolares, apuros para llevar a cabo los seguimientos médicos y farmacéuticos, problemas nutricionales y limitaciones para el buen ejercicio de las responsabilidades parentales para muchos progenitores que llevan años viviendo situaciones tremendamente duras de falta de empleo y de ingresos económicos, ausencia de subsidios, agotamiento de los ahorros, riesgo de la pérdida de su vivienda habitual o desahucios, ansiedad, trastornos mentales y adicciones. En casos de esta naturaleza se comprueba el daño devastador que la dichosa crisis está causando desde hace años en numerosas familias, porque no debemos olvidar que los niños no son seres aislados, sino que forman parte de un sistema social más amplio que se llama familia y que también comparte las mismas necesidades y carencias.

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El hambre en la campaña electoral

El hambre en campaña

Estamos profundamente equivocados: el mejor indicador para medir la evolución económica de un país no lo encontramos en su prima de riesgo, en su nivel de deuda o en la cotización de sus valores bursátiles, ni mucho menos. El indicador más contundente lo tenemos en el número de personas que son incapaces siquiera de alimentarse y requieren de la ayuda para dar respuesta a su ingesta de calorías diarias necesarias para sobrevivir. Ahí es donde tenemos un exponente inequívoco del grado de fortaleza o descomposición social de su población.

Artículo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo, 6 de diciembre de 2015 (Pinchar para ver enlace original)

El pasado fin de semana se celebró un acontecimiento que por sí mismo demuestra la situación de emergencia social en la que nos encontramos y que, a pesar de su trascendencia, pasó llamativamente inadvertido en medio de la precampaña electoral en la que estaban embarcados todos los partidos políticos. Me refiero a la campaña anual de recogida de alimentos que en toda España organizó la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal) en las 55 delegaciones existentes en todo el país. A lo largo de todo el fin de semana, la campaña consiguió recoger 22 millones de kilos de comida, un 5% más que el pasado año, permitiendo con ello llenar los almacenes, agotados por las continuas demandas de alimentos, que tendrán existencias para atender las necesidades de comida de 1,8 millones personas durante dos meses.

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Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal, España.

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La Red RIOS (Red de Investigación y Observatorio para la Solidaridad), de la que formo parte, acaba de publicar en la editorial Icaria de Barcelona el libro «Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal y España«, una investigación dirigida por el sociólogo José Ramón González Parada de la que dimos un avance en este Blog (Insolvencia alimentaria, pobreza y políticas de ajuste en el Sur de Europa: el caso de España). El estudio es de la máxima vigencia y originalidad, al analizar como con la crisis sistémica el hambre ha reaparecido con fuerza en Europa, rompiendo moldes de pensamiento y obligando a improvisar acciones, a menudo sin una comprensión clara de sus implicaciones. Para ello, se analiza el impacto de la emergencia alimentara en tres países clave del Sur de Europa en los que las políticas austericidas de la Troika y de sus respectivos gobiernos están generando más víctimas. Junto a las cifras de pobreza y hambre, se analizan las relaciones entre los sistemas de abastecimiento y reparto de comida, y el modelo de producción de alimentos basado en ela dependencia de multinacionales agroalimentarias, en la conversión de la alimentación en negocio especulativo y en la supeditación sin condiciones a la Política Agraria Comunitaria (PAC).

Pero tan alarmante como el avance de la pobreza es el auge de la miseria moral de la que hacen gala sus dirigentes políticos y económicos. En ausencia de una política económica, orientada a la vida de las personas de carne y hueso, son las organizaciones filantrópicas y las redes de solidaridad las que asumen la distribución de alimentos, pero en la defensa del derecho a la alimentación y en la estrategia de soberanía alimentaria arranca la diferencia entre el asistencialismo filantrópico y la justicia social.

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El deliberado colapso de la ayuda al desarrollo

La profunda crisis sistémica que vivimos, alimentada por la delincuencia financiera mundial, está teniendo también una incidencia notable sobre las políticas globales de ayuda al desarrollo, que en muchos países como en el nuestro viven un auténtico proceso de voladura controlada y deliberada. De esta forma, las políticas públicas de ayuda al desarrollo atraviesan el proceso de cambio y transformación más importante desde que fueron formuladas, que va más allá de reajustes económicos, al experimentar una auténtica reconversión política, ideológica e instrumental que afecta a procesos morfológicos e instrumentales de un enorme calado.

No son solo recortes lo que está contribuyendo a desdibujar las políticas globales de ayuda al desarrollo, sino su progresivo y deliberado deterioro de la mano de intereses económicos, políticos y comerciales abrasivos que transforman de forma acelerada los paradigmas esenciales sobre los que han avanzado las políticas de solidaridad internacional.

Es cierto que desde que se inició la maldita hipercrisis mundial, las políticas globales de ayuda al desarrollo han sufrido en muchos países profundos recortes y reajustes, cuando no un profundo cuestionamiento sobre su papel y funcionalidad. Pero hay que dejar claro que este proceso no está teniendo la misma intensidad en todos los países y sociedades, delimitando de forma muy nítida Estados y sociedades anémicas, en las que el proceso de crisis económica se ha convertido en un formidable vendaval social e institucional; frente a otros países y sociedades éticamente fuertes, moralmente vigorosas, económicamente saludables y socialmente más equilibradas.

Así las cosas, todo el entramado doctrinal e institucional sobre el que se ha venido levantando la Ayuda Oficial al Desarrollo ha saltado por los aires de la mano de las políticas de austeridad y consolidación fiscal que se promueven en muchos países, pero también como consecuencia de procesos especulativos de dimensión mundial. De tal manera que acabamos por convivir con el hambre como un residuo inevitable de nuestro bienestar, mientras hemos incluido a los alimentos en las dinámicas especulativas del capitalismo de casino cuyos resultados devastadores estamos viviendo con toda su crudeza, como bien señalan autores como Jean Ziegler, en su obra «Geopolítica del hambre».

No es casual, por ello, que desde que se iniciara la crisis sistémica en 2008 se hayan desencadenado una serie de procesos íntimamente relacionados, que al tiempo que profundizan los procesos de empobrecimiento global, aumentan la necesidad de promover instrumentos de desarrollo de alcance también mundial. Y entre ellos, podemos destacar: la persistencia y crecimiento del hambre en el mundo; una progresiva reducción de los recursos en las agencias encargadas de paliarlo; al tiempo que el precio de los alimentos esté aumentando de forma vertiginosa; convirtiéndose a los alimentos en objeto de especulación financiera en los mercados de valores y fondos de inversión, agudizando con ello un nuevo neocolonialismo agrario. Analicemos rápidamente cada uno de estos elementos.

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