El naufragio de la política migratoria de la UE

En octubre de 2013 se produjo en el Mediterráneo, junto a la isla de Lampedusa, el dramático naufragio de un barco procedente de Libia que acabó con la vida de 360 personas, en su mayoría mujeres y niños. Las imágenes de cientos de ataúdes en un hangar del aeropuerto de la isla, donde se apilaron los féretros, dieron la vuelta al mundo y sacudieron a la opinión pública. Mientras las autoridades de la UE declaraban que evitarían que una tragedia similar volviera a suceder, el Papa Francisco, con su claridad habitual, señaló: “Solo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza”. Investigaciones posteriores acreditaron que la guardia costera italiana desatendió las llamadas desesperadas de ayuda realizadas desde el barco.

El cinismo de la UE llegó hasta el punto de que a los escasos náufragos rescatados con vida se les ingresó en el centro de internamiento de Mineo, en Lampedusa, tras incoarles expedientes de expulsión, mientras que a los cerca de 400 fallecidos se les concedió automáticamente y con honores la ciudadanía italiana y, con ello, la europea.

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Época incierta

La era de la involución democrática ya está en marcha en toda España de la mano de unos acuerdos políticos entre el PP y Vox singulares en su contenido y significado, que blanquean la entrada de la extrema derecha reaccionaria, por la puerta grande, en numerosos gobiernos autonómicos y locales, como ha sucedido en la Comunitat Valenciana y en Elche. Mientras tanto, los máximos dirigentes de Podemos seguían repitiendo, una y otra vez, que lucharían por incluir a Irene Montero en las próximas listas electorales de Sumar, ajenos a la enorme preocupación extendida en muchos sectores por la generalización de gobiernos ultraderechistas, trumpistas y ultracatólicos, cuyos primeros gestos y anuncios dan buena cuenta de lo que se avecina: cuestión de prioridades.

Bien es cierto que, en otros lugares, dirigentes de Podemos han seguido luchando a pie de calle a favor de derechos sociales, como ha reconocido el TSJ de la Comunidad Valenciana, al rechazar la lamentable ordenanza de la vergüenza recurrida con esfuerzo por ese partido y que con empeño aprobó e impulsó el Partido Popular de Luis Barcala en Alicante, bandera y seña de su gobierno de derechas y de una concejala reaccionaria del PP, Julia Llopis, que ahora trabaja activamente al servicio de Vox. En Alicante podemos decir que sabemos lo que significa el gobierno de la ultraderecha porque durante el pasado mandato, una de las concejalas del equipo de gobierno impulsó desde sus áreas de Educación y Acción Social, una de las políticas reaccionarias más dañinas en concejalías fundamentales para la convivencia, con el apoyo del alcalde, Luis Barcala, dejándola hacer y deshacer a su antojo. Empezamos a ver ya las consecuencias de tanto fanatismo y tardaremos tiempo en recomponer los destrozos.

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Kitty Genovese en nuestras ciudades

Los árboles no pueden impedir que veamos el bosque que tenemos delante de nuestros ojos. Mientras seguimos enzarzados en analizar el impacto de lo sucedido tras las pasadas elecciones autonómicas y municipales, en medio de la inminente convocatoria de elecciones generales de julio, no podemos dejar de reflexionar, a su vez, sobre la manera de mejorar nuestras vidas y nuestra convivencia. Porque la política no va, únicamente, de políticos y de sus partidos, por relevantes que éstos sean y como a veces puede parecer, sino especialmente de las propuestas, medios e instrumentos para hacer entre todos que la sociedad avance y los ciudadanos puedan disfrutar de una mejor vida.

Lo explicó hace ya tiempo, allá por el año 431 a.C. en su discurso fúnebre Pericles en el cementerio del cerámico en Atenas, como recogió el historiador Tucídides, en uno de los más altos testimonios de cultura y civismo que nos haya dejado la antigüedad. En este discurso, se señalaba: “Los individuos pueden ellos mismos ocuparse simultáneamente de sus asuntos privados y de los públicos; no por el hecho de que cada uno esté entregado a lo suyo, su conocimiento de las materias políticas es insuficiente. Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en las tareas de la comunidad.”

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Necesaria autocrítica

El resultado de las pasadas elecciones locales y autonómicas ha generado un movimiento sísmico estructural en todo el sistema político del Estado de tal intensidad que se suceden los acontecimientos y decisiones, sin apenas capacidad para el análisis y la reflexión. Sin embargo, la profundidad de los cambios que se están viviendo exigen, más que nunca, un diagnóstico acertado, y con un trazo muy fino, para evitar que se instale la confusión, el mejor escenario para oportunistas y salvapatrias.

Al igual que sucede con los terremotos, el resultado de estas elecciones demuestra que se ha liberado, de manera explosiva, una formidable energía acumulada en la sociedad en los últimos años, alimentada por la generación de un clima irrespirable por parte de la derecha extrema y la extrema derecha en España, que han trabajado de manera infatigable para deslegitimar y calumniar sistemáticamente al Gobierno y a los partidos que lo integran, sin dejar en ningún momento de difundir, de todas las maneras posibles, barbaridades y mentiras.

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