Criptopatrañas

Las monedas digitales, también llamadas criptomonedas, han explotado con una fuerza inusitada, haciendo saltar en pedazos esa gigantesca burbuja de mentiras y falsedades que se ha construido en torno a uno de los activos económicos ficticios más inestables de la historia.

A lo largo del mes de mayo, el mercado de ese maná anunciado por ignorantes y oportunistas como un nuevo El Dorado, conocido como criptomonedas, se ha hundido hasta niveles inimaginables. Lo normal para activos especulativos artificiales construidos a base de patrañas incomprensibles y disparatadas. La tercera criptomoneda en valor mundial de capitalización, llamada Luna, se ha vaporizado de la noche a la mañana, perdiendo el 99% de su valor, lo que se llama desaparecer por completo, llevando a miles de personas en todo el mundo a perder todo su dinero invertido. Lo mismo ocurrió con TerraUSD, una criptomoneda mucho más compleja, que de la noche a la mañana pasó a no valer nada, sin olvidar el derrumbe del Bitcoin o Ethereum, las dos principales monedas digitales que alcanzaron sus niveles más bajos.

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Criptomonedas y desigualdad

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En muy poco tiempo, el blockchain, las criptomonedas y criptodivisas, entre las que sobresale el bitcóin, se han metido de lleno en nuestra sociedad, ocupando debates e informaciones de todo tipo, a pesar de no saberse a ciencia cierta qué son y desconocer en gran medida sus efectos.

De hecho, con frecuencia, se habla de la cotización del bitcóin como si del euro se tratara, conociéndose comercios de distinta naturaleza que dicen admitir el pago en bitcóin, aunque no parece que sepan bien lo que harán cuando les entreguen un código QR impreso en un papel a cambio de la compra. Por las calles de nuestras ciudades empezamos a ver tiendas que ofrecen unos equipos bien feos para minar criptomonedas, de la misma forma que se ofrecen taladros para extraer oro en los supermercados cercanos a las montañas de Alaska. Incluso una gran cadena de alimentación anuncia la posibilidad de conocer la trazabilidad de sus alimentos mediante “tecnología blockchain”, como si ello fuera la mayor garantía de salud, calidad y frescura de lo que comemos. En países del Este de Europa se están sustituyendo numerosas granjas de aves por granjas de minería de criptomonedas, aprovechando el bajo precio de una electricidad que, en muchos de ellos, sigue subvencionada por el Estado, mientras surgen numerosos estudios que llaman la atención sobre el descomunal consumo de energía eléctrica que necesitan estas nuevas labores de minería, hasta el punto que en ciudades como Nueva York se están desmantelando instalaciones mineras ilegales de criptomonedas para evitar que se puedan producir apagones. Todo ello, mientras proliferan los anuncios para invertir en estas monedas virtuales, prometiendo rentabilidades ilimitadas. Sin embargo, la realidad parece ser otra muy distinta.

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