Cambios en los paradigmas económicos mundiales

En pocos momentos de nuestra historia reciente se ha vivido una sucesión de crisis de la envergadura, gravedad e intensidad que estamos sufriendo. Son tantas que perdemos, con frecuencia, la perspectiva de los profundos cambios que se están produciendo para tratar de afrontar y dar respuesta a muchos de los efectos que están repercutiendo sobre nuestras vidas.

Sin recuperarnos por completo de la mayor crisis financiera que ha atravesado la humanidad durante la Gran Recesión, nos vimos azotados por una gigantesca pandemia global de COVID-19 que sacudió a todos los países y a la propia economía global como nunca imaginamos, para sufrir después la guerra en Ucrania, con la cadena de efectos que no paran de sucederse: la crisis de la energía, la interrupción de los suministros de gas desde Rusia, la escalada inflacionista y la subida de tipos de interés hipotecarios, la crisis de alimentos y su encarecimiento, la interrupción en las cadenas globales de suministros, sin olvidarnos de una formidable crisis climática cuyos impactos los padecemos cada día en forma de alteraciones en las temperaturas, ausencia de precipitaciones, sequías, junto a cambios atmosféricos y en la naturaleza.

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Contra el catastrofismo climático

En los últimos días, se suceden las noticias que nos hablan de la destrucción que hemos emprendido y las graves amenazas que planean sobre el futuro. No me estoy refiriendo a la guerra en Ucrania, aunque pueda parecerlo, sino a otra contienda que la humanidad tiene abierta contra el planeta y la naturaleza, que está dañando de manera acelerada las condiciones que han hecho posible la vida de mujeres y hombres durante generaciones.

Es cierto que nos hemos acostumbrado a informaciones que nos hablan de estudios, investigaciones y sucesos inquietantes que demuestran hasta qué punto el impacto humano sobre el planeta está destruyendo y alterando las bases mismas de la vida y de la biosfera. Pero esta semana se han sucedido tantos testimonios de ello que ni siquiera hemos tenido tiempo de asimilarlos, inmersos como estamos en una guerra en Europa sobre la que sobrevuela el uso del arma nuclear. Sin embargo, los estudios que se han difundido estos días no pueden ser más pesimistas.

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