La urgencia de luchar contra la pobreza infantil

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Con frecuencia, se piensa que los problemas de alimentación en algunos menores son el mejor ejemplo de los efectos del empobrecimiento generado por la crisis en numerosas familias. Así, en los últimos años vemos con cierta periodicidad noticias llamativas relacionadas con becas de comedor, colegios que hacen esfuerzos para alimentar a niños con dificultades o programas específicos para dar comida en periodos extraescolares. Sin embargo, ni la pobreza infantil generada por la crisis económica se reduce a estos problemas, ni tampoco son, ni mucho menos, las situaciones más graves de emergencia social que atraviesan muchos menores sobre las que hay que desplegar intervenciones profesionales, respetuosas y muy bien planificadas que salvaguarden el interés superior del menor.

Articulo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo 24 de enero de 2016 (Pinchar aquí para ver enlace original)

​Tanto los técnicos sociales que trabajan directamente con menores y sus familias, como quienes estudiamos la evolución e impacto de la pobreza, así como las organizaciones especializadas en la atención a la infancia coincidimos en señalar que existe un aumento significativo del riesgo social y vulnerabilidad en numerosos menores vinculadas con la crisis, con el aumento de la pobreza y las situaciones de emergencia social que viven un buen número de familias. Todo ello se traduce en situaciones de maltrato, negligencia, desprotección, abandono escolar, dificultades para seguir adecuadamente las actividades extraescolares, apuros para llevar a cabo los seguimientos médicos y farmacéuticos, problemas nutricionales y limitaciones para el buen ejercicio de las responsabilidades parentales para muchos progenitores que llevan años viviendo situaciones tremendamente duras de falta de empleo y de ingresos económicos, ausencia de subsidios, agotamiento de los ahorros, riesgo de la pérdida de su vivienda habitual o desahucios, ansiedad, trastornos mentales y adicciones. En casos de esta naturaleza se comprueba el daño devastador que la dichosa crisis está causando desde hace años en numerosas familias, porque no debemos olvidar que los niños no son seres aislados, sino que forman parte de un sistema social más amplio que se llama familia y que también comparte las mismas necesidades y carencias.

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Al borde del camino

Al borde del camino

Convertir la política en delirio nunca ha traído nada bueno. El alejamiento de la realidad es una anomalía mental preocupante que puede degenerar en patologías en las que el sujeto construye un mundo falso e irreal al romperse la relación con las personas y la sociedad. Pero en política, el alejamiento de la realidad supone una aberración moral y un fraude democrático en la medida en que los dirigentes políticos que lo protagonizan se construyen un mundo paralelo a su medida, alejado y enfrentado a la ciudadanía para la que deberían trabajar.

La comparecencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Palacio de la Moncloa el pasado lunes, para hacer balance de la legislatura, tras la aprobación por el Consejo de Ministros del decreto de convocatoria de elecciones para el 20 de diciembre, representó un magnífico ejemplo de hasta qué punto un responsable político puede estar alejado de la realidad y vivir fuera de ella sin sentir la menor vergüenza. Acostumbrados como estamos a las falsedades, medias verdades y mentiras deliberadas que Rajoy y su Gobierno han venido prodigando en estos cuatro durísimos años, su balance de legislatura representó un panfleto electoral que transitaba entre el sadismo político y el desprecio social hacia una ciudadanía exhausta por una desigualdad abismal, una precariedad extrema, una pobreza creciente, un hundimiento de los salarios, un recorte en los servicios públicos y en los derechos, junto a un encarecimiento de precios y servicios básicos. A todas esas personas para las que no existe futuro sino únicamente un presente cada vez más incierto en el que sobrevivir, el discurso autoelogioso, rimbombante y quimérico que pronunció Rajoy para cerrar sus cuatro años de mandato solo contribuye a alejarlos de la política y aumentar su enfado por tener que seguir soportando el desprecio de un Gobierno que les ha maltratado una y otra vez a lo largo de toda su legislatura.

Que el presidente del Gobierno de un país como España llegue a afirmar en su Palacio Presidencial que “se ha superado la peor crisis sin que nadie se quedara al borde del camino” constituye un auténtico testamento político para un partido y un presidente que no han dejado de tratar con desprecio, arrogancia y desdén a los sectores más empobrecidos y humildes de la sociedad. No hay duda de que esos caminos por los que pasea Rajoy, llenos de guardaespaldas y asesores que no paran de halagarle, recorridos desde su coche oficial blindado y en los que hasta se recomienda no tender ropa a su paso, como se hizo durante su reciente visita a Finestrat, nada tienen que ver con los caminos que transitamos el resto de los ciudadanos.

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Tragando rabia por tanto dolor

Recogida de Alimentos

Nuestra ciudad tiene mucha gente que no entiende de economía y que está cada vez más asqueada de una política que les empobrece más y más. Sin embargo, esa misma gente sufre por ver a su alrededor tanto dolor injustificado en forma de paros y despidos, de madres con dificultades para alimentar a sus hijos, sabiendo de casos de personas a las que el banco les ha quitado la casa. Personas como Carmen, que vive en San Blas con un marido en paro , sobreviviendo gracias al raquítico subsidio familiar, con un hijo trabajando en el extranjero y una hija que este año solo ha podido matricularse de dos asignaturas en la universidad porque el dinero no les llega.

Pero Carmen, como tantas otras personas de bien, ha querido ir al súper de su barrios para colaborar modestamente con la recogida de alimentos que se ha hecho en toda España este fin de semana. Ella no ha podido dar mucho, apenas unos paquetes de macarrones y arroz que necesita casi más para su casa, pero es la forma que tiene de ayudar, de demostrar su cariño a tanta gente que no tiene ni para comer y que dependen de los bancos de alimentos, de las ONG y los comedores sociales para salir adelante, abandonados como están por un Gobierno preocupado únicamente por mentir y justificar sus implicaciones judiciales en tantos casos de corrupción.

En el fondo. Carmen tampoco entiende de política, bastante tiene con sacar a su familia adelante. Pero sabe que tanta pobreza, tanto sufrimiento y dolor como ve a su alrededor no son buenos.

Y aunque Carmen traga muchas lágrimas en silencio al ver a su marido desesperado, sabiendo que su hijo se ha tenido que ir a trabajar fuera, preocupada por una hija que no sabe si podrá terminar su carrera, Carmen confía en que si llega a necesitar algún día macarrones o arroz, habrá otras muchas cármenes que le ayudarán a comer. Aunque sea conteniendo toda esa rabia que nos están haciendo tragar por tanta vida como nos están robando.

Punto de vista en Hoy por Hoy Alicante – Cadena Ser

Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal, España.

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La Red RIOS (Red de Investigación y Observatorio para la Solidaridad), de la que formo parte, acaba de publicar en la editorial Icaria de Barcelona el libro «Emergencia alimentaria. Grecia, Portugal y España«, una investigación dirigida por el sociólogo José Ramón González Parada de la que dimos un avance en este Blog (Insolvencia alimentaria, pobreza y políticas de ajuste en el Sur de Europa: el caso de España). El estudio es de la máxima vigencia y originalidad, al analizar como con la crisis sistémica el hambre ha reaparecido con fuerza en Europa, rompiendo moldes de pensamiento y obligando a improvisar acciones, a menudo sin una comprensión clara de sus implicaciones. Para ello, se analiza el impacto de la emergencia alimentara en tres países clave del Sur de Europa en los que las políticas austericidas de la Troika y de sus respectivos gobiernos están generando más víctimas. Junto a las cifras de pobreza y hambre, se analizan las relaciones entre los sistemas de abastecimiento y reparto de comida, y el modelo de producción de alimentos basado en ela dependencia de multinacionales agroalimentarias, en la conversión de la alimentación en negocio especulativo y en la supeditación sin condiciones a la Política Agraria Comunitaria (PAC).

Pero tan alarmante como el avance de la pobreza es el auge de la miseria moral de la que hacen gala sus dirigentes políticos y económicos. En ausencia de una política económica, orientada a la vida de las personas de carne y hueso, son las organizaciones filantrópicas y las redes de solidaridad las que asumen la distribución de alimentos, pero en la defensa del derecho a la alimentación y en la estrategia de soberanía alimentaria arranca la diferencia entre el asistencialismo filantrópico y la justicia social.

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Insolvencia alimentaria, pobreza y políticas de ajuste en los países del Sur de Europa: el caso de España

Foto Pot Insolvencia

José Ramón González Parada y Carlos Gómez Gil

En el marco de un proyecto de investigación sobre insolvencia alimentaria y pobreza en países del Sur de Europa promovido por RIOS (Red de Investigación y Observatorio de la Solidaridad)  se avanzan algunos datos de interés referidos en particular a España.

Tras cinco años sufriendo una de las crisis más profundas y persistentes que se han vivido en la historia contemporánea en Europa que se ha visto agravada por la aplicación de severas medidas de recorte de gastos público, ajuste y medidas de consolidación fiscal, el avance de la pobreza sobre la población de los países del Sur sometidos a duros planes de ajuste ocupa una preocupación creciente. Es así como la cobertura de necesidades básicas y su alimentación para sectores cada vez más amplios en los países del Sur constituye un serio problema que está poniendo en riesgo a los sectores más vulnerables. Con ello, el papel de bancos de alimentos y otras entidades, comedores sociales y hasta de los propios colegios en proporcionar alimentos a grupos cada vez más amplios de población es un hecho incuestionable con solo ver las colas diarias ante estos establecimientos, o los llamamientos a donar alimentos ante el aumento en la demanda que la crisis está generando.

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Algunas campañas disparatadas contra la crisis

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A medida que este fenomenal disparate llamado crisis, sus causas y efectos, junto a las políticas neoliberales de ajuste que se vienen aplicando se instalan entre nosotros tras seis años de decisiones fallidas, se suceden los anuncios vacíos que pregonan su superación, bien sea en forma de “brotes verdes”, por medio de “luz al final del túnel”, o de otros signos de prosperidad inexistentes. Es algo que se ha repetido a lo largo de estos años a través de anuncios, pronósticos, declaraciones, campañas, mensajes, previsiones o discursos de todo pelaje, que con el paso de los años se han convertido en una rutina más de las numerosas mentiras con que periódicamente se nos trata de intoxicar. Sin embargo, empezamos a perder el recuerdo de algunos de esos anuncios y campañas fallidas que, a estas alturas, son ya testimonio de los muchos despropósitos que estamos viviendo.

Vamos a analizar dos ejemplos de lo que decimos, que tuvieron lugar en el año 2010, y que por méritos propios ocupan un lugar destacado en ese amplio catálogo de disparates a los que asistimos.

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La política social del paquete de arroz

Dia Familia

Con la excusa de la crisis, se está perdiendo la perspectiva más elemental de muchas cosas. El pudor personal, la vergüenza institucional y la responsabilidad pública de numerosos políticos parecen haber desaparecido, abandonados como están al populismo barato, a la caridad desmedida y sin criterio sobre la que han situado a numerosas instituciones. De tal forma que, mientras desde el Gobierno y las diferentes instituciones autonómicas y locales, el Partido Popular niega el devastador impacto de la crisis, han convertido a muchas de estas instituciones en una simple caricatura, a base de sustituir la acción política por la caridad o el abandono, puro y duro.

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Cambiar tapones por votos

tapones solidarios

La sociedad, de la misma forma que el pan, necesita de una levadura social para generar procesos de una gran profundidad que se extienden e interiorizan rápidamente. Y así, en los últimos años, toda la sociedad en España se ha puesto a recoger tapones de plástico para paliar con ello el sufrimiento que vivimos. En colegios e institutos, centros de salud y hospitales, universidades, comercios y tiendas nos hemos acostumbrado a ver cajas repletas de coloridos tapones que, en muchos casos, ni siquiera explican el motivo al que dedican tan noble causa.

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ONG en crisis y crisis en las ONG: un fin de ciclo en el oenegeísmo en España

Recortes

Decir que las ONG en España atraviesan un momento crítico puede parecer una obviedad. En un país que se desangra por sus cuatro costados, lo llamativo sería lo contrario. Sin embargo, no paramos de leer y escuchar en los medios de comunicación afirmaciones que señalan justamente lo contrario: que “vivimos una emergencia de las ONG”, o que “asistimos a un auge y mayor protagonismo de las ONG”, cuando en realidad estamos asistiendo a procesos diametralmente opuestos que están llevando a un desmantelamiento acelerado y deliberado de las ONG en nuestra sociedad.

Las ONG han sido un fenómeno de la sociedad global y un exponente más de las profundas transformaciones que se han producido en los Estados, en la gobernanza y en el conjunto de la sociedad, impulsando cambios económicos y sociales de un gran calado. Ahora bien, las numerosas funciones que han venido cumpliendo no son tan idealistas y espontáneas como podría parecer, sino que conectan también con intereses del capitalismo global, de gobiernos e instituciones. De esta forma, se han producido importantes reajustes en las funciones y competencias de los Estados y de la sociedad civil, donde las ONG ocupan un lugar destacado, en la medida en que muchas de estas organizaciones no gubernamentales se han convertido en proveedoras de servicios baratos especializados para las administraciones públicas. Con ello, estas organizaciones han estado sometidas a enormes fragilidades económicas junto a crecientes exigencias burocráticas por parte de las instituciones financiadoras, que han vinculado la continuidad de sus intervenciones en no pocas ocasiones más, a las apetencias personales e ideológicas de responsables institucionales, que al rigor, la capacidad y la independencia de las propias ONG.

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Marido por horas

Marido por horas

Decir que la crisis está generando cambios de una profundidad inusitada en el conjunto de la sociedad, es una obviedad. Otra cosa es tener capacidad para valorar la dimensión de esas transformaciones y en qué medida todos nosotros estamos respondiendo a estos cambios. Pero basta con salir a la calle para hacer lo que llamo «sociología de la vida cotidiana», y percibir muchas de esas mutaciones y adaptaciones, en ocasiones forzadas por los acontecimientos de la misma forma que Darwin explicó la evolución de las especies; y en otras como reacción natural a los avances socioeconómicos y productivos.

Sin embargo, dos son los grandes temas que monopolizan los contenidos en los medios de comunicación: la economía y la dimensión social de las políticas de recortes y ajustes, junto al ascenso de la caridad, la beneficencia y el asistencialismo como respuesta nada inocente a todo este huracán neoliberal. Como magistralmente recogió Berlanga en su deliciosa película «Plácido», en el año 1961, lo que ahora se lleva es sentar a un pobre en la mesa por Navidad para descargar nuestra conciencia y con ello, no cuestionar las causas de la pobreza sino alimentar a estas víctimas de tanta barbarie política. Si en los medios se diera la misma importancia a quienes cuestionan, reflexionan y protestan contra estas políticas tan devastadoras, en lugar de sacar paquetes de arroz, roperos, tómbolas, galas benéficas, recogidas de juguetes y comedores de pobres, seguramente hubiéramos avanzado más en dar respuestas políticas y sociales a este desafío procedente de un capitalismo enfermo cuyas consecuencias se miden ya en despidos, desahucios, suicidios, enfermos sin atención, ancianos desatendidos, niños mal alimentados o consumo de antidepresivos, por poner algunos ejemplos tangibles.

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