Contra la perversión de los apadrinamientos

apadrina

En determinadas épocas del año, como las Navidades, aparecen con fuerza anuncios, reclamos y propaganda variopinta pidiendo nuestro dinero para apadrinar niños. Efectivamente, el apadrinamiento es utilizado por ONG de todo pelaje desde hace años como un instrumento fundamental en la captación de fondos, habiéndose consolidado como una controvertida herramienta de marketing publicitario, bendecida por esas escuelas de negocios neoliberales que venden a ONG y a otros muchos incautos cómo agrandar la cuenta de ingresos a costa de estrechar su dignidad y su ética.  De hecho, en España, los mayores escándalos protagonizados por ONG han estado vinculados a organizaciones que han hecho del apadrinamiento su monocultivo, demostrando así hasta qué punto éstos se habían convertido en una fabulosa fuente de ingresos con la que poder inyectar cuantiosos recursos a actividades y negocios mercantiles ajenos por completo al mundo de la solidaridad.

Desde que las ONG vivieron su época de auge, en la década de los 80, comenzaron a surgir cada vez más organizaciones espurias alejadas de los valores y principios básicos que las organizaciones no gubernamentales construyeron con esfuerzo. Estas otras organizaciones oportunistas pronto se apropiaron de los valores propios del oenegeísmo para convertirse en máquinas de captar recursos mediante instrumentos publicitarios y campañas cada vez más tecnificadas. La solidaridad, la cooperación y la pobreza se convertían así en la excusa perfecta para construir campañas de publicidad muy sofisticadas que apelaban a los sentimientos más nobles y primarios de las personas con el fin de recaudar dinero mediante instrumentos como los apadrinamientos, algo que se bendecía desde eso que se ha dado en llamar con indisimulada desvergüenza “marketing con causa”, uno de esos conceptos tecnocráticos que parecen justificar cualquier inmoralidad en el mundo de la solidaridad.

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ONG en crisis y crisis en las ONG: un fin de ciclo en el oenegeísmo en España

Recortes

Decir que las ONG en España atraviesan un momento crítico puede parecer una obviedad. En un país que se desangra por sus cuatro costados, lo llamativo sería lo contrario. Sin embargo, no paramos de leer y escuchar en los medios de comunicación afirmaciones que señalan justamente lo contrario: que “vivimos una emergencia de las ONG”, o que “asistimos a un auge y mayor protagonismo de las ONG”, cuando en realidad estamos asistiendo a procesos diametralmente opuestos que están llevando a un desmantelamiento acelerado y deliberado de las ONG en nuestra sociedad.

Las ONG han sido un fenómeno de la sociedad global y un exponente más de las profundas transformaciones que se han producido en los Estados, en la gobernanza y en el conjunto de la sociedad, impulsando cambios económicos y sociales de un gran calado. Ahora bien, las numerosas funciones que han venido cumpliendo no son tan idealistas y espontáneas como podría parecer, sino que conectan también con intereses del capitalismo global, de gobiernos e instituciones. De esta forma, se han producido importantes reajustes en las funciones y competencias de los Estados y de la sociedad civil, donde las ONG ocupan un lugar destacado, en la medida en que muchas de estas organizaciones no gubernamentales se han convertido en proveedoras de servicios baratos especializados para las administraciones públicas. Con ello, estas organizaciones han estado sometidas a enormes fragilidades económicas junto a crecientes exigencias burocráticas por parte de las instituciones financiadoras, que han vinculado la continuidad de sus intervenciones en no pocas ocasiones más, a las apetencias personales e ideológicas de responsables institucionales, que al rigor, la capacidad y la independencia de las propias ONG.

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Otro abuso bancario sin regulación: el cobro de comisiones por donaciones a ONG ante catástrofes

Pintada Banqueros

Cuando se produce una nueva catástrofe humanitaria caigo en la cuenta de que se produce un nuevo incumplimiento del Gobierno en la eliminación de un abuso más de los bancos; en este caso, del abuso que supone el cobro de importantes comisiones que vienen aplicando a todos aquellos que en los últimos años han tratado de aportar su generosidad y colaboración hacia las víctimas de tantos desastres como se han venido produciendo, mediante aportaciones a ONG.

Desde la matanza de los Grandes Lagos en 1994, hasta ahora, siempre que se ha producido una tragedia humanitaria se ha pedido la solidaridad de la población a través de aportaciones económicas a las ONG. Así sucedió con motivo del Huracán Mitch en 1998, el tsunami del sudeste asiático en 2004 y el terremoto de Haití de 2010, entre otros. Algún día hablaremos de la filosofía, los mensajes, el empleo y la rendición de cuentas de todo ese dinero recaudado a lo largo de tantos años con motivo de tanto sufrimiento y destrucción. Pero lo que hoy nos ocupa es otro tema bien distinto, relacionado con los abusos que los bancos han venido cometiendo con estas transferencias humanitarias.

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El deliberado colapso de la ayuda al desarrollo

La profunda crisis sistémica que vivimos, alimentada por la delincuencia financiera mundial, está teniendo también una incidencia notable sobre las políticas globales de ayuda al desarrollo, que en muchos países como en el nuestro viven un auténtico proceso de voladura controlada y deliberada. De esta forma, las políticas públicas de ayuda al desarrollo atraviesan el proceso de cambio y transformación más importante desde que fueron formuladas, que va más allá de reajustes económicos, al experimentar una auténtica reconversión política, ideológica e instrumental que afecta a procesos morfológicos e instrumentales de un enorme calado.

No son solo recortes lo que está contribuyendo a desdibujar las políticas globales de ayuda al desarrollo, sino su progresivo y deliberado deterioro de la mano de intereses económicos, políticos y comerciales abrasivos que transforman de forma acelerada los paradigmas esenciales sobre los que han avanzado las políticas de solidaridad internacional.

Es cierto que desde que se inició la maldita hipercrisis mundial, las políticas globales de ayuda al desarrollo han sufrido en muchos países profundos recortes y reajustes, cuando no un profundo cuestionamiento sobre su papel y funcionalidad. Pero hay que dejar claro que este proceso no está teniendo la misma intensidad en todos los países y sociedades, delimitando de forma muy nítida Estados y sociedades anémicas, en las que el proceso de crisis económica se ha convertido en un formidable vendaval social e institucional; frente a otros países y sociedades éticamente fuertes, moralmente vigorosas, económicamente saludables y socialmente más equilibradas.

Así las cosas, todo el entramado doctrinal e institucional sobre el que se ha venido levantando la Ayuda Oficial al Desarrollo ha saltado por los aires de la mano de las políticas de austeridad y consolidación fiscal que se promueven en muchos países, pero también como consecuencia de procesos especulativos de dimensión mundial. De tal manera que acabamos por convivir con el hambre como un residuo inevitable de nuestro bienestar, mientras hemos incluido a los alimentos en las dinámicas especulativas del capitalismo de casino cuyos resultados devastadores estamos viviendo con toda su crudeza, como bien señalan autores como Jean Ziegler, en su obra «Geopolítica del hambre».

No es casual, por ello, que desde que se iniciara la crisis sistémica en 2008 se hayan desencadenado una serie de procesos íntimamente relacionados, que al tiempo que profundizan los procesos de empobrecimiento global, aumentan la necesidad de promover instrumentos de desarrollo de alcance también mundial. Y entre ellos, podemos destacar: la persistencia y crecimiento del hambre en el mundo; una progresiva reducción de los recursos en las agencias encargadas de paliarlo; al tiempo que el precio de los alimentos esté aumentando de forma vertiginosa; convirtiéndose a los alimentos en objeto de especulación financiera en los mercados de valores y fondos de inversión, agudizando con ello un nuevo neocolonialismo agrario. Analicemos rápidamente cada uno de estos elementos.

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