
Reconozco un problema inicial al tratar de analizar los dos primeros años de mandato del gobierno municipal en Alicante. A lo largo de estos meses tan excepcionales que hemos vivido, he pensado con frecuencia en muchos de esos responsables públicos que han tenido que facilitar el normal funcionamiento de nuestras vidas, garantizando el mantenimiento básico de dispositivos públicos esenciales en condiciones muy difíciles. Con mayor o menor fortuna, todos ellos han tenido que estar al frente de las instituciones en uno de los momentos más duros de nuestra historia reciente, algo que no tenemos que olvidar.
También es cierto que muchos de ellos no han tenido en cuenta esta situación, centrifugando responsabilidades y tratando de buscar culpables en momentos en los que no tocaba hacerlo. Cuesta ser empático con quien desprecia esa imprescindible empatía hacia quien la necesita, algo que en demasiadas ocasiones viene marcando la actuación del equipo de gobierno municipal del PP y Ciudadanos en Alicante, con su alcalde a la cabeza. Lejos de buscar alianzas para la ciudad, de priorizar las necesidades de los vecinos o resolver sus problemas, por encima de todo, Luis Barcala antepone la crítica furibunda y partidista contra el Gobierno central o de la Generalitat a poner encima de la mesa soluciones con arreglo a sus competencias, como ahora vemos con su lamentable actuación en el IES Virgen del Remedio.
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