Una inaplazable reconstrucción de la cooperación española

Tras mi reciente comparecencia ante la subcomisión de reforma de la Ley de Cooperación al Desarrollo formada en el Congreso de los Diputados, se avanzan algunas propuestas concretas que el autor trasladó a diputadas y diputados. La nueva Ley de Cooperación puede facilitar el necesario proceso de reconstrucción reclamado desde hace años por diferentes sectores. Aquí algunas urgencias que no admiten demora.

Sin recursos, no hay políticas posibles, necesitándose una continuidad presupuestaria que comprometa los períodos de legislatura, impulsando umbrales básicos de cooperación bilateral sólida y vigorosa, para evitar que el sistema de ayuda se reduzca a su mínima expresión, como hemos vivido. España debe aplicar de inmediato los acuerdos del Consejo y de los representantes de los Gobiernos de los Estados de la UE de 2005, que decidieron aportar colectivamente el 0,5 % de su RNB en ayuda al desarrollo en 2010.

Un sistema institucional confuso, fragmentado e hipertrofiado exige su reordenación y modernización urgente, para reforzar el papel y las capacidades de una AECID anoréxica, en lugar de adelgazarla presupuestaria y funcionalmente, transfiriendo competencias a un universo de fundaciones e instituciones de distinta naturaleza que han debilitado su capacidad técnica y financiera.

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Nuestro compromiso con los problemas mundiales

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Todos los países, sus gobiernos y sociedades, hemos asumido compromisos muy importantes sobre buena parte de los desafíos globales que tiene la humanidad en estos momentos. La erradicación del hambre, la lucha contra la pobreza extrema, el cambio climático, la desigualdad profunda o la crisis mundial de desplazamientos son algunos de esos problemas sobre los que solo se podrá avanzar en su solución desde respuestas internacionales coordinadas.

Por si fuera poco, la extensión de políticas económicas regresivas, junto al auge de fuerzas autoritarias de extrema derecha han llevado a un tratamiento brutal hacia quienes viven en la privación y sobre aquellos otros que escapan de guerras o sufren persecuciones. Es por ello que no hay dudas de que, solo y únicamente mediante el acuerdo y la implicación de toda la comunidad internacional, podrán abordarse desafíos que son de carácter global, algo que habitualmente se olvida cuando se formulan muchas de las respuestas políticas de corto alcance con frecuencia se escuchan.

Recientemente se han conocido los datos globales del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre la ayuda a los países pobres ofrecida por los treinta países más ricos del planeta y su grado de cumplimiento de la resolución 2626 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del año 1970 para dar el 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB) a los países en desarrollo para luchar, reducir y eliminar la pobreza en el mundo. Las cifras conocidas son desalentadoras porque subrayan que la ayuda en el mundo hacia los países empobrecidos descendió un 2,8% respecto al año 2017, llevando el esfuerzo de todos los países donantes a un escaso 0,31%, un nivel prácticamente constante en una década y muy por debajo del compromiso del 0,7% asumido hace ya casi medio siglo. Todo ello cuando los problemas globales pendientes no paran de aumentar y cuando los países occidentales suscribieron nuevamente el compromiso de alcanzar el tan gastado objetivo del 0,7% en el año 2030 a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No hace falta saber muchas matemáticas para asegurar que, una vez más, lejos de avanzarse hacia su cumplimiento, los países se alejan del mismo.

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Una nueva vuelta de tuerca contra la cooperación descentralizada

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En diferentes ocasiones hemos analizado la evolución negativa de la cooperación descentralizada en España en el marco de los procesos de desguace que vive el sistema español de cooperación al desarrollo. En mi opinión, la cooperación descentralizada en España atraviesa una profunda crisis que va más allá de las inestabilidades económicas y financieras que atraviesa el país, al eliminarse de un plumazo las políticas de solidaridad internacional que muchas entidades locales han venido construyendo desde la llegada de los ayuntamientos democráticos. El paisaje que todo ello está dejando sobre las políticas de cooperación descentralizada en un país que fue considerado como un ejemplo para países e instituciones internacionales es desolador por la vía de la desaparición de la cooperación local en muchas ciudades, municipios y comunidades autónomas, o en el mejor de los casos, su reducción a efectos puramente testimoniales. Sin embargo, todavía faltan por llegar los efectos perversos que la reforma de la Ley de Bases de Régimen Local impulsada por este Gobierno va a generar sobre unas materias que son consideradas como “impropias”, con todo lo que ello significa.

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Cifras, mentiras y silencios sobre la Ayuda al Desarrollo de España en 2015

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Coincidiendo con la designación de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se están presentando los presupuestos de la Ayuda Oficial al Desarrollo de España para el año 2015 dentro de los Presupuestos Generales del Estado mediante informe a la Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Congreso de los Diputados. El documento que se ha remitido a los diputados sustituye a los anteriores PACI Previsiones, siendo tan escueto como insuficiente, al contar con unas escasas 7 páginas más 2 de anexos, dando buena idea de la pobre información remitida al Parlamento.

Ahora bien, ni este documento ni las cifras contenidas en el informe están a la altura que exige un Parlamento, ni al nivel de un país donante, ni mucho menos, en línea con las responsabilidades en materia de cooperación al desarrollo que España ha suscrito ante Naciones Unidas. Pero retrata con bastante aproximación ese gigantesco cinismo político al que nos tiene acostumbrado este Gobierno del PP, haciendo lo contrario de lo que dice, también en materia de Ayuda al Desarrollo, habiendo llevado a la cooperación española a su desguace y a sus niveles más bajos de toda la historia.

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El 4 de abril de 2013, el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, clausuraba en Madrid la reunión de alto nivel sobre Seguridad Alimentaria en la Casa de América, en Madrid, bajo el auspicio de Naciones Unidas. En su discurso, Rajoy señalaba su compromiso firme con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) del año 2000, al tiempo que afirmaba que “la política de cooperación al desarrollo debe ser una de las políticas de Estado fundamentales”, asegurando que “la ayuda al desarrollo es una inversión de futuro”. Claro que lo que no decía era que los ODM se comprometen a alcanzar el 0,7% de Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) para el año 2015 en los países donantes, entre los que está España, mientras que el Gobierno de Rajoy ha recortado la Ayuda al Desarrollo un 45% desde que entró en 2011. Y es que desde hace tiempo, los datos e informaciones que se vienen dando sobre la cooperación española se han manipulado deliberadamente hasta desdibujar nuestro perfil como país donante.

Algo parecido viene sucediendo con todas las previsiones de gasto en Ayuda Oficial al Desarrollo por parte de España. Nunca en toda su historia como país donante un solo Gobierno ha dado cumplimiento a sus previsiones de gasto en AOD, situándolas siempre por encima de las realmente alcanzadas, algo que también viene sucediendo con el Gobierno del PP, especialistas como son en ingeniería presupuestaria y maquillaje de cifras.

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La cooperación española no ha dado un solo euro en ayuda sanitaria a los países afectados por el Ébola

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La epidemia de Ébola que en la actualidad se extiende por diferentes países centroafricanos ha puesto en primer plano las graves carencias sanitarias y asistenciales en estos y otros países. Hospitales que no merecen este nombre, ausencia absoluta de medicamentos y equipamientos esenciales, e incluso enfermos de Ébola que fallecen por las calles. Como muchos epidemiólogos señalan, la calamitosa situación sanitaria que tienen estos países agrava, todavía más, la extensión de estas graves enfermedades e impide atender a los enfermos. Muchos nos preguntamos qué está haciendo la cooperación española por mejorar esta situación en línea con sus compromisos internacionales y sobre todo cuando ha montado un costoso despliegue para repatriar a uno de los misioneros infectados por el Ébola.

La salud es un componente esencial porque determina las condiciones de vida, de enfermedad y las posibilidades de morir. Por ello, el acceso a unos servicios sanitarios básicos delimita en muchos países la diferencia entre la vida y la muerte. No es casual que los compromisos internacionales en materia de cooperación al desarrollo identifiquen la salud como una de las prioridades mundiales a apoyar por los países donantes.

Se entenderá por tanto que la ayuda sanitaria sea una de las prioridades mundiales en materia de cooperación internacional, en la medida en que determina de forma directa las posibilidades de vida o de muerte de cientos de millones de personas en todo el mundo que dependen directamente de estos dispositivos sanitarios, evitando al mismo tiempo la extensión de epidemias y enfermedades prevalentes, como vemos ahora.

Numerosos países focalizan sus esfuerzos en programas preventivos y de atención primaria básicos en África Subsahariana que es, sin ninguna duda, la región del mundo con mayores carencias y tasas de morbilidad. Más aún, esta región es la máxima prioridad internacional para agencias, donantes e instituciones multilaterales de la ayuda al desarrollo en la medida en que desde hace años informes y estudios son unánimes a la hora de valorar la extrema gravedad por la que atraviesa esta región. Hambrunas, guerras, migraciones, sequías y pandemias caracterizan el escenario en el que millones de personas tienen como único horizonte en toda su vida, no morir.

Es así que el brote de Ébola que en la actualidad se extiende por Liberia, Guinea, Sierra Leona y Nigeria preocupa no sólo por su virulencia, sino por la incapacidad de los sistemas sanitarios de estos países para hacer frente a un brote epidémico y atender correctamente a las personas enfermas. Basta simplemente con ver las imágenes de los lugares donde se reúnen a los enfermos de Ébola para darnos cuenta que todo ello añade mayor gravedad a una epidemia tan devastadora.

El insólito despliegue que montó España para repatriar a un misionero español infectado por esta enfermedad sorprendió por su complejidad y coste, además de realizarse cuando otros muchos casos anteriores que requerían menos medios fueron denegados por las autoridades sanitarias españolas. Sin duda, la certeza de que cualquier persona infectada de esta enfermedad en los países afectados no va a poder recibir una atención básica ha pesado en esta decisión de traslado. Ahora bien, algunos nos hemos preguntado qué esta haciendo el Gobierno que ha realizado este costoso traslado a favor de la salud de estos países mediante su política de cooperación sanitaria, dentro la Ayuda Oficial al Desarrollo que España lleva a cabo, una ayuda que ha sido desguazada por el Gobierno del Partido Popular, al recortarla hasta un escaso 0,1% del PIB llevándola así a su nivel más bajo de la historia y a uno de los últimos puestos a nivel mundial.

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La voladura de la cooperación española

Indicadores para confirmar el deliberado colapso de la política de AOD

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La política de cooperación española no atraviesa buenos momentos. Tampoco el conjunto de políticas sociales y de solidaridad, si bien, el recorte que se ha efectuado sobre la ayuda al desarrollo en España solo puede considerarse  histórico, descomunal, el mayor en toda la comunidad de países donantes y muy superior al que se ha llevado a cabo sobre otras áreas sociales, educativas o sanitarias. Es así que se ha insistido en la profundidad de los recortes sobre la cooperación española, ignorando que esta política atraviesa un estado de extrema gravedad que va más allá de los recortes económicos, aún siendo estos enormemente graves, para conducirla a una situación que desdibuja completamente sus finalidades esenciales y la reduce a un simple instrumento de intereses de distinta naturaleza.

Los profundos recortes sobre la cooperación española que han adoptado tanto el anterior Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, como particularmente el Gobierno de derechas de Mariano Rajoy, la han conducido a una situación de desmantelamiento efectivo al reducirla a la mínima expresión, alejada de acuerdos y compromisos contraídos en la agenda internacional del desarrollo. Si los recortes han sido tan profundos se debe a que nuestra política de Ayuda Oficial al Desarrollo no se había consolidado como una verdadera política de Estado, permaneciendo instalada desde tiempos inmemoriales en una situación de permanente crisis que alejaba nuestro sistema de cooperación de los donantes más relevantes.

 Ni la crisis de la cooperación española comenzó con los recortes que en mayo de 2008 inició el Gobierno de Zapatero, ni tiene una exclusiva motivación económica aunque los recursos sean imprescindibles, sino que hunde sus raíces en problemas de mucho mayor calado que con el paso de los años se han acabado por cronificar, pero de los que se ha querido hablar muy poco, porque para ello había que hablar de política, de política de ayuda al desarrollo y, por tanto, de opciones, decisiones y responsabilidades políticas. Y ello es algo que de forma deliberada se ha querido evitar por muchos de los actores de la cooperación española, para no incomodar a sus responsables y poder acceder a sus favores. Y esta “aristocracia” de la cooperación en España ha tenido, también, responsabilidades con su pasividad, cuando no han apoyado su rumbo con el paso del tiempo, y que ahora sus responsables nos venden como un proceso saludable de “cooperación low cost”.

Así las cosas, siendo esenciales los recursos económicos para llevar a cabo las políticas, en el caso de la ayuda al desarrollo no son el componente exclusivo, ni mucho menos, si no se acompañan al mismo tiempo de otras decisiones, dispositivos y estrategias que aseguren su adecuada finalidad. Hasta el punto que durante la etapa socialista, se tomó como bandera el logro del compromiso 0,7% en el año 2012, algo de imposible cumplimiento pero que redujo la política de cooperación española a este lema de futuro, sin proyectos estructurales visibles sobre el presente y sin ir acompañada de otros cambios imprescindibles en las estructuras institucionales, técnicas y estratégicas.

Y a medida que los gobiernos socialistas centraron todas sus energías en el logro del 0,7%, situaron en un segundo plano otras exigencias mucho más acuciantes, reduciendo la complejidad de las políticas de cooperación y los problemas de la pobreza en el mundo a una simple cifra que se pensaba que crecería frenéticamente, sin abordar las grandes reformas estructurales e institucionales. De forma que cuando llega el Partido Popular al Gobierno, en noviembre de 2011, arremete contra una política de solidaridad internacional en la que no cree y que adolece de importantes problemas estructurales. Y más allá de unos recortes de enorme calado, el Gobierno de derechas de Rajoy cuestiona el papel y la funcionalidad de una política de cooperación internacional que entorpece su proyecto ultraliberal y conservador en el que no cabe la solidaridad social. El Partido Popular profundiza así en un proceso que venía tomando cuerpo desde hace años, al afectar morfológica y metabólicamente al sentido mismo de la ayuda al desarrollo.

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