A medida que los meses avanzan y la parálisis en la Comisión Europea aumenta, las cumbres que se celebran sobre inmigración irregular y refugiados solo sirven para certificar la descomposición política y moral que atraviesan sus dirigentes, empeñados en incumplir y vulnerar todos los acuerdos adoptados con anterioridad, que son sustituidos por otros nuevos que ya han demostrado sobradamente su fracaso. Así, las conclusiones que la Comisión hizo públicas tras su reunión del 2 de marzo demuestran que los dirigentes europeos han decidido hacer concesiones a un nacionalismo xenófobo, aturdidos por la llegada de un Donald Trump que no oculta sus deseos de fracturar y debilitar a la UE y sometidos a la negociación del Brexit con Reino Unido. Solo esta decidida voluntad por incumplir todos los acuerdos firmados con anterioridad por los gobernantes europeos en materia migratoria y de asilo, junto a ese nuevo rumbo que están adoptando, en sintonía con el populismo xenófobo más rancio, puede explicar la situación de parálisis y fracaso deliberado en la gestión de la política migratoria y de refugio.
Tras cuatro años de cruenta guerra en Siria, asistiendo con pasividad al éxodo de millones de refugiados, la Comisión Europea que hasta entonces había visto con pasividad esta tragedia, se inventa en mayo de 2015 lo que llama la “Agenda Europea de Migración”, que presenta como respuesta y solución a las migraciones en Europa y a las necesidades de protección de los refugiados que llegan. En esta Agenda, que se presentó por los gobernantes europeos como la respuesta política y humanitaria más eficaz, se establecía el compromiso de Europa de “ofrecer una respuesta rápida para salvar vidas humanas” de los refugiados que llegaban por mar hasta Europa, mediante una “bienvenida manifestación de solidaridad que se mantendrá mientras persista la presión migratoria”.