
La guerra de Rusia contra Ucrania ha llevado a revisar un buen número de sucesos y teorías para tratar de comprender mejor la estrategia destructiva de Vladimir Putin.
En coincidencia con el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania, el pasado mes de febrero, se cumplían 76 años de un momento histórico en las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en el inicio de la llamada Guerra Fría, que fue fundamental para entender las decisiones que explicaban la política exterior soviética, sirviendo para construir la política norteamericana en las siguientes décadas. Además, fue un momento tan importante en las relaciones internacionales que se estudia en universidades y centros de pensamiento de todo el mundo, con el nombre de “el telegrama largo de Kennan”.
A principios del año 1946, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos necesitaban entender el nuevo orden de la posguerra y las decisiones estratégicas que la Unión Soviética estaba adoptando. Por aquel entonces, los norteamericanos estaban desconcertados con la política exterior promovida por Stalin sobre la que no sabían cómo reaccionar. Unas veces, los soviéticos amenazaban con respuestas agresivas y beligerantes, mientras que otras, hacían llamadas al diálogo y parecían tender una mano a favor de la paz mundial.
Desde el Departamento de Estado norteamericano necesitaban conocer mejor las motivaciones de la política soviética, pidiendo a su embajada de Estados Unidos en Moscú un detenido análisis sobre la política exterior impulsada por los dirigentes del Kremlin. Por aquel entonces, en esta representación diplomática trabajaba como encargado de negocios un estadounidense con una gran preparación intelectual llamado George Kennan, quien posteriormente encabezaría la corriente del pensamiento llamada “realismo político”. Convencido de que las decisiones de su país sobre la Unión Soviética estaban equivocadas, encontró la ocasión para formular un análisis que décadas después sigue siendo considerado como una referencia en las relaciones internacionales.
De manera que Kennan puso manos a la obra y envió al Departamento de Estado norteamericano uno de los telegramas más largos de la historia, con 5.000 palabras, cerca de quince páginas, conteniendo una reflexión innovadora sobre la naturaleza de las decisiones políticas adoptadas por los dirigentes soviéticos y sus motivaciones geoestratégicas. Este documento fue llamado inmediatamente como “el telegrama largo de Kennan”. Su contenido se publicó un año después en un artículo en la revista Foreign Affairs bajo el seudónimo de “Mr. X”, con el título “Las fuentes de la conducta soviética”. Todos sabían que el autor era el propio Kennan, pero prefirió publicarlo bajo seudónimo al seguir siendo un alto diplomático del gobierno norteamericano.
El argumento central defendido por Kennan era que la agresividad soviética ocultaba, en realidad, un deseo de esconder las grandes debilidades del poder en la URSS, a nivel interno y externo. Según Kennan, los dirigentes del Kremlin tenían una sensación permanente de inseguridad a nivel internacional, debido al atraso estructural de la Unión Soviética respecto al resto de países occidentales, un país gigantesco, con inmensos recursos naturales, pero enormemente débil. Según argumentaba en su largo telegrama, los dirigentes comunistas temían que sus habitantes descubrieran lo atrasado que estaban respecto a sus países competidores y pudieran rebelarse, o incluso que lo conocieran sus rivales. Por ello, desde la Unión Soviética se mantenía activa una cierta beligerancia agresiva que desviara la atención sobre la situación interna y mostrara en el exterior la enorme capacidad de una gran potencia.
De esta forma, la política exterior de la URSS se explicaba por la necesidad de mantener una presión ideológica hacia el exterior que, en realidad, estaba motivada por las circunstancias internas del país, en el marco de la carrera atómica y la amenaza nuclear. Kennan sostenía que la agresividad de los líderes rusos se debía a su propia debilidad como consecuencia de su fracaso en la modernización económica y social de la Unión Soviética, defendiendo una doctrina de contención que llevara a su sistema a un progresivo desmoronamiento, hasta que acabara por colapsar, algo que efectivamente sucedió tras la desintegración de la Unión Soviética, que concluyó en diciembre de 1991.
Aunque hay elementos llamativos en los análisis de Kennan que pueden trasladarse a la Rusia de hoy en día, existen también notables diferencias. El victimismo ruso, real o fingido, sigue formando parte de la política del Kremlin, alimentando sentimientos de revancha agresiva en diferentes órdenes, que ha facilitado a Vladimir Putin construir un régimen ultranacionalista y reaccionario, en permanente lucha contra todo tipo de agresores. Para ello usa la violencia contra los que son contrarios a su proyecto de nación patriótica y militarista: homosexuales, periodistas, opositores o países vecinos que rechazan pasar a formar parte de la gran Rusia imperial.
La guerra de Rusia en Ucrania también debe entenderse como el fracaso interno del régimen reaccionario de Putin, atenazado por un centralismo oligarca y mafioso, lastrado por la corrupción, incapaz de impulsar el crecimiento y desarrollo del país con sus grandes recursos naturales y de hidrocarburos. La invasión militar es, por tanto, la manera que un dirigente autoritario tiene para hacerse respetar, aunque sea llevando a su país a la ruina.