No ver a los pobres

Afirma el portavoz del gobierno de la Comunidad de Madrid y consejero de Educación del PP, Enrique Ossorio, que por más que mira a su alrededor no ve a ninguno de esos pobres que se dice que hay en las calles. Y lo explica, además, tratando de ridiculizar los datos de uno de los más prestigiosos centros de estudios sociales en España, la fundación Foessa, perteneciente a Cáritas, organización de la Iglesia católica, tras la presentación de su último informe, en el que esta institución llama la atención sobre el preocupante crecimiento de la pobreza durante la pandemia y la mayor concentración de riqueza en los más acaudalados.

Cuánta empatía con los más pobres demuestran estos políticos con sueldos elevados, coches de alta gama con chóferes y comidas pagadas por el erario público tratando de ridiculizar una de las investigaciones más prestigiosas y acreditadas que se vienen realizando sobre la situación social de España. Estoy seguro de no equivocarme al asegurar que este consejero de Educación del PP tan poco educado no ha leído en su vida uno solo de la infinidad de magníficos estudios realizados por Foessa, porque de haberlo hecho se daría cuenta de la insolente exhibición de ignorancia de la que ha hecho gala, además de su intolerable muestra de desprecio hacia los que más sufren.

Parece que en el Partido Popular tienen un grave problema con los pobres. En Madrid, por más que miran a un lado y a otro, solo ven “cayetanos” sonrientes por las calles, vestidos con polos de marca, de compras en las tiendas de lujo del barrio de Salamanca. Y en Alicante, los populares, cuando miran en las calles, en lugar de pobres, solo ven peligrosos delincuentes a los que hay que multar por el grave delito de serlo, por mendigar, dormir al raso o ser mujeres prostituidas sometidas. Muy católicos y muy de misa de domingo, pero eso de la piedad con los más desafortunados debieron de saltárselo cuando asistieron a catequesis.

Lo llamativo es que, por su cercanía con los más acomodados, se niegue una evidencia tan incontestable como el aumento de la pobreza en nuestra sociedad. Es como querer negar que el sol sale por las mañanas por tratar de halagar a los fabricantes de bombillas. Bien que nos hemos reído de Miguel Bosé por su negacionismo delirante y festivalero contra la COVID-19, pero el PP parece también querer transitar por un negacionismo contra la pobreza, tan ofensivo como insolente.

El caso es que todos estos dirigentes populares, que parecieran vivir en un planeta de lujos y bienestar por todos lados, manejan mal la coherencia, ya que con frecuencia han defendido que este gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez estaba llevándonos a una pobreza y miseria nunca vistas. Las hemerotecas y los diarios de sesiones del Congreso están repletos de páginas donde los populares anunciaban un sinfín de calamidades y desdichas, responsabilidad de este gobierno de proetarras, que habrían llevado a la pobreza y la miseria a tantos ciudadanos que España sería una provincia de Burkina Faso. Es lo que tiene tanta exageración disparatada como la que llevamos escuchando, que acaba por volverse, con el tiempo, como un bumerán, contra quien lanza tanta insensatez.

Meses y meses acusando a Pedro Sánchez de “empobrecer a los españoles como nunca en la historia”, según afirmaba Pablo Casado en el Congreso semanas antes de ser expulsado de la presidencia del PP, o de “llevar a la ruina a los madrileños”, como ha repetido machaconamente Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea madrileña, para ahora sostener con gestos ridículos que en Madrid no hay pobres porque ellos, los que no se bajan de los coches oficiales y no pisan las calles, no ven a una sola persona que lo pase mal, por más que miran.

Es lo que tiene trabajar tanto y desde hace tanto tiempo para los ricos, que al final se acaba por pensar que a su alrededor solo hay personas adineradas a las que dar adjudicaciones a dedo, entregar contratas, bajar impuestos o acompañar a los palcos del Santiago Bernabéu.

Luego está el modelo aplicado por el Partido Popular en el Ayuntamiento de Alicante, muy imaginativo, hay que reconocerlo, basado en demorar las citas a las personas necesitadas de ayuda en los centros sociales municipales a seis u ocho meses, o incluso no darlas, de manera que así se evita que tantos pobres molestos lleguen con sus problemas hasta el Ayuntamiento y, con ello, parezca que las cosas van de maravilla. Incluso también demorando la renovación de los contratos de un centenar de trabajadoras sociales desde el 31 de diciembre del pasado año, como está haciendo este equipo de Gobierno del PP y Cs, con lo que disminuirán las intervenciones hacia las personas vulnerables.

Sin citas para quienes necesitan ayuda y sin trabajadoras sociales para atenderles, tampoco habrá pobres por las calles, debe pensar el alcalde de Alicante, Luis Barcala, pero aún así, los obstinados que se empeñen en mendigar, dormir o vender pañuelos, siempre tendrán una maravillosa ordenanza municipal sancionadora y castigadora para desalojarlos de la vía pública.

Pero por más que no quieran verlo, la pobreza el sufrimiento, la desprotección, la privación, la desdicha, la adversidad y el desamparo de muchas personas están ahí fuera, exigiendo una respuesta que muchos se niegan a dar.

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