Intransigencia ante la urgencia con menores extranjeros

Una de las derrotas de nuestro tiempo es haber normalizado desde la política la deshumanización de los más débiles, como hace la extrema derecha posdemocrática. Si los inmigrantes son el grupo de personas más vulnerables, y precisamente por ello han sido convertidos en chivos expiatorios de las estrategias impúdicas de las fuerzas políticas reaccionarias en todo el mundo, no hay nadie más indefenso que un menor extranjero no acompañado. Por este motivo, existen tratados jurídicos internacionales de obligado cumplimiento, junto a leyes nacionales vigorosas que velan por la integridad de estos niños y niñas en el mundo y también en nuestro país, defendiendo ese principio tan manoseado como es el supremo interés del menor.

España es uno de los países occidentales que en mayor medida vive en primera persona el problema de las personas menores de edad extranjeras no acompañadas que llegan a través de migraciones tremendamente penosas, especialmente mediante pateras y cayucos, en travesías infernales, fundamentalmente desde países africanos hasta las costas de las islas canarias como primer punto de llegada a Europa, desde el norte de África hasta las costas mediterráneas y también hacia las ciudades de Ceuta y Melilla, fronterizas con Marruecos.

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Mujeres en un mundo emocional distinto

La convivencia, las relaciones y la demografía atraviesan cambios importantes que afectan de lleno a la naturaleza de la sociedad y a su estructura. Se ha hablado mucho de las particularidades de las nuevas generaciones de adolescentes que viven en un estado de insatisfacción permanente, sumergidos en unas redes sociales de las que no se separan, que se hunden ante la más mínima dificultad al verse superados por unas frustraciones que no saben gestionar. También se está analizando el proceso de derechización en un buen número de chicos jóvenes, cada vez más opuestos a los cambios y avances sociales, contrarios a muchos de los progresos en materia de igualdad que se están implantando, llevando a muchos de ellos a apoyar fuerzas de extrema derecha. Sin embargo, se habla muy poco del movimiento telúrico que están protagonizando cada vez más mujeres que no se conforman con relaciones pobres o insatisfactorias, transformando a fondo la matemática de la convivencia en parejas heterosexuales.

El aumento de mujeres que deciden no estar en pareja y buscan otras formas gozosas de vivir de manera dichosa a través de nuevos tipos de relaciones está experimentando un notable aumento en nuestra sociedad, de la mano de procesos muy interesantes que nos pasan desapercibidos. Durante años, la presión social, la tradición y la cultura dominante trasladaban que a medida que se maduraba tenías que encontrar una pareja para hacer vida en común. Es algo que se escucha con frecuencia, cuando familiares preguntan a los hijos si ya tienen pareja, incluso desde pequeños. Pero con el tiempo, se ha producido una cierta descompensación vital en las parejas como consecuencia de los procesos diferenciales de maduración y evolución que han tenido hombres y mujeres debido a un mayor empoderamiento en estas, generando cambios significativos en las dinámicas de género y en el paradigma de las relaciones.

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Alemania y sus complejos

Cuando se atraviesan momentos de incertidumbre es cuando afloran, con más intensidad si cabe, los complejos. Es lo que está ocurriendo a Alemania, con la profunda crisis que vive, encadenando dos años de recesión, con una economía estancada y un modelo productivo en crisis arrastrado por el desplome de su poderosa industria automovilística.

Pero no se trata, únicamente, de que el potente sector de la automoción esté descolgándose de los avances de la electrificación y la modernización impulsados por países como China, sino que hablamos de una crisis estructural sobre un modelo anclado en un sistema productivo del siglo XX que está perdiendo el tren de los avances digitales del siglo XXI. Un buen ejemplo de lo que decimos lo tenemos en que una potencia como Alemania sigue utilizando el antiguo fax en sus comunicaciones institucionales, como bien saben todas aquellas empresas españolas que trabajan con este país.

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