
Si algo necesitan las migraciones es de un exquisito rigor, un amplio conocimiento de su realidad en línea con los múltiples elementos que intervienen en las mismas, junto a un abordaje respetuoso con la extrema complejidad que plantean, justamente lo contrario de como habitualmente son utilizadas por responsables políticos e institucionales. Hasta el punto de convertir a la inmigración en uno de los ejes centrales de confrontación para los partidos de extrema derecha en todo el mundo, arrastrando a otras fuerzas de derecha a incorporar buena parte de su ideario incendiario, mientras no deja de generarse en la sociedad un ruido ensordecedor, repleto de odio, mentiras y falsedades, que no ayuda a comprender e intervenir adecuadamente en esta materia.
Así las cosas, el debate público sobre la inmigración responde a la agenda oportunista que los partidos van marcando en función de sus intereses, en lugar de impulsar una pedagogía social rigurosa basada en el conocimiento y la comprensión de un fenómeno tan multidimensional. Dicho de otra forma, ante la inmigración, se prefiere rentabilizar electoralmente el exabrupto y crear alarma social, en lugar de dedicar tiempo a saber qué características e implicaciones tienen los desafíos que se plantean. De esta manera, con frecuencia son los políticos quienes convierten a la inmigración en un problema en la sociedad, generando debates y polémicas que la gente no siente como prioritarios, algo que se ha podido ver habitualmente analizando los barómetros sociales que publica el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
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