Migraciones que no se detienen

Como ya sucedió en el año 2006, nuevamente las islas Canarias están viviendo un repunte en la llegada de inmigrantes embarcados en cayucos procedentes de países de África occidental, en particular senegaleses. Al igual que ocurrió en aquellas fechas, una vez más se habla de una “crisis de los cayucos”, de la misma forma que se denominó la situación hace diecisiete años, como si fueran movimientos periódicos inevitables impulsados por fuerzas imparables de la naturaleza, pero no es así.

Aquellos que tengan la tentación de hacer un uso político de esta situación, acusando al Gobierno en funciones de izquierda de alimentar esa estupidez interesada que algunos denominan “efecto llamada”, como ha sucedido en tantas ocasiones, deberían mirar lo que está sucediendo en la Italia gobernada por la ultraderechista Giorgia Meloni, desbordada por la llegada de pateras a la isla de Lampedusa, o en la Polonia dirigida por el partido ultraconservador, Ley y Justicia, en su frontera con Bielorrusia o en tantos otros países. La presión migratoria avanza en todo el mundo al compás del caos migratorio que han alimentado los países occidentales en las últimas décadas, algo generalizado que no distingue de gobiernos ni de colores políticos, a pesar de las patrañas que difunde la extrema derecha.

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Migraciones en Canarias: sobrepasados por la realidad

Uno de esos refranes tan nuestros afirma que “a perro flaco, todo son pulgas”. Es lo que le sucede a España desde hace demasiado tiempo con su política migratoria y de asilo. A los fallos en la recepción, acogida y gestión de las migraciones llegadas a las Islas Canarias en las últimas semanas se suma el hacinamiento de varios miles de inmigrantes en el CETI de Melilla, junto a un goteo desconcertante de pateras en diferentes provincias, sin olvidar el colapso en todo el sistema de asilo y refugio, con decenas de miles de expedientes acumulados y pendientes de resolución.

No es de recibo que en una política de Estado tan importante se vaya a salto de mata, apagando fuegos solo cuando las llamas amenazan con devorarnos. España es un punto de tránsito clave de las rutas migratorias hacia Europa desde hace décadas, algo que ya no justifica tanta improvisación. Al mismo tiempo, el fracaso estrepitoso de la política europea de migración y asilo (por llamarlo de alguna manera) y su gigantesca irresponsabilidad en la mal llamada crisis de los refugiados que estalló en Europa en el año 2015 exigen contar con políticas efectivas que impidan el caos y el disparate, como los vividos en los últimos años. Con mayor motivo sabiendo que el auge de las fuerzas neofascistas utiliza las migraciones como una de sus grandes armas para crear alarma y difundir barbaridades. Bueno sería que nuestros dirigentes políticos actuaran con responsabilidad y no dieran carnaza a esta extrema derecha asalvajada.

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