
De nuevo la Tierra ha temblado con toda su fuerza, dejando en Marruecos su rastro de daños materiales y un reguero de víctimas que hasta la fecha eleva a cerca de 3.000 los fallecidos y más de 6.000 las personas heridas. La intensidad de este mortífero seísmo, de 6,8 grados en la escala de Richter, ha sido elevada, si bien en el mundo se producen cada año más de un centenar de movimientos sísmicos de magnitud igual o superior que apenas producen daños entre la población, aunque en este caso la cercanía del epicentro con la superficie haya amplificado su capacidad destructiva.
Sin embargo, tanto daño como vemos sobre personas y viviendas, con pueblos y aldeas convertidos en montones de escombros, no tiene que ver exclusivamente con la energía liberada por la dinámica geológica, sino con la combinación de otros factores sociales y políticos que han amplificado su destrucción, multiplicando sus efectos sobre la población más vulnerable de la región afectada.
Sigue leyendo
