La ciudad educadora

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De la misma forma que la actividad económica no puede estar a merced de los intereses especulativos y las fuerzas del mercado, tampoco podemos dejar la conciencia colectiva abandonada a los caprichos de las inercias sociales y los narcisismos comunitarios. Las virtudes ciudadanas son cualidades que requieren de un aprendizaje para poder construir una convivencia respetuosa con los demás, cobrando particular importancia en las ciudades, el espacio comunitario por excelencia.

En tiempos donde se reivindican el individualismo, el egoísmo y los intereses personales como bandera, la cultura de la ciudadanía cobra especial relevancia como forma de entender la política, la democracia y nuestra relación con los demás, algo que exige que sepamos conjugar dos planos fundamentales que tenemos que hacer compatibles en nuestras sociedades democráticas, como son las opciones personales y las decisiones colectivas, sometidas al necesario diálogo social pero también bajo la imprescindible regulación legal. El problema es que hoy en día, nuestros gobernantes creen que la simple aprobación de leyes, reglamentos, decretos y normativas generan automáticamente cambios sociales y transformaciones en las conductas de las personas bajo amenaza de severas sanciones, sobre todo en el ámbito de los comportamientos ciudadanos. Y todo ello porque se renuncia cada vez más al papel del diálogo como herramienta política imprescindible para la construcción de una ciudadanía comprometida y a utilizar la pedagogía social como mecanismo para generar cambios colectivos.

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