
Las palabras son importantes porque nos ayudan a comprender lo que queremos comunicar, nos relacionan con el mundo y permiten que transmitamos ideas y conceptos. Nuestras palabras delimitan significados y también establecen el terreno de juego de nuestras acciones, hasta el punto de que, como afirmaba el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.
A menudo, pudiera parecer que investigadores, científicos y académicos se enzarzan en debates insustanciales para poner nombre a fenómenos cuya denominación resulta aparentemente trivial. Sin embargo, con ello tratan de comprender mejor el impacto de sucesos trascendentales en nuestras vidas, pudiendo hacer un correcto diagnóstico y aportar soluciones de futuro.
Es lo que ocurre con el cambio climático, generado por alteraciones a largo plazo en las temperaturas y el clima que pueden ser debidas a factores naturales, como grandes erupciones volcánicas, o de carácter antropogénico causadas por actividades humanas, fundamentalmente por el uso de combustibles fósiles y la emisión a la atmósfera de enormes cantidades de gases de efecto invernadero que modifican las dinámicas atmosféricas, al atrapar el calor del sol y elevar las temperaturas, alterando así los patrones climáticos en todo el planeta.
Sigue leyendo