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A young migrant’s hair becomes stuck while crawling under a barbed fence with her family at the Hungarian-Serbian border near Roszke, on August 27, 2015. As Europe struggles with its worst migrant crisis since World War II, Hungary has become, like Italy and Greece, a «frontline» state. So far this year, police say around 141,500 migrants have been intercepted crossing into Hungary, mostly from neighbouring Serbia. AFP PHOTO / ATTILA KISBENEDEK
Para nosotros son personas, familias que han vivido la atrocidad de una guerra y escapan de horrores que nos encogen el corazón, pero para este Gobierno son simples goteras. Y el mismo día en que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, comparaba a los refugiados sirios que de forma dramática llegan hasta Europa con las “goteras que hay que taponar en una casa”, el buque que Médicos Sin Fronteras tiene en el Mediterráneo rescataba a cerca de 700 náufragos de una muerte segura, mientras miles de refugiados seguían llegando a las costas italianas, griegas y turcas, o a las islas de Lesbos, Kos y Lampedusa tras arriesgar su vida en una travesía incierta.
Que un Ministro del Interior pronuncie una crueldad semejante es un paso más en la descomposición moral que Fernández Díaz ha demostrado hacia los inmigrantes, empeñado como está en despojarles de su condición de seres humanos para convertirlos en cosas molestas, peligrosas y carentes de cualquier derecho, incluso de su derecho a la vida. Pero no deja de sorprender el cinismo que supone en alguien que hace proselitismo de sus creencias ultracatólicas del Opus Dei, preocupado por la defensa de los embriones pero capaz de hablar de forma tan salvaje de cientos de miles de personas, familias, mujeres y niños cuyo único delito es tratar de escapar de la muerte de los bombardeos en Siria, de las ejecuciones bárbaras del Estado Islámico o de ser subastadas como animales en cualquier mercado.