El valor de nuestra solidaridad

Nadie está preparado para una guerra de destrucción, muerte y barbarie como la que ha desencadenado Vladimir Putin en Ucrania. Pero mucho menos, en medio de una devastadora pandemia que cumple dos años y cuyas dañinas consecuencias persisten, dentro de una Europa que todavía mantiene muy presentes los efectos de la gigantesca destrucción causada durante la Segunda Guerra Mundial y promovida por una potencia nuclear con aires imperialistas que afirma abiertamente querer derrocar a gobierno de un país al que califica de drogadictos, como hizo Putin al justificar esta salvajada.

Ahora queda esperar que se alcance con rapidez un acuerdo de paz, aunque sea precario e inestable, pero que permita detener la destrucción perpetrada por la maquinaria militar rusa e impida lo que estamos viendo con un enorme dolor, una vez más. En una guerra es la población civil la que sufre siempre, en mayor medida, el efecto de las decisiones de dirigentes políticos y militares.

Junto a la lógica indignación y el enorme dolor que todos compartimos ante el inimaginable sufrimiento y destrucción al que estamos asistiendo, se ha desatado, una vez más, una corriente de solidaridad en la ciudadanía que, con rapidez, se ha movilizado para tratar de colaborar, de alguna manera, con la población atacada y con los cientos de miles de refugiados que están huyendo por las fronteras. Esa misma solidaridad que, como Eduardo Galeano señaló, es la ternura que tienen los pueblos para enviar cariño y ayuda a quien peor lo está pasando.

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El desguace de la cooperación valenciana

Cooperación valenciana

Artículo publicado en el diario Información de Alicante, el domingo 9 de agosto de 2015. (Pinchar para ver enlace original)

Acierta el nuevo conseller de Cooperación (entre otras competencias), Manuel Alcaraz, al afirmar que tras la gestión del PP y el caso Blasco hay que recomponer la política de cooperación valenciana. Efectivamente, no encontraremos un caso similar al que se ha dado en esta comunidad, donde su política de cooperación al desarrollo se ha degradado política e instrumentalmente hasta extremos tan increíbles, alimentando todo tipo de prácticas corruptas, mientras se lanzaban campañas y mensajes falsos e incluso se facilitaban cifras de ejecución inciertas que eran corregidas por las autoridades españolas y por el propio Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE en París. Hace pocos meses, responsables de la cooperación suiza me preguntaban detalles del caso Blasco porque no daban crédito a lo que habían leído, pero se quedaron atónitos cuando les expliqué algunos pormenores del mismo y señalarles que, además de la condena firme que tiene y por la que está ingresado en la cárcel Rafael Blasco y sus cómplices, quedan otros dos juicios más por afrontar que concluirán con probabilidad también con importantes condenas relacionadas con los graves delitos imputados a los últimos responsables de la cooperación valenciana.

Como he tenido ocasión de analizar en distintos foros y ante responsables de instituciones y ONG, los efectos de la crisis sobre las políticas de cooperación no se limitan a sus recortes presupuestarios, aun siendo éstos de una gran repercusión, sino que afectan a procesos morfológicos y metabólicos de un enorme calado, haciendo que estas transformaciones no sean ni mucho menos coyunturales ni pasajeras, sino estructurales y de una gran profundidad. Es algo que podemos ver con claridad en la cooperación descentralizada realizada en España desde ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones, que habiendo sido un modelo mundial, avanza ahora como barco a la deriva sin saber bien hacia dónde se dirige.

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