La atención internacional parece pendiente del anuncio de suministro de tanques Leopard a Ucrania, en apoyo a la guerra contra la invasión de Rusia. Sin ninguna duda, supone un paso importante, no solo en la escalada militar del conflicto, sino especialmente en el plano político, al trasladar al Kremlin el decidido compromiso de la OTAN en apoyar a Ucrania con todas las consecuencias, al tiempo que da un mensaje de unión sin fisuras por parte de todos los actores que respaldan al ejército ucraniano, algunos de cuyos países y mandatarios han dado muestras de contrariedad frente a las estrategias belicistas ilimitadas de Estados Unidos.
Sin embargo, a medida que avanza una guerra que pronto cumplirá el año y se suceden los anuncios de envío de más y más material militar cada vez más sofisticado, nos damos cuenta de que estamos ante un conflicto derivado del cierre en falso de la Guerra Fría. Tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, se decía que acabaría la tensión entre los dos bloques militares en Europa sobre la base de la retirada soviética del espacio centroeuropeo, la disolución del Pacto de Varsovia, la garantía de no avance de la OTAN hacia los países del Este y la reunificación alemana. Todo ello tomó cuerpo en la llamada Carta de París, donde se reflejó el nuevo concepto de “seguridad continental integrada” de Europa. Pero las diferentes convulsiones políticas que ha vivido Rusia y el avance de la OTAN hasta sus fronteras han generado tensiones en el continente que, en el caso de Ucrania, han desembocado en una guerra, tras la invasión de Rusia en febrero de 2022.